Cuando Golda Meir bromeó diciendo que el pueblo judío había logrado, después de cuarenta años de vagar, terminar en el único país de Oriente Medio sin petróleo, sólo tenía razón en parte. Aunque la Tierra Santa no produce petróleo, históricamente ha sido una rica fuente de aceite de oliva. El Talmud relata cómo un comerciante de la ciudad de Lidia, en Asia Menor, viajó una vez a Gush Jalav, en Galilea, para comprar aceite de oliva. Gastó un millón de monedas de plata en el aceite y pidió prestados todos los camellos y mulas de la región para transportarlo hasta su lugar de origen.

El aceite de oliva está presente en nuestra porción semanal. En medio de los mandamientos sobre la construcción del Tabernáculo y la confección de las vestimentas sacerdotales, Di-s instruye a Moisés sobre cómo debía realizar la producción de aceite de oliva puro para su uso en la Menorá.

En la época del Templo, el aceite se clasificaba en dos categorías. La primera se refería a la calidad de la aceituna de la que se obtenía, según su posición en el árbol: alta (la más madura), media o baja. El aceite en sí se clasificaba según su pureza: la primera gota exprimida, el resto del aceite extraído al prensar las aceitunas y el aceite que se obtenía al triturarlas.

Naturalmente, uno esperaría que las dos clasificaciones irían juntas: la primera gota de aceite de una aceituna de la base de un árbol no sería tan buena como el aceite producido a partir de una aceituna prensada de la parte superior del árbol. El Talmud, sin embargo, dice que este no es el caso: sin importar de dónde provenga la aceituna, para efectos prácticos, su gradación se basaba solo en cómo se extraía el aceite. Una primera gota de una aceituna de la parte inferior podía usarse para la Menorá, una gota de una aceituna de la parte superior aplastada, no.

La lección es clara. Reb Zushe de Anipoli comentó que no le preocupaba que cuando falleciera y compareciera ante el Tribunal Celestial le preguntaran por qué no era tan grande como Moisés. Sin embargo, le preocupaba lo que respondería cuando le preguntaran por qué no era tan grande como Zushe podría haber sido. ¿Por qué no había alcanzado su máximo potencial?

No importa de qué parte del árbol venimos, lo importante es que demos lo mejor de nosotros – nuestras primeras gotas – para ser una Menorá para Di-s con la llama de las mitzvot y la luz de la Torá .