En esta Perashá, se habla sobre las diferentes manchas físicas y condiciones que pueden afligir a la persona.

En el tratado talmúdico de Negaim, que se refiere sobre este tipo de manchas y condiciones, cita que “una persona ve todo tipo de manchas menos las de él mismo”.

Se cuenta que un prominente doctor conocido por su generosidad pero también propenso a la soberbia y jactancia.

Un día, mientras viajaba vio al rabino caminando. Se detuvo a ofrecerle llevarlo en su coche. Mientras viajaban, el doctor, como de costumbre, comenzó a hablarle sobre sus logros. “Usted sabe, Rabino, yo tengo muchos pacientes que no pueden pagar pero nunca los eché. Los trato exactamente igual que a mis pacientes más pudientes”.

“Yo también hago eso”, respondió el Rabino.

El doctor pensó que quizá el rabino se estaba refiriendo a los consejos espirituales que les daba a sus “pacientes” espirituales. “También”, continuó, “muchas veces los pacientes precisan comprar medicamentos muy costosos. Si no los pueden pagar, yo se los doy gratis”.

“Yo también hago eso”, se reincorporó el Rabino.

Quizá se refiera a que a veces él da a la gente ayuda material también, pensó el doctor.

“A veces las personas precisan días de cuidado luego de una operación. Se los doy voluntariamente, aunque yo tenga poco tiempo”

“Yo también hago eso”.

Así siguió, el doctor continuaba prodigándose elogios, mientras que el Rabino contestaba cada vez, “Yo también hago eso”

Eventualmente, el doctor no pudo contenerse más y le preguntó: “Rabino, no entiendo. Usted no es un doctor, ¿cómo puede hacer todas esas cosas?”

“No, me refería a que yo también lo hago, ¡Yo también hablo sobre mis buenas cualidades!”

El Baal Shem Tov, fundador del movimiento Jasídico, nos enseñó que la otra persona es como un espejo, si notamos fallas en los otros, es porque esas fallas existen en nosotros mismos. Esto no es un concepto tan extraño, es común en términos psicológicos hablar sobre una persona “proyectando” sus propias fallas en otro. Es beneficioso para nosotros darnos cuenta que cuando vemos una falla en otro es porque debemos trabajar en aquella misma falta que se encuentra dentro nuestro. Como el Talmud y la historia así lo ilustran, tendemos a no notar nuestros propios defectos, pero los encontramos en los otros.

Todo el mundo es un espejo diseñado en mostrarnos cómo debemos trabajar en nosotros mismos y en nuestras deficiencias. Una vez que nos damos cuenta de esto, y entendemos que las fallas que vemos en otra persona son una forma en la que la Divina Providencia nos muestra nuestras incorrecciones, nos es mucho más fácil ser más tolerantes y comprensivos con los otros.