No sólo los grupos defensores de los derechos de los animales tienen dificultades con la Parshá de esta semana; sino la mayoría de la gente en nuestra era moderna tiene problemas con todo el concepto de sacrificios animales, que es el tema principal del tercer libro de la Torá, Levítico.

Pero no deseo entrar en racionalizaciones acerca de la moralidad bíblica. El segundo versículo del libro se presta a algunas interesantes interpretaciones homiléticas, que aclara que el punto de la Torá sobre los sacrificios no es acerca del animal sobre el altar, sino sobre la persona que lo ofrenda:

"Cuando un hombre traiga una ofrenda entre ustedes a Di-s, de los animales del ganado vacuno o del rebaño traerá su ofrenda" (Levítico 1:2)

Claramente acá el lenguaje es forzado. En efecto, la mayoría de los traductores han editado el texto en forma más fluida —cuando un hombre entre ustedes traiga una ofrenda, claramente una mejora en el curso del versículo.

Rabí Schneur Zalman de Liadi, en su clásico Likutei Torá, insiste sin embargo, que la sintaxis de la Torá es deliberada. Cuando un hombre traiga una ofrenda, es decir, quiere acercarse a Di-s (la palabra hebrea korbán tiene su raíz en la palabra karov, acercarse), entonces debe saber que la ofrenda debe venir de ustedes, del animal que está en su interior.

Todos nosotros poseemos tendencias animales y éstas deben ser consumidas en el altar de Di-s. Estamos obligados a sacrificar nuestro animal interior y humanizarnos trabajando en el desarrollo de nuestros rasgos de carácter hasta que la bestia en nuestro interior haya sido neutralizada —y mucho mejor —santificada.

¿Qué significa exactamente? El versículo continúa, del ganado vacuno o del rebaño, deberán traer su ofrenda. "Ganado vacuno" —algunos individuos pueden comportarse como un toro corneador, pisoteando a todos y a todo en su camino. Es el proverbial toro en un armario con porcelana, pisoteando agresivamente, amedrentando, dominando, y profundamente indiferente a los sentimientos de la gente.

Otros pueden ser como "el rebaño" —manso, pequeñas ovejas que siguen a la multitud. No tiene opinión propia, cualquier cosa que la persona que habló última diga se convierte en su opinión del momento. No tiene firmeza, ningún sentido del ego o auto respeto. Permanece con el rebaño a toda costa a menos que sea rotulado como una "oveja negra".

Aun otros pueden ser caprichosos y temperamentales, cambiando los colores y los rasgos de carácter de día en día. Un instante puede ser el toro furioso y al siguiente la dócil oveja.

Así que la Torá nos enseña a ser Adam, un ser humano de carácter humano —en realidad Divino. Ser un hombre y no un buey, una dama y no una oveja. Ser un mentsch, comportarse como una persona madura y refinada, no como un vilde jaie ("animal salvaje"). Examine sus propias tendencias de comportamiento; revise sus sentimientos y disposiciones interiores. ¿Está satisfecho con usted mismo como ser humano? ¿Están felices aquellos que lo rodean, o usted los intimida con sus temperamentales rabietas? ¿Es usted maduro y de temperamento apacible o sufre de furias pasajeras?

Explorar nuestras almas y nuestra psique interior en busca de comportamientos inaceptables y luego hacer algo con esto es lo que quiere significar cuando decimos traer al animal al altar del sacrificio. Es el animal en el interior de cada uno de nosotros. El verdadero y principal sacrificio es el sacrificar el ego.