Pensaba, tenía la esperanza de que hubiera terminado, pero escucho el sonido nuevamente. El sonido de aviones volando sobre nuestras cabezas y hogares. El tronido constante que no me permite olvidar la situación. El estruendo constante que me recuerda «Estamos en guerra». Sí, Israel está en guerra.

Suena el teléfono.

Es mi madre. «¿Que está pasando?». «Oh, no mucho», le digo de manera indiferente, tratando de enmascarar la ansiedad que siento.

Me dice que no está escuchando las noticias, que no puede. Estoy de acuerdo con su decisión. Quisiera poder decirle lo mismo. No quiero que se preocupe. «Aquí todo está bien. Tengo algunas latas de comida y agua de reserva. Pero estamos bien, solo es una medida precautoria. Los niños están bien. Todos estamos bien. Reza, pero no te preocupes».

Reza, pero no te preocupes. ¡Qué frase! ¿De dónde la saqué?
En el día en que temo, Yo en ti confío1

Soy conocida por mi calma y tranquilidad. Pero ahora, mientras los aviones resuenan sobre mi cabeza, me siento ansiosa y asustada. ¿Qué está pasando?

Me acuesto a dormir temprano, me desplomo en un profundo sueño. Mi marido ha estado ausente por dos semanas, y cuidar de mis hijos y trabajar me está costando. En otras ocasiones, cuando ha tenido que salir de la ciudad no me había sentido tan ansiosa. Pero en este último par de semanas, desde el brutal secuestro y asesinato de nuestros hermosos niños, Israel ha estado sufriendo. Es difícil respirar. Me siento cansada y pesada.

Una hora después, un fuerte sonido de sirena me saca de mi sueño. Siento mi corazón latiendo en mi garganta. ¡Mis hijos! Salto de la cama y corro a la habitación donde ellos duermen. Se despiertan con el sonido de un ratón, pero aún con el sonido de la sirena continúan en un sueño profundo. Me dejo caer sobre ellos y comienzo a recitar Salmos. ¿Los despierto? No...

En el día en que temo, Yo en ti confío.

Tengo mucho miedo. De pronto, algo sucede. Mientras me aferro a mis hijos que siguen durmiendo, pienso «Gracias Di-s. Gracias por darme estos preciosos regalos. ¡Gracias por darme vida!». Repentinamente, tengo un profundo sentido de apreciación. Mi calma interna se restauró.

¡BOOM!
Escucho algo. ¿Una explosión? Salmos de nuevo.

El teléfono suena y suena y suena. Amigos que llaman para ver cómo estoy. Trato de permanecer tranquila y pienso en mi marido. Por fin, ya pasó. Regreso a mi cama y recuesto mi cabeza sobre la almohada. Mis ojos contemplan la oscuridad.

Las sirenas se detienen por esta noche, pero no el rugido de los aviones. No puedo dormir, me levanto aliviada cuando escucho el camión de la basura pasar a las 4: 45 a. m.

Un nuevo día. La rutina continúa. Veo el noticiero y escucho los milagros nocturnos.

Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra: Mas a ti no llegará2

Seguimos con nuestros planes diarios como siempre. Este va a la escuela, este se va de día campo, y este a la guardería. Me voy al trabajo. La radio está encendida. Oímos sirenas. Miro a mis compañeros. Mi mano se aferra más a los Salmos.

En el día en que temo, Yo en ti confío.

«No es aquí. Es el radio. Una sirena apagándose en Ashkelon», dice un compañero. «Apágalo», le pedimos.

Una hora después, me llaman para recoger a mi hija. El día de campo se canceló. Y ahora una clienta llama para cancelar. No es seguro que maneje hasta Jerusalén. Israel está en guerra.

Sí, Israel está en guerra, pero ¿no ves lo que sucede? Los milagros, las oraciones, la unidad. Mi amiga me dice «Elana, todas las plegarias que se están diciendo. Todas las Hafrashat Challot, separando la Challah, y las velas de Shabbat encendidas, toda la caridad dada, nos están protegiendo. Están creando una cerca impenetrable. ¿No lo sientes? ¿No lo ves?».

Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra: Mas a ti no llegará.

¡Sí! ¡Lo siento! Te pido, precioso judío, no te detengas. Toma un libro de Salmos. Reza por nosotros cuando enciendas tus velas de Shabbat este viernes. Quiero que sepas que tus oraciones, tu caridad, tus buenas obras han caído sobre nosotros y nos están ayudando y protegiendo.

Los aviones. Los escucho. Mis labios repiten las palabras...

En el día en que temo, Yo en ti confío.