Esta sección de la Torá aborda uno de los preceptos más importantes en el judaísmo: la pureza familiar.
Según la ley bíblica, las relaciones íntimas entre la pareja están prohibidas durante el período de la menstruación. Una vez terminado ese período, denominado nidá, la mujer cuenta siete días limpios, al cabo de los cuales debe sumergirse en una mikve (‘baño ritual’) para poder retomar el contacto íntimo con su marido.
La Torá no ofrece ninguna explicación para esta ley. Está dentro de la categoría de leyes conocidas como jukim (‘estatutos Divinos’), que no fueron acompañadas por una explicación racional explícita.
Tensión positiva en la pareja
En cuanto a la separación durante el período de la menstruación, encontramos en el Talmud1 la siguiente explicación:
El Creador del hombre, quien lo conoce íntimamente y sabe cómo funciona, es sabedor de que entre las mayores amenazas para el matrimonio se encuentran la rutina y el aburrimiento. Fijar un lapso cada mes en el cual la relación íntima está prohibida ayuda a crear una tensión positiva que sirve para fortificar el vínculo entre la pareja. Todos sabemos que lo prohibido nos seduce más que lo permitido.
Dicho mecanismo, denominado taharat hamishpajá (‘pureza familiar’), le provee a la pareja el gusto de lo prohibido dentro de lo permitido. El reencuentro mensual les ayuda disfrutar de una luna de miel perpetua.
Cabe señalar que, para que realmente funcione, debe respetarse el sistema como un mandato Divino. Si uno se propusiera inventar su propio período de abstención para lograr el mismo objetivo, terminaría creando una tensión negativa en lugar de positiva.
El motivo es muy sencillo. Ocurre que una ley humana, especialmente si es confeccionada por uno mismo, es inherentemente “negociable”, mientras que una ley Divina no lo es. Si la pareja se adhiere al sistema Divino, ambos integrantes saben que no hay opción mientras dure el período de separación. En cambio, en un sistema “casero”, diseñado por ellos mismos o por un tercero que no sea D-os, se verán constantemente tentados a hacer excepciones (piensa cuánto tiempo duró la última dieta que empezaste...).
Pureza e impureza
La Torá postula que, al final de su período de impureza ritual, la mujer debe purificarse sumergiéndose en un cuerpo de agua natural que reúna determinadas condiciones.
¿Cómo se explican los términos y conceptos de “pureza” e “impureza” en algo que parece ser nada más que un fenómeno biológico?
El significado de estos términos es relativo: un vaso de agua pura y un sonido puro tienen implicancias muy diferentes. Con la palabra ‘puro’ generalmente queremos decir que no contiene nada extraño, ajeno o de más.
En la Torá encontramos un estrecho vínculo entre, por una parte, la vida y la pureza y, por la otra, la muerte y la impureza. D-os es la fuente de vida; el potencial de generar vida es una extensión de esa energía creadora Divina, y la pérdida de dicho potencial nos transforma en receptores, vehículos o generadores de una realidad vacía de dicha energía. El nivel máximo de impureza en este contexto es el que genera el cadáver humano, justamente por haber perdido el máximo potencial de crear vida. En menor grado de impureza se encuentra la mujer menstruante al perder transitoriamente su potencial de crear vida, así como el hombre luego de experimentar un flujo de semen. En cada caso, el nivel de impureza es relativo al nivel de vida que poseía. Lejos de ser una señal de desprecio, es un reconocimiento del contraste entre el potencial de vida máximo de la persona y la pérdida del mismo. Cuanto más fuerte brilla la luz solar en la calle, tanto más difícil es ver al entrar a la casa, aunque las luces estén encendidas.
El ciclo de separación y unión asegura que el vínculo físico entre la pareja tenga lugar cuando ambos están con su potencial de vida pleno.
Aguas naturales
¿Por qué no alcanza para purificarse con bañarse en una bañera o bien en un jacuzzi de lujo? ¿Qué distingue la mikve de una piscina común y corriente?
Nuevamente, nos encontramos ante una ley Divina. El mismo D-os que determinó qué es lo que transforma a uno en espiritualmente impuro es Quien determinó cómo purificarse de esa condición. La Torá delinea dos opciones al respecto: un cuerpo de agua de lluvia y un manantial de agua. Cada una requiere ciertas condiciones físicas para adquirir y mantener ese poder purificador, condiciones altamente improbables que se reúnan en una piscina o bañera comunes y corrientes.
No se trata aquí de una consideración de higiene física, ya que la mujer se higieniza profundamente antes de entrar a la mikve para su purificación espiritual. La funcionalidad (o no) de una mikve depende de leyes y criterios propios de otra dimensión.
Es la adhesión a dichas normas “de otra dimensión” lo que ayuda a incorporar la dimensión Divina al matrimonio, lo que influye también en las condiciones físicas y espirituales de los hijos engendrados por esa unión.
Renacimiento personal
El agua es la fuente de la vida. Es interesante notar que la masa crítica de agua necesaria para una mikve es de cuarenta seá (medida bíblica equivalente a 331,776 litros), uno por cada uno de los primeros cuarenta días del embarazo, que es cuando el feto adquiere su forma. La inmersión en la mikve representa, entre otras cosas, una especie de renacimiento personal.
Dicha medida de agua alcanza para que el cuerpo humano pueda sumergirse totalmente, entendiéndose por esto que la manera de lograr ser afectado por la energía Divina vital purificadora es a través del sometimiento total a Su voluntad.
En la actualidad, muchas mikvaot incorporan también sofisticados criterios de higiene, estética y confort físicos, a la par de los mejores spas del mundo, siempre respetando las normas bíblicas mencionadas.
Según la Halajá, si los fondos comunitarios son escasos, es preferible que una comunidad carezca de sinagoga a que carezca de una mikve, ya que el uso de esta afecta el estado de pureza espiritual y la salud física de las nuevas generaciones engendradas, mientras que se puede rezar prácticamente en cualquier lado.
En Uruguay, como en muchas comunidades del mundo, hay cada vez más parejas jóvenes (y no tanto) que respetan este precepto milenario.2
La menopausia
Cabe señalar que, desde el momento en que la mujer menstrúa hasta que se sumerge en la mikve, retiene su estado de nidá, aunque hayan transcurrido años. A partir de que la mujer llega a la menopausia, corresponde visitar la mikve una sola vez, para entrar a esa etapa de su vida con pureza.
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