Estimados Lectores:
Esta semana leemos en la Torá, sobre el plan del rey de Moab, Balak, junto al malvado mago de Midian, Bilaam. Entre los dos llegaron a la conclusión que no podrían doblegar al pueblo de Israel con los métodos convencionales, con la espada no los vencerían si Di-s los protegía, por lo que primero debían maldecirlos. Y aquí es donde se pone interesante, a pesar de los múltiples intentos de maldecir a los hijos de Israel, Balak y Bilam, ven frustradas sus intenciones y terminan bendiciendo a Israel.
Pero la historia no termina tan bien. Estos dos malvados llegan a la conclusión que Di-s siempre protegerá a Israel mientras ellos hagan su voluntad, por lo que deciden seducir a los hebreos a pecar y cometer idolatría, sin ningún reparo ético, envían a sus propias hijas a prostituirse y entregarse a los judíos con la condición que adoren a los ídolos de Moab, muchos caen en la tentación, y ahí es cuando la plaga azota a Israel, solo ahí la protección divina abandona el campamento hebreo.
La moraleja para todos nosotros esta más que clara. Am Israel es el pueblo elegido de Hashem, y siempre el nos protege de cualquier enemigo, pero cuando olvidamos que somos el pueblo de Hashem esta protección no es tan fuerte.
Una famosa anécdota ilustra esta idea a la perfección:
Iankel vivió más de 60 años como devoto judío, levantándose temprano por la mañana al rezo, siempre cumpliendo al detalle todas las mitzvot. Su apariencia externa era la de un jasid, con las ropas negras, la kipa, los peot y la barba larga.
Un día Iankel decidió que quería probar las tentaciones del mundo, y viajo a Las Vegas. Se ató la barba y las peot, ocultó su kipa con un gorro de béisbol, y cambio sus ropas negras por bermudas y una camisa hawaiana. Solo al salir del hotel, un taxi lo atropella, dejándolo agonizante. Con sus últimas fuerzas, eleva sus ojos al cielo y murmura:
-Di-s, toda mi vida te fui fiel, solo quise probar un poco de las tentaciones de este mundo y ¿así me castigas? – Una potente voz surge entre las nubes- ¿Iankel, eres tú? Disculpa, no te reconocí.
¡Shabat Shalom!
Rabino Eli Levy
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