El ayuno y la flagelación corporal no son un medio apropiado para nuestra generación. No sólo porque muchos de nosotros somos demasiado frágiles para debilitar nuestro cuerpo aún más. No sólo porque el hambre puede interferir con nuestra habilidad para difundir el bien en el mundo. Sino, principalmente, porque es hora de llevar una vida espiritual con el cuerpo, no en su contra.