Una de las emociones que puede provocar la ansiedad y la depresión es el enojo por las ofensas o agresiones recibidas por otros, el guardar rencor y mantener vivas las ganas de ajustar cuentas.

El primero que sale perjudicado de eso es uno mismo, ya que guardar rencor es como tomarse un vaso de veneno y esperar que el otro muera.

¿Cómo se hace para liberarse de las ataduras del rencor y la venganza?

En la lectura de esta semana, Vaiejí1 , leemos sobre una receta.

Iosef tenía todos los motivos para estar enojado con sus hermanos y vengarse de ellos al presentarse la oportunidad. Y no era para menos: lo odiaron desde que era niño, lo quisieron matar, lo terminaron vendiendo como esclavo, sufrió soledad y una cantidad de penurias y ahora como virrey de Egipto estaba en perfectas condiciones como para vengarse de ellos. Si había un freno —el no querer causar angustia a su padre—, luego del fallecimiento de su padre, ya tenía vía libre. De hecho, los hermanos de Iosef temían justamente eso, que había llegado el momento de “pagar la factura” y se acercaron a Iosef a “negociar” con él los términos de su futura relación2 .

Iosef tenía otra visión al respecto: “No tengan miedo,” dijo Iosef. “Uds. pensaron hacerme mal, pero Di-s lo pensó para bien… para poder traer salvación a multitudes…”3 . No es que Iosef perdonó magnánimamente a sus hermanos; es que directamente descartó a su comportamiento como irrelevante. Lo que le había sucedido fue porque Di-s así lo había diseñado para poder cumplir una misión importante. Las decisiones de ellos fueron nada más que instrumentos por medio de los cuales los diseños de Di-s se plasmaron.

Vemos otra faceta de esta actitud de Iosef durante su estadía en la cárcel a causa de las acusaciones falsas de la esposa de su amo. La Torá4 nos cuenta como dos ministros el Faraón fueron condenados a la cárcel donde estaba Iosef y tuvieron sueños de noche. A la mañana estaban con caras muy largas. Iosef les pregunta “¿por qué tienen cara larga hoy?”. Le cuentan sus sueños y él se los interpreta. Como consecuencia de dicho episodio termina saliendo de la cárcel años después para interpretar los sueños del Faraón y como consecuencia de ello ser nombrado virrey de Egipto.

Vemos aquí el poder incalculable de dos palabras simples: “¿Cómo estás?”. No es solo porque terminó siendo un eslabón crucial en la eventual liberación de Iosef, sino porque nos demuestra que aunque Iosef no pudo hacer nada muy “importante”, hizo el máximo de lo que sí pudo en ese momento: ayudar al prójimo aunque sea con un simple “¿Cómo estás? ¿Por qué esa cara?”

Iosef, exiliado de su familia y privado de su libertad injustamente, no perdió tiempo en sentirse lástima como un pobre víctima, sino buscó oportunidades para aportar algo a alguien.

He aquí una herramienta de la lectura de esta semana. Todo lo que nos pasa en la vida viene de Di-s y es para nuestro beneficio, aunque no siempre podamos entenderlo así. El desafío está en buscar el potencial positivo dentro de cada situación que nos toca vivir. Los “mensajeros” son totalmente irrelevantes.