¿Sufres de dolor de cabeza en Iom Kipur? ¿Te sientes completamente aislado cada vez que no encuentras tu celular? ¿De repente, te das cuenta de que chequeas el e-mail veinte veces al día y de que ,en forma compulsiva, vas a Google a buscar datos desconocidos? Sabes muy bien que estás exagerando, ¿no? Si embargo, no tienes la menor idea de cómo frenar.
Seguramente, una buena taza de café resulta muy relajante. Es cierto que el celular te ahorra un tiempo valioso. También, la Internet es una tremenda ayuda para la humanidad, y la informática se merece todo nuestro agradecimiento, pero ninguna de estas “bondades” puede llegar a manejarte, a sobrepasar tu autocontrol. No hay duda de que estos “lujos” fueron inventados para nuestra comodidad y nuestro placer, pero no hay duda de que no lo fueron como instrumentos de opresión.
Entonces, ¿de qué manera recuperas el control? Detienes por un tiempo esa conducta compulsiva. Anímate, quiebra el hábito y, simplemente, permítetelo. Elimina toda la cafeína de tu organismo. Desconecta celulares y computadoras y comunícate de forma natural. Al principio, te va a costar; vas a ver que te quedas parado fuera de los cafés oliendo el exquisito aroma; cada vez que suene el teléfono, tu mano tanteara en vano tratando de agarrar la funda y vas a extrañar la comunicación en tiempo real de la mensajería instantánea, pero gracias a tu decisión te vas a sentir mucho mejor.
Al cabo de apenas unas cuantas semanas, una vez que se hayan acallado las ansias, poco a poco vas a poder ir recuperando tu poder, vas a estar seguro del conocimiento de haber conquistado tus demonios. Ahora eres libre para empezar a disfrutar, nuevamente, de los placeres de la vida, pero esta vez, podrás hacerlo con moderación.
Toda la esencia de Pesaj es el autocontrol. ¡Pobre de uno si en el seder asoma un beiguel! El menú de Pesaj es solo matzá, matzá y más matzá. Nos pasamos semanas enteras buscando la más mínima partícula de pan para librarnos de ella. Prohibido. Proibito. Prohibited. Absolutamente inaceptable.
Unas cuantas semanas más tarde cumplimos el segundo Pesaj. Originariamente, fue promulgado como una oportunidad de recuperación para los que se perdieron el primer Pesaj, hoy en día conmemoramos esta fecha disfrutando de otro poco de matzá, pero también podemos comer pan y demás jametz que haya en la mesa.
En la terminología jasídica, el pan y todos los alimentos fermentados simbolizan un inflado sentido de la autoestima. Al evitar el jametz en Pesaj, es como si hubiéramos jurado dejar la arrogancia y el ego. Es muy peligroso abundar en el engreimiento, es algo sumamente adictivo que puede llevar a la persona a olvidar su verdadero propósito en la vida. Por eso, juramos no probar todo lo que huela a arrogancia y hacemos todo lo posible por erradicar la vanidad de nuestro organismo.
No obstante, hay un momento y un lugar para una saludable dosis de autoestima y autorrespeto. Se necesita confianza para pararse bien erguido cuando todos los otros se inclinan, para seguir el camino menos transitado y mantener nuestros sentimientos vivos por nuestra religión, a pesar de de los comentarios sarcásticos. El segundo Pesaj representa una perspectiva más madura de la vida; pudimos combatir nuestras adicciones y emerger del otro lado; ahora, podemos permitirnos crecer a partir de nuestro dolor y utilizar aquello que antes estaba prohibido.
Al servir conjuntamente matzá y pan en el segundo Pesaj, estamos demostrando que tuvimos éxito en nuestro intento por dominar nuestras obsesiones y nuestras ansias y que tenemos la capacidad de sublimar nuestros deseos y que esto es algo que acabamos de descubrir.
Y ahora que hemos vencido la adicción, podemos empezar a disfrutar de los “lujos” de la vida, utilizándolos en nuestro servicio a Di-s.
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