Para todos los efectos prácticos, “israelita” es sinónimo de “judío” o “hebreo”.

El término “israelita” proviene del nombre “Israel”, que le fue conferido a Yaakov, nieto de Abraham y padre de las 12 tribus, después de su victoria sobre el ángel de Esav, con quien “luchó” en las orillas del río Jabbok.1 El nombre “Israel” se puede interpretar como “vencedor sobre los ángeles poderosos”, “príncipe de Di-s” o “el hombre recto de Di-s”.

También es la raíz del nombre (menos común) Yeshurún,2 que es similar a “Israel” en el hebreo original.

Desde una perspectiva histórica, la denominación “hebreo” (ivrí) ha estado en uso desde la época de Abraham, e “israelita” siguió en uso cuando la descendencia de Yaakov se convirtió en una nación.

Por el contrario, “judío” (yehudí) se popularizó en la era del exilio persa, momento en el que los israelitas que no estaban bajo el dominio de Judá se habían sumido en la idolatría y exiliado para siempre, y todos los israelitas restantes (incluso los que no eran de la Tribu de Judá) eran conocidos como “judíos”.

Es solo en tiempos recientes que el uso del término “judío” superó a “israelita” (y “hebreo”) como la designación preferida para los miembros de la tribu, pero “israelita” sigue siendo el nombre principal de nuestro pueblo en algunos otros idiomas.

Yaakov fue llamado así porque nació agarrando el talón (ékev) de Esav”. El nombre también significa “subvertir” o “bloquear”. Así, “Yaakov” denota al judío que está lidiando con desafíos y luchando por reconciliar su herencia espiritual con su entorno material. “Israel”, en cambio, ha ganado la batalla. Él ve que no hay nada más que Di-s, y todo lo que parece contradecirlo es solo un espejismo puesto allí por Él para que lo superemos.