Nos hizo muchas preguntas acerca de cómo nos íbamos adaptando y si la vida no nos resultaba demasiado difícil. Y entonces, me preguntó con gran interés: “Señora Glazman, dígame, ¿usted tiene amigas acá?”.
Gracias a su pasión por la buena escritura y gracias a su enorme generosidad, muchos libros importantes serán escritos y, de no ser por él, tal vez jamás hubieran visto la luz.
Mis hermanos y yo nacimos y nos criamos en Bogotá, muy lejos de New York y de Montreal, las comunidades donde crecieron nuestros padres, por lo que Don Sami y la señora Charlotte pasaron a ser nuestros abuelos adoptivos.