La rivalidad entre hermanos es parte integral de la vida familiar. Pero lo que puede ser más aun perjudicial, a la larga, es el hecho de que a menudo se espera de los padres que actúen como jueces...
Dos niños se acercan llorando al padre y señalándose uno al otro:"Fue su culpa", "Él empezó", "Ella me lo sacó primero". Es fácil para un padre caer en la trampa de intentar diferenciar la parte inocente de la culpable.
Si tiene la bendición de tener dos o más niños, seguramente se encontrará que pasa varias horas de la semana "jugando" a ser juez. Como tantos padres, usted puede llegar a asumir que éste es su deber. Se sentará y escuchará pacientemente cada parte, interrogará a los litigantes, y tomará testimonio a los testigos. Cuando esté listo para dar un veredicto sobre quién está equivocado y quién correcto, los niños ya se habrán olvidado de la pelea y habrán seguido con la próxima actividad.
Lo que no funciona en este planteamiento—aparte de la pérdida de tiempo y energía— es que usted está enseñándoles a sus hijos a asumir que en cada conflicto que hay una parte culpable y la solución es disparar el reproche en dirección a esa parte.
Recientemente un psicólogo infantil me dio una simple sugerencia: si dos niños vienen con la queja de una pelea, (a menos que uno de ellos sea una mole de tamaño), ¡rételos a ambos! Envíelos a ambos a sus cuartos. Ellos aprenderán muy rápido a resolver sus diferencias con solo cambiar la conducta negativa que causó la pelea. No buscarán al culpable, ya que tomaría más tiempo resolver el problema. Una solución rápida significa que ellos pueden regresar jugar más pronto.
La tendencia a culpar otros de cualquier cosa nos viene naturalmente desde niños; a menos que "des-aprendamos" esta conducta, la llevaremos a nuestra vida adulta. Cuando dos personas vienen a mí con un conflicto, yo normalmente encuentro que cada una de las partes puede identificar muy bien qué parte la otra persona jugó creando el problema. Las oigo decir cosas como: "¡Si sólo él dejara de criticarme!" o "¿Por qué ella es tan terca?" o "¡Por qué él es tan malo conmigo?", "¡Si sólo él cambiara un poquito, no tendríamos este problema!".
Tendemos a focalizar toda nuestra energía en la parte que nuestro antagonista le tocó en la creación del conflicto. ¡Pero ésa precisamente es la parte del problema que menos podemos influir ni arreglar! Nosotros no tenemos ningún control sobre lo que el otro piensa, siente o hace. Enfocándonos en nuestros propios sentimientos y acciones, sobre lo que sí tenemos control, podemos llevar a cabo los cambios apropiados que podrían ayudar a resolver el problema.
Es casi imposible de encontrar un conflicto en el cual una parte sea 100% inocente y la otra 100% culpable. Tenemos más chances de solucionar nuestras diferencias si evaluamos con sinceridad la parte En la mayoría aplastante de casos, cada uno de los lados es un contribuyente al conflicto. Nosotros tenemos un mucho mejor la oportunidad de resolverse nuestras diferencias si nosotros examinamos con sinceridad la parte que nosotros jugamos en la disputa. Y al tener el coraje de hacer a un lado nuestro ego y asumir la responsabilidad por lo que nos toca, la otra parte también hará lo mismo.
Únete a la charla