Era 1966, y Zalman Shazar visitaba por primera vez Estados Unidos como Presidente de Israel. Para esta ocasión, todos los eventos ceremoniales y las visitas oficiales tendrían lugar en el hotel de Manhattan donde se hospedaba el Presidente.

Una invitación formal fue enviada a la secretaria del Rebe, para que él acudiera a una visita oficial con el Presidente. Sin embargo, rápidamente se hizo saber que el Rebe no iba a visitar a Shazar al hotel, por lo que la única opción para que se encontraran era que Shazar visite al Rebe en la Sede Mundial de Lubavitch, en Brooklyn.

En la corta historia de Israel, no había precedentes de un hecho similar. Un Presidente nunca debería ir a visitar a alguien que no sea jefe de estado. Sumado a esto, el hecho de que el Presidente viajara a Brooklyn, un lugar que en ese momento era caótico e inseguro, implicaba un gran riesgo para la seguridad del Presidente.

De cualquier manera Shazar, que ya tenía un fuerte vínculo con el Rebe antes de asumir la presidencia, no quería dejar pasar la oportunidad de reunirse con él.

Alguien de la comitiva del Presidente le dijo que si iba a ver al Rebe podría perder la chance de ser reelecto como Presidente. Shazar respondió que esta no era una razón influyente ya que en este momento su mayor preocupación era reunirse con el Rebe.

Shazar se sintió atormentado por la situación.

Ese Shabat el presidente estuvo descompuesto. El doctor que lo revisó dijo que su malestar era producto de un estrés emocional.

Después de Shabat, el Departamento de Policía de Nueva York le informó al staff de Shazar que Brooklyn estaba tranquilo. El presidente podía visitar al Rebe sin preocupaciones.

Shazar esperaba ansiosamente la visita.

Pocas horas antes de la misma, se reunió en el cuarto de su hotel con una delegación de Jasidim de la tercera edad.

Luego de horas de esperar con la respiración agitada, la delegación presidencial partió hacia Brooklyn. Yo me senté en el auto con Shazar, quien me comentó que estaba muy emocionado por la visita.

Al llegar allí, una gran multitud se había agrupado fuera de la Sede Mundial de Lubavitch y también había un gran operativo policial asegurando el área. El Rebe estaba esperando a Shazar en la puerta.

Nunca voy a olvidar el momento en el que Shazar se bajó del auto. La multitud se quedó en completo silencio mientras caminaba hacia el Rebe. Se dieron las manos y se dieron un abrazo. Luego, Shazar colocó su mano sobre el hombro del Rebe, y este le tendió la suya. Esta fue la primera vez que fui testigo de un amor y un cariño tan profundo entre dos seres.

Todo nuestro grupo acompañó a Shazar a la oficina del Rebe, donde el Presidente le entregó al Rebe una caja de madera que contenía manuscritos con la filosofía de Jabad. Al parecer los manuscritos habían sido traídos de la Unión Soviética y entregados al Presidente. Horas más tarde, Shazar me contó que cada vez que visitaba al Rebe le traía un regalo.

El Rebe le correspondió, y le regaló a Shazar un nuevo discurso jasídico que había sido publicado recientemente en su honor.

Shazar le presentó toda su comitiva al Rebe. Este último le estrechó la mano a cada miembro de la misma y les preguntó su nombre y su cargo. El Rebe se dirigió al grupo en hebreo y en inglés. Shazar, por el contrario, le habló al Rebe en idish. La conversación empezó con Shazar contándole al Rebe que estaban construyendo una nueva residencia presidencial y que la misma contaría con una sinagoga.

Mientras la comitiva se retiraba del cuarto para dejar al Rebe y Shazar a solas, el doctor del Presidente le solicitó que "el encuentro personal" no fuera muy largo. El Rebe le dijo: "No estamos aquí para discutir asuntos personales, nuestra discusión girará en torno a asuntos que conciernen a un sinfín de individuos.".

Esta era mi primera reunión con el Rebe luego de escuchar tanto acerca de él. Estaba anonadado. Podía notar el interés que el Rebe tenía en cada palabra que pronunciaba cada una de las personas que estaban allí; les prestaba atención de una manera muy particular. Su mirada era inquisitiva. Cuando hablaba, se podía ver como el Rebe se acercaba a su interlocutor y lo miraba directamente a los ojos.

Recién a las dos de la mañana Shazar salió de la reunión. Mientras tanto, nosotros disfrutamos de una velada jasídica, con los Jasidim más mayores y la comitiva del Rebe. Shazar notó que estábamos todos cansados, por lo que sólo dedicó unos pocos minutos a hablar con la prensa sobre las impresiones de su visita. No reveló ningún detalle o comentario personal.

El Rebe acompañó a Shazar hasta su auto. El presidente me invitó a sentarme junto a él nuevamente. No paró de hablar en todo el camino de la ejemplar historia de Jabad, los grandes Jasidim de generaciones anteriores, y el orgullo que le provoca su herencia de Jabad. Se veía completamente renovado, como un niño que se exponía por primera vez a un nuevo mundo maravilloso. "¿No fue increíble?" Me preguntó en reiteradas ocasiones. Estaba sorprendido de cómo una persona tan mayor podía estar tan despierta y lúcida a altas horas de la madrugada. Su cara realmente brillaba.

Quienes lo acompañamos, que éramos mucho más jóvenes que él, estábamos tan cansados, y él, estaba tan despierto y fresco. Era realmente asombroso.

Si bien no reveló los detalles, Shazar sí me contó que la conversación trató sobre la situación de Israel, y sus esfuerzos por unificar varias comunidades judías. El Rebe hizo muchas preguntas y mostró mucho interés en la iniciativa.

Durante la conversación, Shazar mencionó la invitación que le hizo el Presidente Lyndon Johnson. Contrariamente a lo sucedido con algunos de los presidentes precedentes, Johnson manifestó abiertamente su apoyo a Israel, y fue el primero en invitar a un presidente Israelí a una visita oficial. El Rebe animó a Shazar, y lo bendijo para que su visita fuera exitosa.