La Torá nos cuenta que “Miriam y Aarón hablaron contra Moshé”, por lo cual recibieron una dura reprimenda. Como principal instigadora, Miriam fue afectada con una afección en la piel llamada tzaraat, lo que la obligó a permanecer fuera del campamento israelita durante una semana completa.
Así lo dice el texto: “Miriam fue aislada fuera del campamento durante siete días, y el pueblo no viajó hasta que Miriam se reincorporó. Luego, el pueblo partió...”. Ahora bien, si el versículo ya aclara que “el pueblo partió” sólo después del aislamiento de Miriam, ¿por qué era necesario decir también que “el pueblo no viajó hasta que Miriam se reincorporó”? ¡Parece estar repitiendo lo mismo!
Rashi explica que esta repetición tiene como objetivo resaltar la razón de esta consideración especial hacia Miriam: “Este honor le fue concedido por Di-s en recompensa por el tiempo que ella estuvo pendiente de su hermano Moshé cuando lo colocaron en el río, como dice la Torá: ‘Su hermana se quedó a lo lejos para ver qué ocurriría con él’”.
El gesto de esperar para reanudar el viaje hasta que ella pudiera volver a integrarse fue un reconocimiento a la bondad que Miriam mostró al esperar junto al Nilo cuando el bebé Moshé fue puesto en una canasta entre los juncos.
¿Quién tomó la decisión de esperar?
Aquí hay una aparente contradicción. La Torá dice que fue “el pueblo” el que no abandonó a Miriam, mientras que Rashi indica que fue un honor que le concedió Di-s. Esto resulta confuso, ya que Rashi está comentando las palabras “el pueblo no viajó”. Entonces, ¿quién le rindió homenaje a Miriam?
Además, el comentario de Rashi se basa en una Mishná que dice: “Por eso los israelitas la esperaron”, lo que parecería atribuir el gesto al pueblo. ¿Por qué entonces Rashi desvía el sentido literal del texto?
Pero el problema más serio con el comentario de Rashi es otro. Más allá de si fue decisión divina o del pueblo, ¿cómo puede decirse que esperar a Miriam fue un acto de honor o respeto? ¡Abandonarla sola en el desierto habría sido ponerla en grave peligro! Es impensable que el pueblo dejara atrás a alguien en un lugar que la Torá describe como “ese gran y temible desierto, donde había serpientes, víboras, escorpiones, y sequía, sin agua”. ¿Cómo puede Rashi afirmar que fue “un honor” el quedarse quietos durante su aislamiento, si avanzar y dejarla atrás la hubiera puesto en riesgo? “Honor” parece una palabra equivocada. No les quedaba otra opción más que esperarla. Si no fuera por este “honor especial”, ¿habrían seguido adelante sin ella? Claramente, eso no tiene sentido.
¿Avanzar o quedarse?
Para resolver estas preguntas, el Rebe enseña que todo nace de una suposición equivocada. Cuando leemos que el pueblo no partió hasta que Miriam volvió al campamento, no implica que existía la posibilidad de dejarla atrás. En cualquier circunstancia, ni Miriam ni nadie hubiera sido abandonado en medio del desierto.
Si el pueblo hubiera comenzado a viajar durante los siete días de aislamiento, Miriam habría tenido que interrumpir su proceso de purificación y moverse junto a todos. Al esperar los siete días completos hasta que “se cumplieron los días de su aislamiento”, Miriam pudo completar ese proceso sin interrupciones.
Si hubieran desmontado el campamento a mitad de camino, una vez instalados nuevamente, ella habría tenido que reiniciar su aislamiento desde cero. Eso habría alargado el tiempo de su purificación, lo cual habría sido una humillación. El honor que se le brindó fue permitirle terminar su período de aislamiento lo más pronto posible, sin alargar el proceso.
¿Cómo sabemos que los días de viaje no podían contar dentro de su aislamiento? Porque la Torá dice que debía permanecer “siete días fuera del campamento”. Y en otro pasaje, la Torá ordena que quien padece tzaraat “debe vivir aislado; su lugar será fuera del campamento”. Esto presupone que existe un campamento al cual estar afuera. Si los israelitas hubieran partido, ya no habría “campamento”, por lo tanto, su aislamiento se habría interrumpido hasta que se estableciera uno nuevo. Su seguridad no estaba en juego, pero sí su dignidad.
¿Quién decidía cuándo viajar?
Durante los 40 años en el desierto, los israelitas se guiaban por las “nubes de gloria”. Cuando las nubes se elevaban, ellos se ponían en marcha. Cuando descendían, acampaban. Por lo tanto, que no se movieran durante siete días fue una decisión divina: Di-s no levantó las nubes.
Así que, si bien fue Di-s quien lo organizó, el honor lo concretó el pueblo, que efectivamente la esperó. Di-s detuvo el avance de toda una nación para que el pueblo pudiera expresar su gratitud por el acto desinteresado de una joven que, décadas antes, había hecho algo noble.
Agradecimiento eterno
Pocas virtudes valora tanto la Torá como la gratitud. Ser verdaderamente agradecidos es una señal de humildad y nobleza. No importa cuántos años hayan pasado: nunca es tarde para agradecer. La gratitud no sólo debe sentirse; debe expresarse públicamente, y si es posible, directamente a quien hizo el bien.
La Torá quiere que sepamos que fue importante para el Todopoderoso que los israelitas usaran ese momento de prueba personal de Miriam para rendirle el honor que ella había ganado muchos años antes.
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