También para esto ha de disponer su corazón [aquel que padece de timtúm halev]: Cumplir con la instrucción de nuestros Sabios: "Sé de espíritu bajo ante cada hombre". [Las palabras implican] " así", [y no meramente actúa así,] con plena sinceridad, en presencia de cada hombre, aun en la presencia del hombre más indigno de los indignos (kal shebekalím). [Esto puede lograrse] siguiendo la instrucción de nuestros Sabios: "No juzgues a tu prójimo hasta que no hayas estado en su lugar". Porque es [literalmente] su "lugar" el que lo hace pecar, ya que su sustento lo hace recorrer el mercado todo el día, y [cuando no está ocupado con esto] es de aquellos que se sientan en las esquinas de las calles. [De modo que] sus ojos ven todo tipo de tentación, y "lo que el ojo ve, el corazón ansía". Además, [puede que sea su "lugar" espiritual el que lo lleve a pecar, porque] su naturaleza de mal arde como el horno ardiente de un panadero, como está escrito en Hoshéa: "El arde como un fuego llameante".

Es distinto, sin embargo, el caso de aquel que sólo recorre poco por el mercado, y la mayor parte del día permanece en su casa [y no en las esquinas de las calles, por lo que enfrenta menos tentación]. Y aun si recorriera el mercado todo el día, puede ser [que su "lugar" espiritual sea distinto en] que no sea tan ardoroso por naturaleza [por lo que no está tan tentado por lo que ve en allí]. Porque el impulso al mal no es el mismo en todos. Hay quien tiene una naturaleza [más apasionada, y otro menos apasionada], como se explica en otra parte.

En verdad, incluso aquella persona que es de naturaleza extremadamente ardorosa y cuyo sustento la obliga a estar sentada todo el día en las esquinas de la calle, no tiene excusa alguna por sus pecados, y es llamada rashá gamur ("un malhechor total") porque no tiene el miedo a Di-s ante sus ojos. Porque debería haberse controlado, y restringido la sensación de deseo en su corazón, por el temor a Di-s, Quien ve todas sus acciones, pues [este temor le hubiera ayudado a superar sus deseos a pesar de su entorno y su naturaleza, ya que], como ha sido explicado previamente, la mente tiene supremacía sobre el corazón por naturaleza natal.

En verdad, quebrantar el propio impulso [al mal] que arde como un fuego llameante, por temor a Di-s, es una lucha inmensa y feroz; realmente, es como una verdadera prueba. Por lo tanto, cada hombre debería sopesar y examinar su propia posición, según las pautas de su lugar y nivel en su servicio a Di-s, si él sirve a Di-s [en una situación que requiere lucha similar] de manera proporcional a las dimensiones de una tan feroz lucha y prueba [como enfrenta el kal shebekalím], en el plano de "haz el bien", o sea, en el servicio de la plegaria con kavaná (unción), por ejemplo, [debe luchar contra su inclinación al mal diariamente] para derramar su alma ante Di-s con toda su fuerza, al grado de "exprimir su alma". [Tanto antes, como preparación, así como durante su plegaria] debe librar una intensa lucha contra su cuerpo y contra el Alma Animal que está dentro de éste, que impiden su devoción, machacándolos y triturándolos como polvo día a día antes de las plegarias matutinas y vespertinas, y también durante las plegarias debe esforzarse con fatiga del espíritu y fatiga del cuerpo, como se explicará más adelante en detalle.

Cualquiera que no haya logrado esta propiedad de librar una guerra tan poderosa contra su cuerpo, aún no ha alcanzado la calidad y dimensión de la lucha [que diariamente se libra dentro del kal shebekalím] contra la naturaleza de mal que arde como una llama flameante, para que [este poderoso impulso al mal] sea humillado y quebrantado mediante el temor a Di-s.

Así también, con la kavaná de la persona en las Gracias Después de las Comidas (Birkat HaMazón) y en las bendiciones, ya sea [pronunciadas] antes de la comida o de ejecutar una mitzvá, y ni hace falta mencionar la intención de la persona al cumplir una mitzvá — que sea ejecutada (únicamente) en aras de la mitzvá misma. Del mismo modo [respecto a la lucha requerida] en la cuestión de su dedicación al estudio de la Torá, [tiene que luchar] para estudiar mucho más de lo que demanda su deseo innato o acostumbrado, por medio de una poderosa lucha con su cuerpo. Porque estudiar una fracción más de lo que le es natural es una pequeña pugna. No es equiparable ni similar con la lucha [del kal shebekalím] contra su impulso al mal que arde como fuego, por el cual, no obstante, es llamado totalmente malvado (rashá gamur), si no vence su impulso para que esté sometido y quebrantado ante Di-s. ¿Y qué diferencia hay entre la categoría de "aléjate del mal" y la categoría de "haz el bien"? Todo es mandamiento del Santo Rey, el Uno y Unico, bendito sea.

Así también con otros mandamientos [que requieren lucha contra el impulso al mal, la persona hallará que no la libra de forma adecuada], especialmente en cuestiones que involucran dinero, como el servicio (avodá, lit.: "trabajo") de caridad y similares.

Incluso en la categoría de "aléjate del mal", todo hombre pensante puede descubrir dentro de sí que no se aparta completa y totalmente del mal, en una situación que requiere una lucha del nivel [—magnitud—] descripto arriba [en comparación con el kal shebekalím], o aun de una magnitud menor. Por ejemplo, [hallará que no reúne las fuerzas necesarias] para cortar en medio de un chisme placentero, o de un cuento en descrédito de su prójimo; [debería hacerlo] aun si es un desaire menor y muy leve, y aun si fuera verdad, y aunque [su objetivo] fuera para exonerarse —como se sabe de lo que dijo Rabí Shimón a su padre, Rabeinu HaKadosh: "No fui yo quien la ha escrito, sino Iehudá el sastre la escribió", y su padre contestó: "Mantente apartado de la difamación". [Obsérvese allí en la Guemará, Tratado de Bavá Batrá, al comienzo del capítulo 10].

Lo mismo es aplicable a diversas cosas similares que ocurren frecuentemente. Esto es especialmente cierto con respecto a santificarse en asuntos permitidos [absteniéndose de su indulgencia] — y éste es un mandamiento bíblico, derivado de los versículos: "Santos serán...", y "Os santificaréis a vosotros mismos...". Además, [para las opiniones de que no es mandamiento bíblico,] "las normas rabínicas son aún más estrictas que las leyes bíblicas", etc. Sólo que todos estos, y sus similares, son de "los pecados que la gente pisotea con sus talones", [insensible a su importancia,] y que pasaron a considerarse como permitidos porque se incurre en ellos repetidamente.

En verdad, sin embargo, si es un erudito, sustenta la Torá de Di-s y desea estar cerca de Di-s, su pecado es insosteniblemente grande y su culpa aumenta varias veces con el hecho de que no lucha ni supera su impulso de una manera proporcional con la calidad y naturaleza de la lucha [que debe enfrentar el kal shebekalím,] mencionada anteriormente; [su culpa es mucho mayor] que la culpa del kal shebekalím, el más indigno de los que se sientan en las esquinas, distantes de Di-s y de Su Torá. La culpa de ellos por no evocar el temor a Di-s —Quien conoce y observa todas sus acciones— a fin de restringir su impulso que arde como una llama flameante, no es tan atroz como la culpa de aquel que se acerca cada vez más a Di-s, a Su Torá y a Su servicio. Tal como nuestros Sabios han dicho de [el apóstata] "Ajer": "Porque él conoció Mi gloria...", [dijo Di-s]. Por eso han dicho nuestros Sabios sobre los iletrados que "los pecados premeditados les son considerados como actos inadvertidos".