Los judíos tienen estrictamente prohibido comer alimentos leudados en Pésaj. El pan es reemplazado por la Matzá.

En esta fecha, los judíos de alrededor de todo el mundo, tienen especial cuidado para limpiar incluso la más pequeña miga de Jametz.

¿Por qué? ¿Cuál es su significado más espiritual y personal?

La característica de la masa leudada (Jametz) es que crece y se hincha, simbolizando orgullo y ostentación. En cambio, una Matzá es fina y chata, lo que sugiere humildad y sumisión. Pésaj nos enseña que el Jametz -arrogancia- es la antítesis de los ideales de la Torá.

Cuando un hombre arrogante se ve obligado a realizar una Mitzvá que demande de una cuota de su propio sacrificio (por ejemplo, la caridad, que implica compartir sus posesiones con sus compatriotas menos afortunados), se desliga del cumplimiento de dicha obligación. Su razonamiento es:

"Soy un hombre adinerado porque me lo merezco. De hecho, me merezco más de lo que actualmente poseo, así que ¿por qué habría de donar un poco de este dinero?"

Además, el egoísmo de la persona arrogante lo priva de la habilidad de poder discernir qué es lo que realmente vale la pena de su vecino, llevándolo a la altanera conclusión de que el otro está muy por debajo de su nivel.

Siguiendo su línea de pensamiento, la causa de la pobreza de su vecino es fácilmente comprendida: "¡Seguramente ese pobre no se merece nada mejor!" "Ahora," piensa para sí mismo, "si D-os mira justa y correctamente, y sabe que este hombre es pobre ¿realmente debo yo intervenir y ayudarlo? "

Un razonamiento tan egoísta, lleva al individuo arrogante a hacer más y más mal. Y sin embargo, jamás percibirá la maldad de sus acciones ni se arrepentirá por ellas. Por lo que, incluso cuando se ve obligado a reconocer que sus acciones no son correctas, encuentra varias causas "que exceden su control", y que prevalecieron sobre él, para justificar sus actos.

Aún cuando no puede encontrar ninguna excusa que satisfaga su consciencia, "su amor propio tapa todas sus transgresiones". Puede ser un malicioso malvado que no puede inventar, a pesar de la elasticidad de la imaginación, ningún posible razonamiento que justifique su comportamiento, pero su amor propio ciega sus ojos, y cubre su maldad.

El hombre humilde, por el contrario, tiene una actitud diametralmente opuesta, tanto en lo que respecta el cumplimiento de las Mitzvót, como a su arrepentimiento por actos inapropiados realizados anteriormente.

Utilizando nuevamente la Mitzvá de la Tzedaká como ejemplo: el hombre humilde se compara a sí mismo con su colega judío en el sentido correcto. Piensa para sí mismo: "¿Realmente soy mejor que él? ¿Merezco tener mejor fortuna?"

Hacer este análisis objetivamente, despierta en él una simpatía por su colega, y un deseo de prestarle su asistencia. Además, cuando la persona humilde y sin pretensiones actúa incorrectamente, ni siquiera intenta justificar su comportamiento.

Por el contrario, su sincera auto-evaluación lo impulsa a hacer Teshuvá, a arrepentirse honestamente de sus actos inapropiados.

Todos los años, en Pésaj, la Torá nos encomienda la tarea de eliminar de nuestra esfera cualquier trazo de Jametz. Debemos esforzarnos por deshacernos de cada partícula del "Jametz espiritual" -la arrogancia- para poder percibir claramente nuestras propias fallas y las cualidades de nuestros colegas.