Para poder entender el rol y lugar de la mujer en el judaísmo es importante despojarse primero de los parámetros y criterios ajenos que se nos suelen adherir como consecuencia de tanta exposición a la sociedad que nos rodea. Así como no se puede medir sonidos con un termómetro, del mismo modo no se puede analizar valores del judaísmo con criterios de otros sistemas.

Un ejemplo:

En el mundo occidental el caballero siempre abre la puerta para permitir que la mujer pase primero. «Ladies, first.» En el judaísmo encontramos una actitud contraria. El hombre va primero. Desde la óptica de los criterios occidentales, parecería ser una actitud machista. Pero cabe preguntarse, ¿no es más lógico que el hombre vaya adelante por si aparece un peligro imprevisto? Para poder entender un comportamiento hay que conocer primero los fundamentos sobre los cuales se basa.

El tema que nos toca hoy es un tema muy amplio, por cierto. Veamos apenas algunos aspectos.

Patrón y matriz

«Y D-os creó al hombre…. macho y hembra los creó.» (Génesis, 1:27)

Tanto el hombre como la mujer son dos prototipos diferentes. Adán, el primer hombre, es el patrón que marca a todos los hombres de la historia y Eva, la primera mujer, es la matriz que marca a todas las mujeres de la historia.

Como es bien sabido, la Torá describe cómo el hombre fue creado de la tierra y la mujer fue confeccionada de la costilla del hombre.

¿Qué implica esto?

En primer lugar quiere decir que el origen de la mujer es superior al del hombre, ya que el hombre fue creado de lo inanimado mientras que la materia prima de la cual la mujer proviene es el ser humano.

Esto explica por qué la mujer tiene menos obligaciones religiosas que el hombre. El hombre necesita más herramientas y esfuerzo para llegar al nivel espiritual que la mujer tiene por naturaleza.

Otra diferencia que resulta de sus orígenes diferentes es que el hombre tiene la constante necesidad de reconocimiento y agradecimiento por sus logros mientras que la mujer tiene la necesidad de ser valorada como persona.

Siendo que el estado natural del hombre es la tierra, necesita la constante reafirmación que vale más que eso. La mujer, creada del hombre, necesita saber que es valorada por quien es, más allá de ser un apéndice de su marido.

La narrativa bíblica sobre el hecho que la mujer haya sido creado de la costilla del hombre implica algo muy profundo: el hombre y la mujer son dos partes de una y la misma unidad.

De hecho, Maimónides (Ishut, 15:19) lo articula de una manera muy clara: uno debe honrar a su esposa más que a sí mismo y amarla como a sí mismo. Está actitud debe ser recíproca.

Es notorio que entre la pareja judía tradicional reinaba siempre el respeto y la paz. Cuentan que a la esposa del renombrado «Tzadik de Ierushalaim», Reb Arie Levin, le dolía la pierna. Fueron al médico y Reb Arie le dijo: «Dr., la pierna de mi esposa nos duele….»

El Recato

Uno de los valores que el judaísmo promulga es el recato y el pudor.

Si bien el alma del hombre es más elevada que el de los ángeles, su cuerpo es tan crudo como el de los animales.

De hecho, hay un conflicto continuo entre ambos. Siendo que el cuerpo es «locatario» en este mundo físico, el alma necesita muchos refuerzos para no caer en sus manos. El mundo occidental ha logrado «normalizar» la objetivización de la mujer como una herramienta para aumentar las ventas de cualquier producto. En el judaísmo no hay algo más aborrecible. La belleza de la mujer es para su marido. No es patrimonio nacional.

En el judaísmo se entiende que la sexualidad es esencialmente sagrada. Lo sagrado goza de una protección especial. Es por eso que la mujer no se expone públicamente. No es para reprimirla, sino para salvaguardar su santidad especial.

Esencia y forma

Una de las grandes diferencias entre el hombre y la mujer está en sus respectivos roles en cuanto a la procreación se refiere.

«Por lo tanto el hombre debería abandonar a su padre y a su madre y apegarse a su esposa y serán una sola carne.» (Génesis, 2:24)

El comentarista Rashi explica que «una sola carne» se refiere a los hijos que engendra la pareja, producto de ambos.

Vemos, de hecho, que el aporte de la mujer es más importante que el del hombre. La madre determina la esencia del hijo, si será judío o no, mientras que el padre determina la «forma », la pertenencia tribal, si es Kohen, Levi, etc.

Igualdad entre los géneros

Hoy en día se habla mucho de lograr la igualdad entre los géneros. El judaísmo entiende que «igualdad» no implica ser iguales, sino que se respeten las diferencias igualmente.

Ya desde los albores de nuestra historia vemos el lugar especial que el judaísmo le da a la mujer. En el único conflicto documentado entre la primera pareja del pueblo judío, Avraham y Sará, la Torá nos cuenta cómo D-os intervino… a favor de Sará. «Todo lo que te dice Sará, escucha su voz,» le dice D-os a Avraham (Gén.,21:12). Vaya ejemplo de «machismo »…. Los roles centrales de las matriarcas Rivka, Rajel y Lea y el respeto que sus maridos tuvieron por ellas son notorias.

A lo largo de la historia, fueron las mujeres quienes jugaron roles cruciales en momentos de crisis para el pueblo, entre ellas, Iojéved y Miriam durante la esclavitud egipcia, la Reina Esther en la historia de Purim y Iehudit en la historia de Janucá.

Antes de ofrecer la Torá a los hombres judíos, D-os le mandó a Moshé a ofrecerla a las mujeres judías. Sabía muy bien quién manda…..

Las tres mitzvot (preceptos) especiales de la mujer judía, Mikve, Jalá y Velas de Shabat afectan profundamente el carácter de sus hijos, y por ende la continuación del pueblo judío. Cumplir con las normas de Mikve asegura que los hijos se engendren con pureza. Jalá, representando Kashrut en general, asegura que los cuerpos de los hijos se desarrollen con pureza. Encender las velas de Shabat y Iom Tov, representando también la luz espiritual de la educación judía, asegura que los hijos se desarrollen espiritualmente como Dos manda.

Nuestros sabios señalan que fue gracias a las mujeres que nuestros antepasados salieron de la esclavitud egipcia y será gracias a ellas que saldremos del actual exilio.

Ya es hora.