El temor a Di-s es una mitzvá muy liberadora. Hay dos fuerzas que impulsan a las personas para que actúen en este mundo: el amor y el temor. Las cosas menos importantes de la vida son aquellas que menos amas y menos temes. Las cosas más importantes son aquellas que más amas y más temes.
Con amor, uno se plantea sus objetivos a alcanzar. Con temor, uno fija sus limitaciones. El que tiene miedo de fracasar, obviamente, no corre ningún riesgo. El que les teme a los demás se destierra de su propio yo. El que le tiene miedo a la vida no tiene espacio para respirar.
La Torá nos libera al dictaminar que hay una sola cosa a la hay que temer ni al fracaso, ni a los demás, ni siquiera a la muerte . A lo único a lo que tenemos que tenerle miedo es a Aquel que está más allá y dentro de todas las cosas, Aquel al que llamamos Di-s.
¿Qué es el temor? Puede que sea un miedo muy simple a que “si hago esas cosas que a Él no le gustan, las consecuencias no serán nada buenas”. O para aquel que es sensible al innato amor a Di-s que tiene en su alma, el temor sea el miedo a la separación de ese vínculo y de esa unidad, igual que un niño pequeño que tiene miedo de separarse de sus padres. Para aquellos que contemplan la infinita grandeza de Di-s y las maravillas de Su creación, el miedo conlleva una sensación de temor y asombro, que afecta espontáneamente todos los sentidos y que eleva la vida a un nivel absolutamente nuevo.
A veces, “temor reverencial” es la expresión más acertada; otras, será “asombro”. Sin embargo, en todas las formas en que se manifiesta el temor, hay un denominador común: la conciencia de la existencia de una realidad que se encuentra más allá de la realidad de la persona y que define y determina todo lo que hace. De esa manera, cada forma que toma el verdadero temor a Di-s es un escape de los límites del propio ego; entonces, uno queda absorbido dentro de algo muchísimo más grande: un escape que el más grande amor es incapaz de suministrar. Porque el amor nos habla acerca de la naturaleza de aquel que ama, mientras que el temor, la reverencia y el asombro son exclusivamente de Aquel, que es quien inspira dicho temor.
¿Y qué pasa si no se tiene esa sensación de asombro o de reverencia o, incluso, de temor? En ese caso, cada día puede hacerse de un tiempo para reflexionar acerca de la relación con Di-s para volverse plenamente consciente de Su imponente y afectuosa presencia. Y una vez que esa conciencia encuentra un lugar fijo en el corazón, todo lo que se realiza sale bien y se hace con alegría y con placer. Entonces, se puede decir que uno es libre.
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