Tres arcas
El artículo más sagrado en el Tabernáculo que el pueblo judío construyó en el desierto era el Arca, que contenía las Tablas con los Diez Mandamientos. En la lectura de Terumá1 , la Torá ordena que el Arca sea hecha de madera de acacia y que sea cubierta por dentro y fuera con oro2 .
Para cumplir con esta estipulación los judíos confeccionaron tres cajas, colocadas una dentro de la otra. La caja más grande y visible fue hecha de oro puro. Dentro de ella pusieron una caja de madera de acacia. Luego una segunda caja de oro fue hecha y puesta dentro de la de madera. Por lo tanto, la caja de madera del medio estaba cubierta con oro por dentro y por fuera3 .
Pero, ¿por qué tenían que construir tres arcas para cumplir con esta condición? ¿No podrían haber construido un arca de madera y enchaparla por dentro y fuera con oro?
Tres capas del alma
El oro es un metal inerte, mientras que la madera pertenece al mundo botánico de crecimiento y desarrollo. Por el otro lado, la madera no tiene nada del brillo intenso y esplendor del oro. Y aunque la madera puede ser desarrollada en una estructura magnífica, puede, a diferencia del oro, deteriorarse y pudrirse.
La Kabalá y el Jasidismo enseñan que la estructura psicológica de cada ser humano consiste de tres capas, una por debajo de la otra: la más profunda, frecuentemente invisible, es el nivel quintaesencial del alma que puede ser desconocido incluso para el hombre mismo. Luego está la personalidad consciente, incluyendo nuestros sentimientos, caracteres, instintos y deseos. Finalmente, está la capa del comportamiento, los pensamientos activos, las palabras y acciones que expresamos y llevamos durante nuestros encuentros e interacciones diarias con el mundo que nos rodea.
Las tres arcas que el pueblo judío construyó hace más de tres milenos en el desierto del Sinai representan esas tres dimensiones de la estructura humana. El arca más interna, hecha de oro puro e insertada dentro de las otras dos arcas, reflejaba la dimensión más interna del alma, que puede ser definida como “oro puro”. Esta es la esencia Divina espiritual de nuestra identidad, que despliega un lustre brilloso de santidad, integridad y amor.
Así como el oro que proviene del mundo inorgánico no está sujeto a un cambio real, así también la esencia dorada del alma humana no puede ser alterada. No importa cuánto fuimos abusados por otros o por nosotros mismos, el núcleo de nuestra conciencia sigue siendo una pieza de oro.
El arca de madera del medio reflejaba la personalidad consciente más visible del alma humana. Como la madera, nuestros sentimientos y actitudes pasan por muchos cambios durante nuestras vidas. Podemos desarrollar y refinar nuestro carácter de “madera” para que se vuelva exquisito y hermoso, o nuestra personalidad puede pudrirse.
Nuestro ser de “madera” generalmente vacila entre ambos extremos. A veces se siente idealista, virtuoso y espiritual, pero otras veces nos encontramos consumidos por emociones de desolación, deseos negativos y ambiciones oscuras. Nos sentimos podridos y decayendo dentro nuestro.
Finalmente, la tercera arca exterior, conspicua para que todos la vean, fue hecha de oro puro. Esto reflejaba el plan de la Torá para la capa más externa de la estructura humana: el comportamiento del hombre.
Aunque sintamos que nuestra personalidad se está desgarrando por dentro, luchando con demonios oscuros y pesimistas, nunca podemos permitirnos sucumbir a esas fuerzas y darles permiso para dictar nuestro comportamiento. Tenemos que recordar siempre que, aunque nuestro estado de ánimo pueda gravitar hacia la decadencia, nuestra esencia siempre sigue siendo oro puro.
Este es el código fundamental del judaísmo para el comportamiento humano. Aunque te sientas egoísta, perverso e insoportable por dentro, tu comportamiento, lo que haces, cómo hablas y cómo piensas, debe reflejar la belleza y el esplendor de tu Divinidad y santidad innata.
Pueblo no sagrado haciendo cosas sagradas
Rabí Schneur Zalman en su libro el Tania4 hace una distinción importante entre los pensamientos instintivos y los pensamientos conscientes. Aunque los pensamientos instintivos estén fuera del control del hombre, los pensamientos conscientes permanecen dentro de su “jurisdicción”. Por lo tanto, aunque nuestros pensamientos instintivos puedan estar podridos o incluso malvados, reflejando la dicotomía bien-mal inherente en la naturaleza humana, nuestros pensamientos conscientes siempre tienen que estar hechos de oro.
Consecuentemente, no hay necesidad, ni siquiera es posible para mucha gente, tener todas sus tres “arcas” de oro puro. No es trágico si nuestra “arca” del medio sigue teniendo conflictos y está en una dicotomía. Pero a pesar de esta dicotomía eterna, nuestro comportamiento, nuestros pensamientos activos, palabras y acciones, siempre deben reflejar nuestra divinidad y espiritualidad innata. Di-s no deseó un pueblo compuesto de “santos”, haciendo cosas santas; Él deseó un pueblo con integrantes “no santos” haciendo cosas santas.
No confundas lo que eres con lo que estás vistiendo. Es un triste error permitirte ser definido por tu mal estado de ánimo externo en lugar de tu ser interno de oro.
Nota del autor: Mi agradecimiento a Rabino Tzvi Hirsh Zarchi (Director de Jabad de Harvard University) por compartir esta idea conmigo, en nombre de su padre, Rabino Shlomo Zarchi, quien la escuchó de veteranos jasidim de Jabad.
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