Hoy las paredes del ghetto ya no nos secuestran del resto de la sociedad. Fraternizamos y hacemos negocios con no judíos diariamente y nos hemos ajustado completamente a la cultura occidental. La pregunta contemporánea es: ¿Cómo alcanzamos el equilibrio entre retener nuestra identidad judía por un lado, mientras al mismo tiempo somos ciudadanos del mundo, especialmente cuando ese mundo puede ser indiferente o aun hostil a nuestro judaísmo?
En la Parashá de esta semana leemos acerca del aceite de oliva puro que se le instruyó a Moisés que obtuviera para el encendido de la menorá en el Mishkan, el santuario construido en el desierto como el precursor del templo de Jerusalén. El Lubavitcher Rebe enseñó que el aceite guarda la fórmula secreta para vivir exitosamente una orgullosa vida judía en un entorno que puede estar muy lejos de ser judaicamente propicio.
Ustedes verán, el aceite es una paradoja. Por un lado se desparrama rápida y fácilmente, filtrándose y permeando las sustancias con las que entra en contacto. ¿Alguna vez trataron de secar el exceso de aceite de un latke de papa? Buena suerte. Su servilleta estará bastante engrasada en poco tiempo.
Por el otro lado, cuando se mezcla aceite con otros líquidos, el aceite tenazmente sube a la superficie y se rehúsa a ser absorbido por otra cosa. (Recuerdo mis días de estudiante en la Ieshivá, uno de mis compañeros de cuarto no tenía menorá para Janucá. Sin embargo, ingeniosamente juntó ocho botellas vacías, las llenó casi hasta arriba de agua y luego puso algo de aceite de oliva en las botellas. Quedé intrigado al ver que el aceite permanecía claramente distinguible del agua, como si flotara por encima de ella. Luego agregó una mecha, la encendió, y su menorá artesanal funcionó como por encanto. ¡Un milagro de Janucá de los días modernos!)
Como el aceite, los judíos también, a menudo se encuentran mezclados en una amplia variedad de círculos —social, de negocios, comunal o político. Y no hay nada malo en ello. Al mismo tiempo, sin embargo, debemos recordar no perder nuestra propia identidad. No debemos mezclarnos hasta el punto de permitir que nuestra persona judía sea tragada o diluida.
A menudo sentimos una fuerte presión, tanto real como imaginaria, para conformar las normas de nuestro entorno. Pocos entre nosotros disfrutan el destacarse como llamando la atención. El hecho es, sin embargo, que los otros nos respetan más cuando nos respetamos a nosotros mismos. Si somos desdeñosos en nuestro compromiso con nuestros propios principios, entonces nuestros asociados no judíos pueden preocuparse si no los traicionaremos a ellos próximamente.
Sólo un ejemplo. Toda gran ciudad del mundo tiene numerosos restaurantes kosher llenos de hombres de negocios judíos agasajando a socios no judíos, clientes o probables clientes. Algunos establecimientos pueden ser de más categoría que otros, pero todos parecen arreglarse y se cierran tratos. Uno puede ser perfectamente sociable sin abandonar los principios. La mayoría de la gente es bastante feliz de tener en cuenta las necesidades y sensibilidades individuales. Me parece a mí que son los judíos quienes más se quejan acerca de la disponibilidad de "buenos restaurantes kosher" que los no judíos. Nuestra aprensión acerca de declarar nuestros requerimientos religiosos es a menudo exagerada e infundada. Siempre que lo hagamos honesta, respetuosa y consistentemente, nuestra adhesión a un código de valores impresionará a nuestros asociados y los inspirará con más confianza en nuestra honestidad en todas las áreas de actividad.
Un amigo mío era un joven médico cuando fue llamado para un período de servicio militar nacional. Era obviamente religioso por su barba y su yarmulke. En realidad la barba no se ajustaba a las regulaciones del ejército y fue sólo con gran dificultad que logró un permiso especial para conservarla. Lejos de ser una molestia, se condujo con dedicación e integridad, y al final de su servicio salió con el máximo premio a la excelencia del Cirujano General. Fue un Kidush Hashem —una santificación pública de Di-s por un orgulloso judío practicante que se encontraba en un decididamente no judío entorno.
Sólo aprendan del aceite. Por todos los medios extiéndanse e interactúen con el resto del mundo. Pero recuerden su particularidad. Sean distintos y orgullosos y sepan donde trazar la línea.
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