Esta semana leemos en la Torá, sobre distintas manchas cutáneas que se producían en la gente espontáneamente, si bien no había una razón física aparente, existía una razón espiritual. Quien hablaba mal del prójimo era castigado con estas manchas en el cuerpo.

Hay que entender que los castigos divinos, cumplen también la función de aleccionarnos y están relacionados con la falta cometida. Más todavía, podemos decir que en realidad no es un castigo, sino una consecuencia directa de la acción negativa.

El jasidut enseña, que todo lo que ocurre en las esferas materiales tiene origen en el plano espiritual. Entonces ¿Qué relación hay entre la maledicencia y las manchas en la piel?

Estas particulares manchas, no producían dolor, solamente se expandían sobre la piel.

El que habla mal del otro a sus espaldas, revela algo que debería estar oculto, viola la discreción y convierte en público algo privado. Por eso el castigo es sobre la piel, no es doloroso, pero vergonzoso, todos se enteran de la dolencia que esta sufriendo. Y la forma de curarse era salir de campamento en cuarentena, permitiendo al enfermo reflexionar sus acciones, ahora desde la perspectiva de quien sufrió la vergüenza pública.

¡Shabat Shalom!