Me alegro de que le preguntes a un Rabino si es reemplazable. Es como preguntar a un empleado sobre la perspectiva de ser sustituido por la automatización.
Supongo que tu pregunta no se refiere a la sustitución del papel del Rabino como mentor, dado que la IA carece de experiencias humanas, emociones y capacidad de empatía. Gran parte de la labor de un rabino consiste en conectarse con la gente a nivel personal y emocional, comprender sus circunstancias particulares dentro de un contexto más amplio y ofrecerles orientación en consecuencia. La IA no puede reproducir la profundidad de la conexión humana necesaria para el asesoramiento y el apoyo espiritual.
Más bien, tu pregunta parece referirse a hacer preguntas halájicas a un chatbot en lugar de a un Rabino.
La verdad es que, a diferencia de un empleado típico que es reemplazado por la IA, muchos Rabinos darían la bienvenida a una posible alternativa. Después de todo, nada les gustaría más que pasar su tiempo estudiando más Torá tranquilamente. En cuanto a su sustento, saben que Di-s puede proporcionar a todos su sustento independientemente de la IA. Pero, por desgracia, un chatbot no es un Rabino.
Te explico por qué:
¿Son precisos los chatbots y la IA?
Si uno simplemente está buscando información sobre lo que un texto halájico específico tiene que decir, una IA puede ser una herramienta valiosa para la recopilación de información y el estudio de la Torá. Puede proporcionar acceso a una amplia gama de fuentes y ayudar a recopilar resúmenes completos de diversas opiniones y textos.
Sin embargo, a pesar de los significativos avances de la IA en diversos campos, aún le queda un largo camino por recorrer para proporcionar información fiable y precisa, especialmente en el ámbito de la Halajá.
Los textos de la Torá requieren a menudo una interpretación matizada, que tenga en cuenta factores históricos y contextuales. Los sistemas de inteligencia artificial suelen funcionar con algoritmos basados en datos y carecen de la capacidad de captar los entresijos de las enseñanzas religiosas. Un Rabino humano (¡ojalá!) posee años de formación, estudio y comprensión del texto, lo que le permite ofrecer orientación dentro del marco de la Halajá.
Una segunda cuestión es que la programación de la IA introduce un reto importante. Los valores y las normas halájicas programados en los sistemas de IA reflejan intrínsecamente un sesgo, influido por las creencias e interpretaciones de quienes desarrollan los algoritmos. Este sesgo puede llevar a la exclusión o priorización de ciertas opiniones, distorsionando potencialmente el panorama halájico presentado por la IA. La aceptación o el rechazo de temas controvertidos puede influir enormemente en las conclusiones de la IA, orientándola en direcciones específicas que pueden no estar en consonancia con la Halajá.
Pero supongamos que una IA ha superado de alguna manera todos estos retos y también ha avanzado significativamente hasta el punto de que puede recopilar y presentar información imparcial. Aun así, disponer de información y datos precisos no es más que uno de los componentes para determinar cuál es la Halajá correcta.
Shimush y el Rabino practicante
En innumerables cartas y alocuciones, el Rebe enfatiza (¡y amonesta!) que si surge una pregunta en Halajá, no es suficiente con preguntar a alguien que haya recibido el título de “Rabino”; el Rabino necesita ser un Rabino practicante que tenga shimush, es decir la experiencia que viene siendo aprendiz de un Rabino veterano.1
Los sabios del Talmud2 hablan de “aquel que leyó y aprendió pero no sirvió a los eruditos de la Torá (shimush)”:
Rabí Elazar dice: Ese individuo es un ignorante.
Rabí Shmuel bar Najmani dice: Ese individuo es un patán.
Rabí Ianai dice: Ese individuo es comparable a un samaritano (es decir, sigue la Torá Escrita pero no las tradiciones rabínicas).
Está claro que el shimush es una condición crítica. El shimush implica relacionarse activamente con autoridades experimentadas y conocedoras, observar sus metodologías y adquirir experiencia práctica en la toma de decisiones halájicas. Esta experiencia de aprendiz es crucial para desarrollar habilidades prácticas, criterio y profundo conocimiento sobre la práctica halájica, cualidades que no pueden adquirirse solo con leer textos y recopilar información3 .
Análogamente, la Mesorá (tradición) desempeña un papel crucial en la toma de decisiones halájicas. La IA carece de la capacidad de acceder a material anecdótico como también a experiencias personales transmitidas a través de generaciones de eruditos. La Mesorá abarca no sólo las enseñanzas orales recibidas del maestro, sino también la observación de cómo el maestro aplicó las normas halájicas en casos prácticos4 . Una afirmación intrigante que se cita a menudo en la Halajá es que “la opinión de los legos es opuesta a la opinión de la Torá”5 .
El Rebe explica que esto se refiere a personas que sí han aprendido y son quizás muy conocedoras de la Halajá. Sin embargo, incluso estas personas pierden un componente vital del proceso de la toma de decisiones halájicas si carecen de experiencia práctica6 .
No en vano el Talmud afirma: “El shimush es aún más valioso que el estudio”7 . En otras palabras, una IA puede haber aprendido mucho y parecer más “experta” en muchos aspectos, pero puede seguir considerándose “ignorante” a nuestros efectos. Aunque técnicamente no tenemos hoy en día el proceso de la semijá original, para que a alguien se le considere Rabino, sigue necesitando recibir semijá y haber tenido la experiencia práctica de shimush. 8
Ayuda divina
Además de las razones esbozadas anteriormente, cuando un Rabino aborda el proceso de decisión halájica con la capacitación adecuada (es decir, shimush) acompañada de la humildad y el temor al Cielo apropiados, recibe siata dishmaia, es decir ayuda del Cielo, que asegura que dictaminará correctamente en ese caso específico. Esto se debe a que el rabino está siguiendo lo que la propia Torá9 nos ordena hacer.10
Una historia relatada a menudo por el Rebe ilustra este punto:
Rabí Iejezkel Landau, el famoso autor de la obra Nodá Beiehudá, fue rabino de Praga de 1754 a 1793. En cierta ocasión, un grupo de eruditos que deseaban impugnar sus cualificaciones rabínicas le presentaron una serie de preguntas sobre temas halájicas. Estos “casos” ficticios estaban cuidadosamente construidos para ser lo más complejos y engañosos posible, con el fin de atrapar al rabino en sus trampas lógicas y avergonzarlo al llegar a una decisión incorrecta.
El Rabino Iejezkel consiguió resolver todas las cuestiones satisfactoriamente, es decir, todas menos una. Inmediatamente, sus detractores se abalanzaron sobre él, mostrando cómo su veredicto contradecía cierto principio de la ley halájica.
Dijo el rabino Iejezkel: “¡Estoy seguro de que este caso no es un caso verídico y que lo han inventado para avergonzarme!”.
“¿Cómo lo sé?”, continuó el Rabino. “Porque sé que la Torá de Di-s es verdadera. Verás, cada vez que un ser humano es llamado a decidir un asunto de la ley de la Torá, nos enfrentamos a una paradoja: ¿cómo es posible que la mente humana determine la voluntad de Di-s? Las leyes de la Torá son la sabiduría y la voluntad de Di-s y son las leyes más fundamentales de la realidad; preceden y superan incluso a las leyes de la naturaleza. ¿Cómo es que el intelecto finito y propenso al error está autorizado a decidir tales absolutos Divinos?
“Pero la Torá misma instruye que ‘la Torá no está en el cielo’ sino que ha sido entregada al hombre para que la estudie y la comprenda, y que siempre que se plantea una cuestión o un asunto de la ley de la Torá, es el ser humano, empleando su conocimiento y juicio finitos, quien debe emitir un dictamen. En otras palabras, cuando una persona deja de lado todas sus consideraciones personales y entrega su mente totalmente al servicio de la Torá, Di-s garantiza que el resultado será totalmente coherente con Su voluntad.
“Sin embargo”, concluyó Rabí Iejezkel, “esta ‘garantía’ sólo se aplica a hechos reales, cuando un Rabino es llamado a determinar qué es lo que Di-s desea que se haga bajo una serie de circunstancias dadas, pero no si su honor personal es el único tema en cuestión”. Si me hubieran planteado una cuestión relevante, sé que no me habría equivocado, ya que abordé el asunto sin ningún interés o motivo que no fuera estar al servicio de la voluntad de Di-s. Pero como ese caso no era más que una pregunta hipotética diseñada para engañarme, mi mente era como cualquier otra mente, grande y pequeña por igual: imperfecta y manipulable”.
Ahora bien, mientras que los Rabinos tienen asegurada esta asistencia, no tenemos la seguridad de que se conceda lo mismo a los algoritmos
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