Baruj Hashem, Miércoles, ayuno de Guedalia de 5708, 17 de septiembre de 1947

Yo no soy una escritora, ni la hija de un escritor. Mi deseo es narraralgunos recuerdos de los últimos años de vida de mi marido, de bendita memoria. Aunque no estoy segura de poder hacerlo con éxito. En primer lugar, si voy a poder transmitir en esta, todos mis recuerdos y en segundo lugar, si voy a tener la serenidad necesaria para esta tarea.

El arresto

28 de marzo 19391, a las tres de la mañana, cuatro agentes de la NKVD2 llegaron a nuestra casa en el 13 de la calle Barikadna. “¿Dónde está el Rav, Schneerson?” preguntaron.

Al dirigirme hacia la habitación en la que se encontraba mi marido en ese momento, con el fin de informarle de nuestra “visita”, ellos me siguieron inmediatamente, noté que varios de los agentes se habían apostado en cada una de las puertas, vigilando las entradas y salidas de la casa. Sin ceremonias se lo llamó a su estudio, donde el agente principal le mostró una orden de búsqueda y arresto. Sin perder un instante tomaron manos a la obra (la búsqueda).

Se revolvieron y revisaron todos los libros que se hallaban ordenados en cinco grandes armarios sin dejar pasar ninguno por alto. Uno de los agentes que parecía ser el más entendido, era consultado como experto cuando un libro les parecía sospechoso.

Se revolvieron todas las obras de Cábala, correspondencia sobre preguntas y respuestas rabínicas y abundantes cartas y telegramas del extranjero. Se confiscaron las cartas del Rebe [Rabino Shalom DovBer], de santa memoria, certificados de semijá3 de mi marido, del rabino Eliyahu Jaim de Lodz4 y el Rabino Jaim de Brisk5, una petición de la comunidad de Jaffo donde él fué Gran Rabino con visas para toda la familia, correspondencia del Comité de Distribución Conjunta sobre la ayuda financiera de la Provincia Yekaterinoslav, y demás documentos.

En una estantería aparte, entre los volúmenes especiales había un libro que incluía una línea escrita a mano por el Alter Rebe y un volumen completamente encuadernado, de los discursos jasídicos escrito a mano por el Tzemaj-Tzedek. Esos fueron sellados por ellos varias veces y yo los he dejado así, sin tocar , hasta que partí definitivamente6. En cuanto a los manuscritos jasídicos de mi marido, que contaba con miles de folios, deliberaron entre sí, decidiendo atarlos en un paquete y dejarlos.

Tres de ellos trabajaban sin cesar, sin detenerse un momento. A las seis de la mañana, después de haber buscado por todas las habitaciones, el principal de ellos ordenó: “Rebe, vístete y ven con nosotros!”

Esto sucedía 8 días antes de Pesaj y sabiendo muy bien que no estaría en casa para entonces, mi marido pidió que se le permitiera llevar dos kilos de matzá, que se hallaban en un paquete. Eso le concedieron.

Les pregunté cómo iba a saber dónde está, para que yo pudiera traerle un poco de dinero y alimentos. Me dijeron que fuera al día siguiente, a las dos de la tarde a la sede de la policía donde me informarían.

Al día siguiente fui allí, pero, lamentablemente no me enteré de nada y ante mis súplicas de que se me permitiera dejarle algo, me respondieron que no se encontraba en ese lugar.

Ante la gravedad de la situación, presenté una declaración al fiscal diciendo que mi marido estaba enfermo. “Si no se me permite que le trajera la comida de casa, no va a comer nada en pesaj. Por lo tanto, pido permiso para traerle comida.”A esta petición he recibido una respuesta cortante. “No se le permitirá hacer esto, sin embargo, de acuerdo con la ley, todos los alimentos que necesita serán cocinados para él en la cárcel.”

En la orden de detención, al ver la firma, supe quien era el supervisor responsable a cargo de mi marido. Por lo cual dos veces al día, mañana y tarde, lo llamaba por teléfono a la oficina de la NKVD. Cada vez que hablaba me daba las mejores noticias: que mi marido estaba siendo bien atendido, y que él se sienta y lee del sidur que había traído consigo.

Así fue como seguí durante cinco largos meses. Cada diez días, cuando le llegaba su turno, me iba a la cárcel para llevarle comida o una muda de ropa, pero siempre me informaban que no se encontraba allí, aunque el fiscal me decía que si estaba.

Espías en la casa del Rabino

Un mes antes del arresto de mi esposo, noté la presencia de dos sujetos que habían empezado a merodear cerca de nuestro domicilio durante todo el día, hasta bien entrada la noche, observando a toda persona que veían. Al principio descarté mis temores como ideas mías pero un mes más tarde entendí muy bien lo que estuvieron haciendo.

En Purim, mucha gente celebró en nuestra casa hasta las seis de la mañana. Además de las personas mayores, hubo cantidad de jóvenes, entre ellos varios estudiantes universitarios para los que estaba absolutamente prohibido estar presente en dicha reunión. Mi marido entonces dirigió palabras de Torá con gran pasión, y todos se llenaron de alegría y con sentimientos de devoción. También hubo baile, algo que la gente temía siquiera pensar en esos días.

Por alguna razón, esta vez les fué difícil separarse de mi marido. Mas tarde se me ocurrió que podrían haber tenido un presentimiento de que esta fuese la última vez que pasaban con él.

Finalmente cuando salieron de la casa, lo hicieron de a dos o tres y no todos a la vez, para no llamar la atención.

Cuando salí, ví a los dos sospechosos vigilando en la calle. El día después de la detención, desaparecieron. De hecho, deben haber sido asignados a observar lo que pasaba en nuestra casa.

Matza kasher con certificación Soviética

Ese año7, se hornearon matzot para pesaj certificadas por el gobierno, fueron matzot sólo en apariencia porque no eran kasher en absoluto.

Esta situación no dió descanso a mi esposo. Él tomó sobre si la responsabilidad de hacer matzot kasher según la halajá, para todas las personas que lo desearan. Se puso a trabajar, kasherizó los dos molinos más grandes, adquirió nuevos tamices y se estableció una supervisión de pesaj con muchos expertos8 en el tema.

Mi esposo envió una carta a la Ispolkom9 detallando diez requisitos que deben aplicarse a la producción y venta de la matzá, junto con la exigencia de que todas las instrucciones que él, o los rabinos que él había nombrado dieran, sean seguidas al pie de la letra. Ellos respondieron que todos sus requisitos se cumplirán y que la harina común del mercado no se utilizaría.

En esa época, la población se alimentaba con las cartillas de racionamiento. A cada ciudadano se le asignaban solo 30 gramos de pan por día y bolsas nuevas no se podían obtener ni con las más altas recomendaciones. Sin embargo, en Dnepropetrovsk, el gobierno, con el fin de que los judíos tuvieran matzot kasher para Pesaj les proporcionaron miles de bolsas nuevas de harina blanca, mientras que a todos los demás se les daba pan negro.

El resultado fué que personas de toda Ucrania y Rusia Blanca, así como de Moscú y Leningrado, viajaron a Dnepropetrovsk para obtener matzot. De todas las sinagogas llegaron con cajas esperando poder llenarlas con matzá.

Los viernes por la tarde, todas las panaderías telefoneaban para preguntar a qué hora se debe parar de hornear antes de Shabat, y a qué hora después de Shabat se podía encender los hornos nuevamente. También preguntaban sobre el procedimiento a seguir con Mayim Shelanu10., para la elaboración de la matzá.

Todo esto se llevó a cabo, no olvidemos, en un momento en que un particular que deseaba seguir un estilo de vida religiosa, para mantener el Shabat tanto como fuera posible, se veía obligado a esconderse en total secreto, para que ningún vecino ni nadie lo notara.

Un mashguiaj informó que una masa hecha de cuatro pud de harina11 se había dejado sobre la mesa durante cinco minutos extra12. Mi esposo inmediatamente ordenó que fuera enviado a las panaderías jametz, y que se suministrara harina nueva para las matzot.

Todos los supervisores sanitarios en repetidas ocasiones preguntaron cómo hacer para que las matzot fueran de las más estrictas normas kasher para Pesaj. Incluso bajo el antiguo régimen (zarista), cuando la práctica religiosa era fuerte, ninguna otra comunidad judía consiguió realizar lo que mi esposo logró bajo el régimen comunista!

Para los Judíos que les interesaba esta fué una verdadera alegría, y para mi marido un verdadero placer espiritual. El hecho de asegurarse de que otros Judíos pudieran disfrutar de la fiesta, agravó su propio estado de salud. Él mismo, sin embargo, no pudo experimentar la alegría del Yom Tov. Para entonces, ya estaba bajo arresto. Durante los ocho días de Pesaj, logró alimentarse con sólo agua y el pequeño paquete de matzá que había tomado con él. Incluso dejó unas cuantas piezas más para Pesaj Sheni.13

Mi esposo logró todo esto, viajando varias veces a Kharkov14, donde presionó para obtener la aprobación de la Narkom15, y luego de Kalinin16 en Moscú.