¿Cuánto nos influencian nuestros padres y abuelos? Por supuesto los genes que heredamos de ellos determinan muchas cosas importantes en nosotros —desde nuestros niveles de colesterol a cuando encanecemos. ¿Pero qué pasa emocional y espiritualmente?
Me gustaría sugerir que nos influencian más que lo que admitimos. También tendemos a subestimar el potencial que ellos tienen al moldear el sistema de valores de la generación siguiente.
Un caso convincente sobre este tema es la historia de la Parashá de esta semana. José es vendido como esclavo en Egipto y termina en la casa de Putifar. La esposa de su amo fija en el hermoso joven su lujuriosa vista y repetidamente intenta seducirlo. José es consistente en su negativa a ni siquiera considerar sus insinuaciones. Entonces un día toda la familia va al templo para una ocasión especial. Ella finge estar enferma para estar sola en la casa con José. El viene a la casa para "hacer su trabajo" (Génesis 39:11). Rashi da dos interpretaciones: la simple —que el vino a trabajar; y otra, ¡que él realmente vino a hacer su trabajo con ella!
Decidido como era, en esta ocasión José estaba comenzando a caer. La moral y la moralidad estaban debilitadas y parecía que estaba a punto de sucumbir a las tentadoras súplicas.
Entonces repentinamente ocurrió algo que ayudó a José a recuperar sus sentidos y su auto control. ¿Qué fue? ¿Volvieron a casa más temprano? ¿El portero tocó el timbre? Dice Rashi, apareció ante José una visión, una visión tan potente que restauró su compostura en ese momento y lugar. ¿Cuál fue esa imagen? Citando el Talmud, Rashi dice que fue "la imagen del rostro de su padre". José repentinamente vio el rostro de su padre Jacob, y con eso su resolución moral fue restaurada.
¿Fue este un mensaje telepático desde la Tierra Santa? De acuerdo con la lectura simple, en ese momento Jacob ni siquiera sabía que José estaba vivo. Había desaparecido y estaba presumiblemente muerto, devorado por un animal salvaje. La comprensión simple de este pasaje talmúdico es que José recordó a su padre y vio su rostro patriarcal, la clásica imagen del sabio con la barba larga y blanca. Y con esa imagen en su mente, José halló renovadas energías espirituales para resistir la tentación.
Algunos pueden comprender este episodio como que José no quería decepcionar a su anciano padre. Otros pueden ver la imagen como un catalizador que evocaba en José sus propios recursos espirituales latentes. De todos modos, con el rostro de Jacob en su mente, José no estaba preparado para perder su elevado terreno espiritual. No podía ni quería hacer eso a su padre. Y a través de su padre, José recordó quien era —un orgulloso hijo de Jacob y nieto de Isaac y Abraham.
Tal fue el efecto que Jacob tuvo sobre José, y tal es el efecto que todo padre y madre, abuelo y abuela, pueden potencialmente dar a su descendencia. Por supuesto ellos deben ser respetados por sus hijos como hombres y mujeres de envergadura, pues su imagen representa toda clase de simbolismo moral. Si la imagen de un padre o abuelo envía una señal al joven como diciendo "¡Ve por ello, mi muchacho!" Entonces claramente el sistema fracasa. Con seguridad yo puedo decir que si no fuera por la imagen de mi padre y mi abuelo y su sutil influencia sobre mi, nunca me habría convertido en rabino. Ellos no me empujaron para nada, pero su influencia fue profunda. Así como su imagen, su carácter y todo su ser, fue suficiente para guiarme en la dirección correcta durante mis vacilantes momentos de indecisión juvenil.
José estuvo a punto de desviarse del camino en la tierra de Egipto, pero una imagen de su padre lo salvó de pecar y lo ayudó a lograr la grandeza. Que todos seamos buenos modelos y que nuestras imágenes ayuden a inspirar a nuestros hijos y nietos.
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