Milagros a la vista
Mientras escribo estas líneas, los milagros se están desplegando delante de nuestros ojos. La amenaza concreta de un ataque nuclear fue neutralizada. La Fuerza Aérea israelí domina los cielos de Irán. Lo que se temía como una represalia masiva, se redujo a unos pocos misiles enemigos que lograron pasar las defensas. Y aunque esos misiles se cobraron vidas inocentes —algo trágico e imperdonable— es evidente para todos que los milagros abundan.
Guía en tiempos de guerra
Durante casi cincuenta años, el Rebe, Rabí Menajem Mendel Schneerson, de bendita memoria, enseñó que los judíos buscamos la guía de la Torá en todos los aspectos de la vida: desde las cosas más simples del día a día hasta los temas más complejos como la guerra y la paz.
La misma Torá que nos ordena no matar, también nos exige cuidar la vida de los inocentes, y nos indica cuándo y cómo es legítimo pelear.
El Talmud es claro: “Si alguien viene a matarte, madrugá y matalo vos primero”.
“El hecho de que el ‘otro’ venga a matarte —explicaba el Rebe en 1969, al referirse a la situación de Israel en Medio Oriente— implica que la Torá nos ordena adelantarnos: no hay que esperar a que el enemigo actúe. Eso podría ser, Dios no lo permita, demasiado tarde. Hay que levantarse primero y matarlo”.1
¿Qué es la verdadera moral?
La moral genuina no depende de la opinión del momento ni de las modas humanas. Se basa en los preceptos del Creador, justo y compasivo. Así como asesinar va contra la voluntad de Dios, cuando hay vidas que se pueden salvar tomando medidas concretas y preventivas, hacerlo también es cumplir su voluntad.
“El pueblo judío debe salir con firmeza —continuaba el Rebe— mostrando que no le teme a nadie. No confiamos en los ‘carros’ ni en los ‘caballos’, sino en el nombre de nuestro Dios. Y cuando actuamos así, el temor del pueblo judío cae sobre nuestros enemigos”2 , asegurando así una victoria decisiva.
Fe, oración y acción
La reunión del gabinete israelí que dio luz verde al ataque preventivo comenzó con una oración y terminó con la lectura de Tehilim (Salmos). Esa misma tarde, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu fue al Kotel (el Muro de los Lamentos), con un talit y sus tzitzit como marca de identidad. Como miles de judíos antes que él durante los últimos dos mil años, se paró allí a rezar. Citó el versículo: “¡Un pueblo que se levanta como una leona y se alza como un león!”, y pidió la ayuda divina.
(Este versículo del libro de Bamidbar3 también inspiró el nombre de la operación militar que Israel estaba por iniciar: Operación León Naciente).

Nuestra fuerza no es natural
Que los líderes recurran a la plegaria antes de iniciar un ataque contra un enemigo poderoso y bien armado es un reflejo de una verdad profunda: si todo se tratara de poder físico y recursos naturales, no tendríamos chances. Pero el pueblo judío nunca sobrevivió por medios naturales. Nuestra fuerza viene de otro lado: cuando ponemos la confianza en Dios, es cuando salimos adelante.4
Por eso, aunque aviones, drones y espías sean necesarios, también lo es nuestra parte espiritual: la tefilá, el estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot son las herramientas que nos traen bendición y éxitos sobrenaturales.
Como una leona al amanecer
“Un pueblo que se levanta como una leona y se alza como un león” —¿qué significa realmente? Rashi lo explica así: al despertar por la mañana, el judío vence los obstáculos como un león, y aprovecha la oportunidad para cumplir mitzvot: se pone el talit, recita el Shemá y se coloca los tefilín.
El Rebe destaca que este versículo no se refiere solamente a la fuerza física o al coraje del pueblo judío5 , sino que habla de lo esencial: las mitzvot que hacemos apenas empieza el día. Y no es casual que estas tres mitzvot —tzitzit, Shemá y tefilín— estén directamente relacionadas con el gran milagro de la salida de Egipto, el nacimiento de nuestro pueblo: “Yo soy el Eterno, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto”6 .
Estos tres actos conectan el Éxodo con el pensamiento, la palabra y la acción:
- Los tzitzit, que usan los hombres y los chicos judíos, son un recordatorio constante que nos ayuda a pensar en el milagro divino del Éxodo.
- Al decir el Shemá cada día, contamos con nuestras palabras el relato del Éxodo.
- Y cuando nos ponemos los tefilín, con ese simple gesto afirmamos con nuestras acciones —ante nosotros y ante el mundo— que Dios nos liberó de Egipto “con mano poderosa”.
Así se levanta un león judío: con la cabeza, la boca y las manos alineadas con la misión divina.
Milagros de ayer y de hoy

Durante la Guerra del Golfo en 1991, Irak disparó 39 misiles Scud sobre Israel... y no pasó nada. El Rebe remarcó entonces que estábamos viendo milagros a plena luz del día. “Milagros visibles —decía—, no solo para los judíos, sino para todas las naciones del mundo”.
La guerra coincidió con la festividad de Purim, cuando conmemoramos otro milagro: la salvación del pueblo judío en Persia —hoy Irán— en tiempos de Mordejai y Ester.
Hoy, mientras seguimos viendo cómo se desarrolla una guerra sin precedentes, no podemos dejar de reconocer los milagros abiertos, tanto en los ataques sobre Irán como en la defensa de la tierra de Israel.
“La Torá nos enseña a no hablar de malos presagios —escribió el Rebe—. Rezamos para que de ahora en adelante solo escuchemos buenas noticias. Buenas de verdad, reveladas, claras como el día”.
Levantarse como leones
Después de actuar según la guía de la Torá —“levantarse y matar primero”— ahora nos toca al pueblo judío levantarnos también en el estudio y en el cumplimiento de las mitzvot. Porque si queremos seguir viendo milagros, necesitamos elevarnos nosotros también por encima de lo natural, preparándonos para ver cumplida la promesa divina:
“Como en los días de tu salida de Egipto, te mostraré maravillas”.7
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