“Setenta caras tiene la Torá”. Este famoso dicho talmúdico nos da una idea de profundidad de las enseñanzas de la Torá. Se asume que significa que a cada oración de la Torá uno puede encontrarle setenta explicaciones, lecciones o significados distintos.

Pero, ¿por qué sólo a cada oración? ¿No vale esto para todas y cada una de las palabras de la Torá, o incluso para cada letra? De hecho, esto es así, y se combina con otra idea: cada concepto de la Torá tiene cuatro niveles de significado, desde el básico hasta el esotérico. El Talmud también nos dice que Rabí Akiva, el maestro de Torá líder de su generación, podía explicar no sólo cada letra de la Torá, sino también las pequeñas “coronitas” que adornan las letras en rollo manuscrito de la Torá.

Este aspecto de la Torá significa que es una fuente constante de enseñanzas, en todas las épocas, y que se aplica a cada aspecto de la vida, tanto al práctico como al espiritual. Tomemos como ejemplo la Menorá de Oro, la luz de lo que se describe en la lectura de la Torá de esta semana. Podríamos pensar que esta ley sólo se aplica a los tiempos del Templo. Sin embargo, la Torá también le habla a nuestra generación. Los siguientes puntos se encuentran entre las “setenta caras de la Torá”:

· La menorá tuvo que hacerse de un solo bloque de oro: sin soldaduras, sin tornillos y sin bisagras. Sin embargo, la menorá tenía siete luminarias, no sólo una. Los Sabios nos dicen que esta característica de la Menorá representa la diversidad del pueblo judío: siete ramas, del extremo izquierdo al extremo derecho. El hecho de que la menorá se haya construido a partir de un sólo bloque de oro pone un énfasis en que, a pesar de la diversidad, somos todos uno en esencia.

· El segundo punto se relaciona con la llama de la menorá. Una llama ardiente consiste en tres cosas: el combustible (aceite de oliva), la mecha y la llama en sí. La mecha representa el cuerpo físico. La llama, en su constante puja hacia lo alto, representa el resplandor espiritual que una persona alcanza en su vida cotidiana. Pero en el caso de la luminaria, la mecha precisa de combustible para mantener viva la llama, así como en la vida de un judío el combustible de la llama es el cumplimiento de la Torá y sus leyes. Sin el combustible del cumplimiento de la Torá, el espíritu judío no puede cumplir su tarea de iluminar espiritualmente el mundo.

· El tercer punto tiene que ver con la luz de las luminarias. En el Templo, este trabajo era llevado a cabo por un sacerdote (cohen) todos los días. El comentarista Rashi nos dice que esta tarea no se consideraba completa hasta que la llama no se hubiera encendido de manera correcta, de acuerdo con lo convenido. No era suficiente con tocar la mecha y dejar que una incipiente llama parpadeante luchara por su supervivencia. La lección tiene que ver en este caso con nuestra relación con los otros. Todos nosotros cumplimos, algunas veces, el papel de “sacerdotes”, de quien da luz a otra persona. Si bien es importante ayudar a una persona a encontrarse a sí misma tanto en lo material como en lo espiritual, no es suficiente con dar una simple ayuda momentánea. Por este motivo, el modo más elevado de brindar caridad a los pobres consiste en ayudar a la persona a insertarse en el mundo laboral, mientras que en asuntos espirituales el objetivo es encender la llama de la “luminaria” de la persona para que luego él o ella pueda encender e inspirar a otros.

Estas son algunas de las setenta caras de la Torá, en lo que hace a la menorá en esta sección de la Torá. ¿Alguien en la mesa puede sugerir alguna otra?