Todos conocemos los sentimientos que sobrevienen después de una discusión con el ser amado, a menos que tengamos el privilegio de conformar una pareja idílica, plena de dulzura y con ausencia total de discusiones.

Se dicen palabras ásperas, palabras acaloradas, palabras acusatorias. Luego las palabras se detienen porque ya no hay nada más por decir. Sobreviene en cambio el dolor y la incredulidad, pero también una serenidad peculiar. Sabes que hay cosas relacionadas con tu cónyuge que nunca entenderás... y mejor que sea de esta manera, no podría ser de otra.

Aun no hay perdón o aceptación para lo que se ha dicho y se ha hecho – posiblemente no lo haya nunca. Pero hay algo más, algo que nunca antes has sentido, por lo menos no de esta manera: un sentimiento de confianza. Puedes estar demasiado enfadado como para comprender, pero tu sangre sabe, que no importa que tan fuerte sea el dolor, no importa cuan grande es la agonía de la incomprensión, aun queda la fe mutua, en la unión y en el feliz futuro en común.

Éste es el sentimiento que predomina en la sección bíblica que se lee esta semana. En los últimos versículos de Shemot, Moisés, la quintaesencia del líder judío, protesta contra el sufrimiento de su gente clamando a Di-s: "Mi Amo, ¿por qué haces el mal a este pueblo? ¿Por qué me has enviado? Pues desde que vine ante Paró a hablarle en Tu nombre, él maltrató aun más a este pueblo, y Tu no has hecho nada para salvarlos!" La respuesta de Di-s es igualmente áspera, reprende a Moisés, incluso lo castiga por su reclamo.

Continuando la discusión viene la apertura de la sección bíblica de Vaeira, donde no hay ninguna respuesta explícita al reclamo de Moises, ningún esfuerzo por sofocar sus terribles palabras. En cambio, existe una reiteración de los fundamentos del matrimonio entre Di-s y Su pueblo: las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob; la garantía de la inminente redención. Han pasado cosas en este matrimonio que nosotros no podemos entender, por lo menos no con nuestras mentes racionales; sin embargo el vínculo se mantiene intacto.

Ser un judío hoy, en la presente coyuntura de nuestra historia, es experimentar algo semejante a lo que Moisés experimentó en la unión de las secciones bíblicas de Shemot y Vaeira. Justo, cuando todo nuestros sueños están a punto de realizarse, todo parece estar cayéndose a pedazos. Nubes negras de desesperación, oscurecen nuestros cielos, y nosotros lloramos con inerme enfado: ¿Por qué a nosotros nos sucede esto? ¿Por qué nos estamos haciendo esto a nosotros mismos?

Es en momentos como estos en los que se revela nuestro vínculo con Di-s, una paz consoladora se despierta en nuestras agitadas almas: pues comprendemos que confiamos en Él.