No se me ocurre una palabra más horrorosa que Holocausto. Las imágenes y las historias relacionadas con ella sacuden hasta la fibra más profunda de uno.

La pregunta más frecuente es ¿Por qué? ¿Por qué pasó? Creo que es una pregunta estéril, ya que ¿quién tiene la respuesta a esa pregunta?

La pregunta que sí debemos hacernos es “¿entonces qué?” ¿Cuál va a ser nuestra reacción ante semejante barbarie?

Hay quienes juran “¡nunca más!” y luchan contra cualquier brote de antisemitismo. Esa vigilancia es necesaria. Pero, hay que recordar que el objetivo principal de Hitler no fue solamente erradicar a los judíos, sino a lo judío.

A las 6.000.000 de vidas extinguidas no las podemos recuperar. Sí podemos luchar por no entregarle una victoria póstuma a Hitler en cuanto a sus objetivos para con la vida judía.

Cada vez que expresamos nuestro judaísmo ayudamos a vencer ese vil ser y sus macabros diseños.

¿Dónde estaba D-os?

¿Dónde estaba D-os durante el Holocausto? ¿Cómo pudo permitir semejante barbarie?

He escuchado muchas respuestas diferentes. Creo que la respuesta más convincente es: “No sé”. No hace falta tener las respuestas a todas las preguntas. Uno puede decir que debido a que no entendemos la justificación, quiere decir que D-os no existe o podemos decir que el hecho que no entendemos implica nada más que eso: somos seres limitados que no entendemos los caminos de D-os.

Esto no quiere decir que tenemos que aceptar las cosas pasivamente. Cuanto más uno cree en D-os tanto más Le reclama la justicia Divina, ya que si no creyera que D-os existe, ¿contra quién puede reclamar?

El hombre sin D-os

Si bien hay muchos que les cuesta creer en D-os luego del Holocausto, por otro lado están los que llegaron a otra conclusión: perdieron su fe en el hombre sin D-os. Los alemanes eran un pueblo muy culto. De la noche a la mañana se transformaron en bestias. ¿Cómo se explica?

La respuesta es muy sencilla. El hombre sin D-os no tiene frenos. El mismo intelecto que entiende un día que está mal asesinar a seres humanos inocentes, puede llegar a entender que no son tan inocentes y está bien eliminarlos.

Esto nos explica algo extraño en relación a los Diez Mandamientos. En el Monte Sinaí D-os vino a “presentarse” y entregarnos Su código de vida. Uno esperaría que nos revele los secretos más profundos de la existencia. En cambio nos dice cosas tan sencillas como No Matarás y No Robarás. ¿Acaso hace falta que D-os nos venga a decir cosas tan elementales?

Durante miles de años la pregunta no tenía respuesta, hasta que aparecieron los alemanes y demostraron a dónde puede llegar el ser humano “culto” sin una fundamentación en la fe en D-os. El que no cree en el primer Mandamiento, ¿por qué debería respetar los demás mandamientos?

Dos visiones

Quienes afortunadamente no experimentamos el Holocausto personalmente no estamos en condiciones de analizarla adecuadamente. Para poder de alguna manera aproximarnos al tema hace falta recurrir a quienes sí pasaron por ella.

Quiero señalar aquí dos visiones, la del Dr. Viktor Frankl, psiquiatra, quien en su libro El Hombre en Busca del Sentido, describe sus experiencias en los campos de concentración, y la del Rebe de Lubavitch, que su mérito nos proteja, quien vivió un tiempo bajo el dominio nazi en Francia, logrando escaparse a último momento hacia los EEUU, perdiendo familia directa en el notorio campo de Treblinka.

En su libro el Dr. Frankl comparte su visión de lo que es el espíritu humano. Aun en las situaciones de sufrimiento más inimaginables, hubo quienes fueron capaces de retener su humanidad y esperanza. La esperanza se nutría del sentido que sintieron en la vida aun en las circunstancias más adversas. Nadie ni nada es capaz de destruir las ganas de vivir siempre y cuando uno tenga un sentido para el cual vivir.

Si bien en el Holocausto vimos la peor decadencia del ser humano, vimos también la más alta nobleza. La decadencia nos debe servir de advertencia de hacia dónde podemos caer; la nobleza expresada deber inspirarnos en cuanto a cuan alto podemos llegar.

En Hoshaná Rabá 5744 (1984), en una alocución conmovedora llena de llantos, el Rebe se refería al sufrimiento que experimentamos a lo largo del exilio. “No hay ninguna explicación racional para ello,” insistió. “La única ‘explicación’ que se puede dar para esta situación inexplicable es que si hubiera alguna justificación, la aceptaríamos como ‘justificada’ y no clamaríamos y no trabajaríamos para que termine.” Véalo aquí: www.chabad.org/712298

Vemos dos visiones diferentes cuyo común denominador es la capacidad de transformar, cada uno a su manera, una experiencia devastadora en un catalizador para el crecimiento y superación personal.

Sobrevivientes

Uno de los “saldos positivos” del holocausto que debemos valorar es el ejemplo que nos muestran los sobrevivientes quienes, con su tenacidad y espíritu constructor, lograron rehacer sus vidas a pesar de todo. El Uruguay tuvo y tiene el honor de tenerlos entre nosotros. Nos inspiran con su ejemplo y nos desafían a emularlos. Aprovechemos la oportunidad que tenemos para conocerlos.

Nuestra Responsabilidad

No alcanza con simplemente recordar y rendir homenaje a las víctimas y a los sobrevivientes una vez al año. El verdadero homenaje que podemos hacer para con los mártires es vivir nuestra vida diariamente de una manera que sirva para dignificarlos y de una manera con la cual ellos se enorgullecerían.

Debemos fortificar nuestra vida judía, tanto comunitaria como personalmente, respetando las leyes de Shabat, Kashrut, Mikve, Tefilin y estudio diario de Torá, además de nuestras actividades profesionales y comerciales.

Los 6.000.000 murieron por ser judíos; nosotros tenemos la oportunidad de hacer lo que ellos harían si estuvieran vivos hoy. Aprovechémosla.