Estimados lectores:
El comienzo de la parashá nos cuenta que la matriarca Rivka estaba muy preocupada porque su vientre se convulsionaba cuando pasaba por un templo consagrado a servir a Di-s y lo mismo ocurría cuando pasaba por algún lugar designado para la promiscuidad. ¿Cómo era esto posible? ¿Qué clase de monstruo estaba ella criando en su vientre?
Fue a consultar con un sabio que le dijo “Dos naciones hay en tu vientre” y entonces se calmó Rivka. No era un bebe con problemas de personalidad, eran dos entidades distintas con búsquedas y deseos diferentes.
El Tania, libro central de la filosofía de Jabad, comienza diciéndonos que en nuestro ser conviven dos almas, un alma divina que puja por conectarse con su fuente y otra alma animal que busca todo el tiempo satisfacer sus deseos e impulsos.
Todo el tiempo, desde nuestro nacimiento (o mejor dicho desde nuestro Bar Mitzvá, cuando la batalla se hace más real) luchamos entre estas dos energías que conviven dentro nuestro, una nos pide que nos dejemos llevar por nuestros impulsos sin importar nada y la otra nos exige medir cada acción analizando si de esta forma nos estamos conectando con nuestra fuente original y haciendo un bien al mundo.
La mayoría de las crisis existenciales que tenemos los humanos surgen de la brecha que hay entre estos dos punto, nuestro trabajo aquí en la tierra es lograr convencer al animal interno que hacer lo correcto es beneficioso para el también.
La mística judía interpreta que estas dos energías se encuentran metaforizadas en los dos hijos de Rivká, Iaacov y Eisav, “cuando uno está arriba el otro va a estar abajo” y cuando logremos domar a Eisav habremos cumplido el objetivo de la existencia.
¡Shabat Shalom!
Rabino Eli Levy
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