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7. En esta Sección Semanal se relata cómo [Iaacov,] un solo y único judío se dirigió a una tierra extraña, [Jarán]. Al llegar allí, nada tenía consigo. Había creído que [a su arribo] tendría bienes, pero finalmente vio que nada tenía, [y, como dijera, sólo] "con mi bastón crucé este [río] Jordán"1. Sin tomar esto en cuenta, [este Iehudí] marchó con "corazón liviano" y convicción2, pues tenía fe en el Altísimo.

Cuando llegó a Jarán notó que allí no tenía en quien confiar, ni siquiera en sus familiares. Incluso su tío, Laván, lo engañó. No obstante, no perdió su confianza en Di-s.

Gracias a esta actitud, pese a que le llevó muchos años de arduo esfuerzo –"De día me consumía el calor, y por la noche la helada"3–, sin embargo, trabajando confiado en Di-s, finalmente llevó consigo cuantiosos bienes, una gran riqueza y, lo más importante, mitató shleimá – "tuvo 12 hijos, [precursores de las 12 Tribus,] en quienes no había defecto alguno". Todos eran como se debe ser, [hombres] íntegros, perfectos.

[Nuestro Patriarca] Avraham tuvo un buen hijo, Itzjak; pero también tuvo otro, Ishmael. Itzjak [por su parte, también] tuvo un buen hijo, Iaacov; pero también tuvo otro, Eisáv. Si bien ambos –Avraham e Itzjak– criaron a sus hijos en la Tierra de Israel y no en el galut (exilio diaspórico), cabía la posibilidad, no obstante, de que tuvieran hijos tales como Ishmael y Eisáv. En contraste, Iaacov y sus hijos vivieron en el galut, sin tener en quién apoyarse –tal como el mismo Iaacov lo expresara4: "¿De dónde vendrá mi ayuda?" – "Dirá Israel"5, aludiendo a "Israel, el Anciano"6, Iaacov– [y a pesar de estar solo, en un entorno extraño y desfavorable, logró que todos sus hijos continuaran su camino, la senda de Di-s].

Iaacov trabajó duro y, paralelamente, debía ocuparse de que sus hijos e hijas –12 hijos en el seno de todo un pueblo ajeno a ellos–, no incorporaran los hábitos y costumbres de Jarán, y por el contrario procuró [asimismo] que ellos se impregnaran con la Torá que él, el padre de 100 años y más, recibiera de sus padres y ancestros Shem y Ever7 y trajera consigo a la nueva tierra del otro lado del Jordán.

Iaacov tuvo éxito en todos sus objetivos. Precisamente de este modo logró que: "El hombre prosperó abundantemente"8, se transformó en un hombre literalmente rico, y ésta fue una riqueza verdaderamente exitosa y feliz, pues tenía la mayor de las riquezas: todos sus hijos eran hombres perfectos; él logró sacar del exilio, íntegros, a todos sus hijos e hijas.

8. La moraleja –el nimshál– y reflejo de todo lo antedicho respecto de nosotros, en nuestra época, es clara.

Y en cuanto a la situación general de los judío, y en lo que respecta a la educación judía en particular:

Podemos ver que todas las promesas etc. [que los seres mortales nos hacen], no son nada. [En cambio:] "Mi ayuda proviene de Di-s"9 [y] "No tenemos en quién apoyarnos, sino [exclusivamente] en nuestro Padre Celestial"10. Sólo de El podemos fiarnos, y nuestro vínculo con El sólo se logra por medio de la Torá y las mitzvot.

Cuando se eduque a los niños en la senda de la Torá de "Israel, el Anciano", –[en el espíritu de las Escrituras que declaran:] "Es un pueblo que mora en soledad"11, un Jéider (Escuela Tradicional Judía), una Ieshivá (Casa de Estudios de Torá)– , imbuidos por el espíritu de la Torá de Di-s, aquella Torá que recibimos de nuestros padres y abuelos, y ellos la estudien con Temor al Cielo –Irat Shamáim– y sin concesiones, sólo entonces, "todos sus hijos serán íntegros", y "marcharemos [al encuentro del Mashíaj] con nuestros jóvenes y ancianos, con nuestros hijos e hijas"12. Y cuando llegue el Mashíaj diremos con justo orgullo: "Estos son nuestros soldados, nuestro ejército 'Made in América'; nacieron y crecieron en [los Estados Unidos de] América pero son judíos íntegros, listos para la Redención".

Sea Su voluntad, que todos vayamos al encuentro de nuestro justo Mashíaj, pronto en nuestros días, Amén.