“… Para conseguir parnasá”, es la respuesta que ofrecemos cuando nos preguntan el objetivo del trabajo.
El ser humano está compuesto de un alma y un cuerpo. La parnasá es el medio para asegurar la presencia del alma dentro del cuerpo en forma plena, pero no es el fin de nuestra existencia.
¡Sí! Dependemos de la parnasá para estar vivos, pero lo que realmente debemos comprender es cuál es el objetivo de que un alma Divina y pura se encuentre aquí abajo.
La respuesta es que el alma viene a trabajar – no para conseguir parnasá sino para rectificar el mundo. El infinito potencial que yace cautivo en cada experiencia de este mundo, justifica el descenso de esa alma pura, que es similar a la caída “desde un techo muy alto, hasta el pozo más profundo”.
Esta semana leemos la sección de Behar. La parashá nos dice que debemos dedicar seis años a trabajar la tierra, pero que el séptimo debe ser un año de descanso para Di-s. Similarmente tenemos el Shabat semanal que sigue a los seis días laborales.
La idea de ese descanso es que nosotros retomemos perspectiva. Es un período en el que comprendemos que no estamos trabajando para vivir, sino que estamos vivos para poder trabajar. Es una isla en el tiempo consagrada a la reflexión – a esmerarnos por reconocer cuál es el objetivo y separar los medios de la finalidad.
La parnasá es el medio que nos faculta a estar cómodos dentro del mundo, para así poder entregarnos de pleno a rescatar el infinito potencial que contiene.
En la actualidad, este concepto nos hace más falta que nunca. Vemos a tantas personas afectadas por la depresión y la ansiedad, pero todo se debe a que desean encontrar la satisfacción en la parnasá. Buscan cada vez más riqueza pero persiste un vacío interior intolerable. Porque la riqueza – en todos los sentidos – es solo un medio, que faculta a que el alma esté cómoda dentro del cuerpo y pueda lograr su fin – hacer del mundo inferior un hogar digno del Creador.
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