La mayoría de nosotros ha experimentado en el curso de sus vidas lo que nos gusta llamar "momentos de verdad". Éstos son períodos en los que cuando algo muy profundo dentro nuestro es desafiado, respondemos de una forma que aquellos que nos conocen-e incluso nosotros -nunca habría pensado posible. Nos descubrimos capaces de actos de sacrificio, valor e ingeniosidad que exceden considerablemente nuestra "normal" desenvoltura.

Pero, a pesar de lo impresionantes que estos hechos son, casi siempre son tan pasajeros como magníficos. Parece que estos dictados de naturaleza son momentos de verdad- relumbran, sólo son destellos, de algo más allá de nuestro ser real.

En eso se funda uno de los aspectos más asombrosos de la historia de Purim. Como está relatado en el Libro de Ester, aun después de que Hamán había perdido el favor del rey y había sido colgado, el decreto que él inició permanecía efectivo: lo único que Ester pudo lograr fue que el rey emitiera un segundo decreto en el que los judíos tuvieran derecho para resistirse y defenderse de aquellos que vinieran a matarlos. El primer decreto, que llamaba a todos los ciudadanos del reino a aniquilar a la minoría judía en el día 13 de Adar, permanecía en vigencia hasta esa fecha, cuando los judíos salieron victoriosos en su guerra contra sus enemigos, matando 75,000 de sus asaltadores.

En otros términos, durante casi un año completo (el mandato de Haman se emitió en 12 de Nisan), un decreto de aniquilación colgó por encima de cada judío vivo sobre la faz de la tierra, cuando sus enemigos tenían el permiso real para quitar sus vidas. Sin embargo, a lo largo de este periodo, ni un solo judío "cambió de status" para salvarse renunciando a su Judaísmo. De hecho, la Meguilá relata que tan impresionante era la posición judía que muchos no-judíos se convirtieron al Judaísmo en este periodo. Semejante despliegue de compromiso sostenido no tiene parangón en la historia del hombre.

En ese primer Purim, cada hombre, mujer y niño judío era un héroe. Más significativamente, lo suyo no era el "momento de verdad" de heroísmo, sino el despertar de una unión a su Di-s que ninguna amenaza externa o corrosión interior podría disolver. Es de esta fuente de compromiso y auto-sacrificio que hemos estado obteniendo lo necesario desde entonces.