No puedo sino reírme cuando recuerdo los días en que Internet era un lujo sagrado. Cuando aquellos quince minutos en un Cyber café eran simplemente los mejores quince minutos de mi vida. Un universo donde podía darme el gusto de un juego intenso de Tetris, teclear hotmail.com y esperar para chequear mi casilla de correos. Después... de horas de rogar, finalmente me daban quince minutos de diversión de avanzada en una computadora que ocupaba solo las tres cuartas partes del escritorio. Bueno, diez minutos y medio de diversión para ser precisa, una vez que, por supuesto, deducía los cuatro minutos y medio que le llevaba a la computadora sufrir una convulsión mientras emitía sonidos infernales de los que solo podía pensar que eran extraterrestres invadiendo el ciberespacio.
Puedo decir con seguridad que he evolucionado mucho desde entonces. Nuestras computadoras están curadas finalmente de las convulsiones, tenemos nuestros quince minutos completos de Tetris y tenemos conversaciones en vivo, cara a cara con gente alrededor del mundo. Lo que es más, podemos poner toda la red mundial en el bolsillo de atrás de nuestros jeans. ¡Por el amor de D-os!
Pero no estamos impresionados. No estamos asombrados ni encantados. Así es la vida ahora. No podemos imaginarnos el mundo de ninguna otra forma. No, no lo imaginaremos de otra forma. Hemos sido conmocionados por un síndrome donde si algo no es extremadamente pequeño, es considerado colosal, y si no es de alta velocidad es insoportablemente lento. El email es la nueva carta, el mensaje de texto es la nueva llamada telefónica y escribir en el muro es la nueva tarjeta de cumpleaños.
Bienvenido a la era de Google, la era de YouTube y el reino de Facebook. Bienvenido a los hogares que hemos construido en una galaxia lejos de las señales de tránsito y los semáforos, dónde los lugares se conocen por íconos y archivos. Un mundo donde lo que ves es lo que obtienes, incluyendo el relato de cada momento emocionante de nuestros días, videos en vivo de nuestras noches y evidencia de nuestras aventuras llenas de acción. Deja un mensaje en mi bandeja, envíame un tarjeta virtual, o escribe un grafiti en mi muro. Estás invitado a mi casa en cualquier momento que quieras, no necesitas golpear antes de entrar. Dale una hojeada a mi álbumes de fotos para entretenerte, y si todavía te sientes aburrido, mi diario está disponible para leerlo al mediodía. Se llama “Notas” por si quieres dejar tus comentarios sobre los detalles de mi vida íntima.
Parece que mostramos lo que somos en nuestras pantallas, dejando casi nada para la imaginación. Por lo que no puedo evitar preguntarme: ¿Estamos perdiendo definitivamente el contacto con lo que nos hace funcionar?
En lo que concierne a Facebook, esto es todo lo que soy: nací en noviembre. Tengo ojos verdes y pelo negro. Mis hobbies son salir de compras, bailar y subirme a montañas rusas. Y me gusta Oprah.
¿Pero eso es realmente lo que soy? ¿Eso es todo? ¿Una foto congelada en el tiempo que mira a mis 326 amigos y les pide que confirmen mi existencia? ¿Realmente soy tan unifacética que puedo condensar todos los dieciocho años de mi vida en dos párrafos titulados “Sobre Mí”?
En un mundo donde los regalos de cumpleaños pueden ser copiados y pegados, un amigo irritante puede ser borrado con un veloz click del mouse, y cualquier conocimiento de los sucesos de actualidad viene de un lugar llamado “Noticias”, tengo una pregunta: ¿Facebook se ha convertido en la crisis de identidad de los días modernos?
Mira, en Facebook, tú y yo somos virtualmente lo mismo. Podemos tener intereses similares, compartir los mismos amigos y asistir a las mismas fiestas. Incluso podemos tener el mismo gesto. Somos exactamente iguales, separados solo por el nombre arriba de nuestra foto. El carácter y la individualidad parece que están siendo destruidos como ventanas emergentes, y como si nada las personalidades están siendo tragadas en los muros vastos y que hacen eco, para no verse nunca más.
Sí, esta nueva era ha acortado las distancias en fracciones pero, esencialmente, ha creado una distancia que no puede ser atravesada por aviones o cámaras web. No una distancia entre tú y yo, sino una distancia entre tú y ti mismo. Una distancia que únicamente puede ser eliminada por un motor de búsqueda significativamente más sofisticado que Google, una búsqueda honesta y real del alma.
Tú ¿Quién eres tú? Si haces click mas allá de tu nombre, quitas todas la aplicaciones de tu página, y amplias tu cara, ¿a quién encontrarás detrás de todo eso? Cuando la situación es crítica, cuando los estatus son obsoletos, y Facebook pase de moda superado, por Twitter digamos, ¿quién serás, entonces? ¿Quién eras tú antes de los teléfonos celulares, en los días de las computadoras convulsivas que bailaban al compás de un Cyber café y en medio de modas como AIM, MySpace y el codiciado Facebook? ¿Quién es la persona detrás de tu monitor? ¿Quién es el tú esencial?
A la larga, lo físico es transitorio, las emociones fugaces, y todas las señales de una felicidad relacionada con la PC se desvanece en el momento que haces click en la “x” de la esquina superior derecha de la página. Lo único que queda, cuando apagas el monitor y cierras Windows, es tu alma.
Pero el alma es tan abstracta, y a menudo es tan difícil de identificarse con ella. Los términos son extraños, la anatomía desconocida, todo el concepto es algo difícil de meter en tu mente. Quizás la razón por la que encontramos tanto confort en Facebook es su simplicidad. La posibilidad de clasificarnos dentro de paredes limpias y bien definidas. En los recuadros azules y blancos, tú eres quien dices que eres. Te has explicado. Tu alma, en marcado contraste, es intangible. Inaceptable e increíblemente elusiva. No la puedes ver ni tocar. No puedes atrapar tu alma y encerrarla en un navegador web. De repente eres indefinible. De repente tus medidas identificatorias han escalado de una foto de 4 x 6 a un número demasiado grande de procesar. Tú eres mucho, y comienza a asombrarte y confundirte. Tienes literalmente al mundo entero doblado en tu bolsillo de atrás.
Y eso, mi amigo, te darás cuenta, es lo bueno de tener un alma. El cielo es el límite. No. Todo el universo y más allá. Aprovéchalo. Aprovecha las características extras, la eternidad, el hecho que nunca se va a poner viejo como otras cosas que vienen y se van. Acepta la invitación de D-os para entrar en la Eternidad. El guardia chequea tu identificación en la entrada. “¿Tienes un alma?” te pregunta. Es el club más exclusivo que hay. Tan exclusivo, que todas las celebridades claman por entrar en él.
Un alma es como una cadena de ceros. 000,000,000,000. Ceros que son lindos de mirar y son reminiscentes de una gran riqueza pero, seamos realistas, tienen el valor de ... cero. Si tú, sin embargo, pones un solo “1” delante de ellos, te volverías increíblemente rico.
Tu alma te permite utilizar esos ceros que te dio D-os. Conectándote con esta nueva energía, tienes la increíble capacidad de romper tus tendencias naturales y la habilidad de hacer posibles las cosas que pensaste que eran imposibles. Esta es una responsabilidad impresionante, pero un lujo divino.
Así que continúa y busca en tu PC. Contempla, en una carpeta oculta, encontrarás un archivo encriptado. Desencríptalo. Déjalo desenvolverse en su forma natural, desinhibida y en Times New Roman. Déjalo soltarse. Déjalo hacerte hacer cosas que nunca pensaste que podías. ¡Adelante!: conviértete en el equivalente espiritual de Bill Gates.
Pero debes saber: llegar a conocer verdaderamente la chispa divina que ruge dentro tuyo difícilmente tarde un nanosegundo. Toma toda una vida. Tomalo día a día. Disfruta del viaje. Deléitate en el conocimiento. Báñate en la luz. Toma fotos (¡y asegúrate de subirlas!). Y recuerda, no estás limitado a una foto unidimensional puesta en tu página de perfil. Eres infinitamente dimensional. Porque tienes las dimensiones de D-os arrolladas dentro de ti. No tienes solo la red de tu ciudad, tienes el Infinito.
Así que, cuelga tu traje espacial. ¿Por qué flotar en el ciberespacio cuando puedes volar por la Realidad? Sal de compras, pero no te dejes engañar por la versión falsa de ti que hay en las vidrieras. Nunca sacrifiques un valor eterno por una validación pasajera. Y mientras tecleas, subes y publicas, ten en mente: los comentarios son solo comentarios. Las fotos no tienen bocas. Y no puedes guardar los regalos virtuales que tuviste para tu cumpleaños. Facebook nunca será tan bueno como la vida real. Y realmente, cualquier lugar donde puedes tirar una oveja a alguien no debe ser tomado seriamente.
Desconéctate, haz click a la realidad.
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