Estás atrapado en tu matrimonio. Has dicho determinadas cosas, también ella agregó lo suyo y todo lo expresado es imperdonable, de modo que ahora te encuentras atrapado en este cubo de tenso silencio que solías llamar "hogar". De ahora en más, solo puedes seguir cuesta abajo. Sí, hay una escapatoria, justo ayer se dio un momento, una fugaz oportunidad de reconciliación. Pero tú eras demasiado grande como para poder pasar apretadamente por esa pequeña brecha.
Estás atrapado en deudas. La casa que acabas de reformar, el auto que, sí o sí, tenías que tener, las vacaciones que necesitabas tomarte (tú también te mereces algo, ¿verdad?). Las cuentas te están ahogando y, desde ahora, el único camino es cuesta abajo. Sí, hay un resquicio a través del cual, desde tu interior, una pequeña voz a veces te hace señas: "Esto realmente no lo necesitas". Pero te has vuelto demasiado grande como para poder pasar apretadamente por ese estrecho lugar.
Estás atrapado en tu vida. No importa para qué lado gires, solamente encuentras paredes, hábitos inamovibles, colegas hostiles, deseos esquivos. La única dirección que no parece estar bloqueada para ti es hacia abajo. la que conduce más profundamente hacia la ciénaga.
Hay momentos en que el cielo se aclara lo suficiente como para que puedas ver la escotilla de escape ubicada, allá arriba, en la pared, el camino de salida a la liberación. ¡Pero es tan pequeña! En realidad no es que sea tan diminuta sino que eres tú quien se tiene que achicar, achatarte tanto como para poder pasar. Tienes que desinflar tu individualidad como para poder decirte a ti mismo: "¡Espera un momento! ¡Estoy equivocado al pensar que todo esto se refiere a mí! No se trata de mí, se trata de Nosotros. No es lo qué puedo ser y tener, sino qué es lo que puedo hacer y aportar".
Celebramos la festividad de Pésaj eliminando de nuestro hogar todo el jametz (alimentos que contengan levadura) y reemplazándolo con matzá, el pan sin levadura. Los maestros jasídicos explican que para poder volver a experimentar la liberación del Éxodo, el momento de la historia que nos permitió liberar nuestras almas de cualquier forma de esclavitud, tanto presente como futura, debemos erradicar el jametz de nuestras almas y reemplazarlo con matzá.
Jametz- el grano fermentado e hinchado - representa esa hinchazón vanidosa del ego que esclaviza al alma más de lo que puede hacerlo cualquier prisión externa. La matzá, chata y poco pretenciosa representa la humildad, la modestia y el compromiso, que son los máximos liberadores del espíritu humano.
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