El primer capítulo de Levítico describe las ofrendas que los judíos debían llevar al santuario. Esto se encuentra resumido en la frase: “Ofrecerán lo mejor de cada cosa a Di-s”1 . Esta declaración sirve como fundamento para un concepto muy hermoso dentro de las enseñanzas judías.
Cualquier edificio que funcione como sinagoga o como centro de estudios judaicos debe ser más hermoso que las casas particulares de los miembros de la comunidad. Aquellos muebles que se donen a la sinagoga deben ser más cómodos y más lujosos que aquellos que cada uno posee en su hogar.
Cuando le ofrecemos comida a una persona que está muriendo de hambre, esta debe ser de mejor calidad que la que comemos nosotros. Lo mismo ocurre con las ropas que donamos, deben ser más lindas que aquellas que usamos.
Un pensamiento similar se encuentra en el canto que los judíos entonaron mientras cruzaban el Mar Rojo: “Este es mi Di-s, y haré cosas hermosas para Él”2 . El Talmud interpreta, por ende, que uno debería hacer todo lo posible para conseguir el mejor etrog y el mejor lulav para construir una hermosa sucá y que debería tener un hermoso talit y tefilín,al igual que un sefer Torá prolijamente escrito, y demás elementos.
Estos versículos encierran una enseñanza que parecer ser muy contraria a lo que hacemos en la actualidad. Las personas suelen donar aquello que ya no necesitan, como objetos viejos, muebles deteriorados y ropas usadas. Sin embargo, la Torá nos enseña que debemos cumplir con las mitzvot con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma.
Si tratáramos a los pobres con empatía, no les daríamos algo de menor calidad que aquello que nos gustaría recibir a nosotros. Pero la Torá va un poco más allá y nos dice que deberíamos darle a los pobres obsequios aún mejores que lo que compraríamos para nosotros. Esto se debe a que ponemos toda nuestra energía y nuestros recursos en lo que verdaderamente amamos. La tzedaká (caridad) es una mitzvá y, cuando la persona ama cumplir las mitzvot, invertirá más en ellas que en lo que necesita para su vida cotidiana.
Aquel que considere las obligaciones religiosas como una carga y un pesar hará lo mínimo indispensable requerido por la ley judía. Una vez que haya “zafado”, no hará ningún otro esfuerzo para ir más allá de la propia mitzvá. Pero el judío que comprende de qué modo el judaísmo enriquece su vida mediante mitzvot profundas y significativas, las realiza con amor. Y cuando se cumple una mitzvá con amor, también se la cumple con cuidado y con belleza.
El alcance del esfuerzo que una persona pone en cumplir una mtizvá es un buen parámetro para medir su actitud frente al judaísmo.
De existir la posibilidad de ganar más plata, pocas personas dirían “¿para qué? si puedo arreglarme con lo mínimo indispensable”. Entonces, ¿por qué nuestra calidad de vida espiritual no debería ser igual de importante? Un judío con una actitud saludable respecto de su judaísmo debería “ir más allá” y luchar para cumplir con las mitzvot de la mejor manera posible.
La mitzvá en sí misma representa solo la mitad de su verdadero valor. Sin embargo, la misma mitzvá realizada con una actitud positiva tiene el doble de valor.
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