Sin duda que no debemos permitirnos rebelarnos (o ni siquiera considerar rebelarnos) contra D-os. Si esto requiere que nos “forcemos” a adquirir una segunda naturaleza, Divina, que así sea.
Pero la forma más profunda de suprimir una rebelión contra D-os es exponer su verdadera naturaleza: nuestro rechazo a estar satisfechos con nuestro actual entendimiento de D-os y nuestra repulsión por la superficialidad de nuestra relación actual con Él. Nuestra rebelión expresa nuestra desesperación: “Si esto es una vida Divina, ¡no quiero nada de ella!”
Visto bajo esta luz positiva, nuestras rebeliones, y las rebeliones del pueblo judío luego de haber comenzado sus viajes, son un clamor desesperado por un retorno sincero a D-os, por reestablecer nuestra relación con Él en un nivel mucho más profundo que el anterior.1
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