El padre del Rebe era Rabino de la ciudad y su casa era un centro constante de actividad, pero el Rebe habitualmente no permitía que esto desorganizara su horario. El permanecía en su cuarto, absorto en el estudio de la Torá.

Una de las pocas veces que él se involucró en asuntos públicos fue a la edad de veinte años, cuando una epidemia de tifoidea causó muchas muertes en la ciudad. Trabajó noche y día para ayudar a las víctimas y reclutar a otros para ayudar.

Como resultado, contrajo la temible enfermedad él mismo. Su cuerpo ardía de fiebre y sus labios se movían incesantemente. En su delirio habló acerca de los reinos espirituales de Atzilut y Asia y la virtud positiva generada en estas esferas a través de la devoción Judía en el mundo físico.