Pregunta:
Me gustaría saber si pueden explicarme a mi mujer. Ayer por la noche se quejó de que no ayudo lo suficiente en la casa. Me acusó de haber vuelto a la casa y haberme desplomado en el sillón para relajarme, haciendo que ella tuviera que encargarse de los niños, la cena y todo lo demás. Cuando le recordé que en verdad yo me había ofrecido a ayudarla, me respondió que no le parecía un ofrecimiento sincero. Estoy confundido. ¿Qué más puedo hacer? ¿Es culpa mía que ella ignorase mi ayuda?
Respuesta:
Tú crees que estás siendo sincero. Y probablemente así sea. Pero hay veces en que lo que tú dices y lo que escucha tu esposa resulta completamente distinto. Debemos tomar conciencia del impacto que tienen nuestras palabras.
En el ejemplo anterior, cuando dijiste: “Si lo precisas, estoy aquí para ayudarte”, sin duda creías que estabas siendo amable.
Sin embargo, lo que tu mujer escuchó fue: “Estaré en el sillón relajándome. Si verdaderamente me necesitas, entonces deberás venir a interrumpir mi momento de paz y, de mala gana, iré a ayudarte a cortar algunos vegetales como un mártir”.
No parece un ofrecimiento convincente. Aunque no hayas dicho exactamente esas palabras, entre líneas expresaste tu voluntad de ayudar, pero no tu deseo de ayudar. No pareces estar a su servicio, sino más bien parecería ser que no te opones a contribuir si resulta absolutamente necesario.
Tu esposa no se siente apoyada con ese ofrecimiento porque es pasivo. Siente que le estás haciendo un favor y que entonces estará eternamente en deuda contigo por el heroico gesto de que te molestes en levantarte del sillón y preparar la ensalada. No es de extrañar que haya sentido que tu ofrecimiento de ayudar no era sincero.
Aquí hay otra forma de decir lo mismo:
“Estoy aquí para lo que necesites. Dime qué puedo hacer para ayudar”.
Las palabras son apenas diferentes. Pero el significado es diametralmente opuesto. De esta forma te estás poniendo a su disposición. Sin condiciones. No estás esperando que ella tenga que interrumpirte. Estás allí para lo que necesite, a su entera disposición, listo para recibir instrucciones. Cuando ofreces tu ayuda de esta manera, el ofrecimiento es recibido con gratitud porque es sincero. Podemos llamarlo un ofrecimiento activo en vez de pasivo.
Este concepto deriva de un hecho que aconteció hace más de 3000 años y tiene que ver con la aceptación del pueblo judío de la Torá en el monte Sinaí. Di-s quería entregarles sus leyes, pero antes de escuchar los mandamientos, los israelitas se comprometieron con el cumplimiento de su voluntad. Dijeron: “naasé venishmá”, “Sin saber qué nos vas a pedir que hagamos, la respuesta es sí, lo haremos. Ahora escucharemos qué es lo que quieres”.
No hay duda de que lo que verdaderamente querías era ayudar a tu esposa. Pero debes intentar expresarlo de forma tal que ella lo escuche. Debes ofrecer activamente tu ayuda para que no sienta que simplemente estás para ayudar con la ensalada, sino que estás ahí para ella, incondicionalmente.
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