Rabí Iehudá fue un erudito e intelectual de primer orden en el estudio de la Torá, además de ser el autor del Sefer Jasidím (el Libro de los Devotos) fue jefe del Bet HaMidrash de Speyer, siempre predicaba la importancia de la fe (emuná), la conducta refinada y la oración devota, calificándolos como más vitales que el estudio en sí. Se cuenta de él que a menudo se quitaba sus vestiduras rabínicas y ataviado como un mendigo o un vagabundo viajaba a través del país. Su intención era experimentar en carne propia todas las penurias y sufrimientos que afligen la vida del pobre y del desamparado. Cuando se le preguntaba sobre su extraño proceder, respondía: -No es en la quietud hogareña o en la paz de su estudio donde un judío debe demostrar su carácter, sino en las pruebas cotidianas de la calle.
Rabí Iehudá Hajasid, a quien se conoce principalmente por sus escritos éticos, era un hombre de grandes conocimientos halájicos, aunque condenó el entonces difundido método de estudio llamado pilpúl, la polémica teórica sobre el Talmud. Lo consideraba un método infructuoso de encarar el estudio, pues su propósito fundamental es la acción, la conducta piadosa, y no la pura teoría ni la discusión por amor a ella. Era un líder de los Jasidei Ashkenaz (Pietistas Germanos).
A menudo utiliza historias para ilustrar sus ideas y registra muchas costumbres y tradiciones. Habla sin reservas del cuidado y la precaución que debía tenerse en el trato con los no-judíos de su época, evocando sus amargas experiencias a manos de los Cruzados. Asimismo, en base a ellas, exhorta a los judíos a no salvar la vida a costa de simular aceptar otra fe.
Muchas historias similares se cuentan sobre esta ilustre personalidad, demostrando así la reverencia y estima que les merecía aquel hombre a quien tanto debían.
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