Todos los nombres de los meses del calendario hebreo son originarios de Babilonia. El pueblo judío adoptó estos nombres babilonios durante el exilio de setenta años allí. Sin embargo, de todos los nombres que se adoptaron, Tamuz destaca por su peculiaridad: es el nombre de una deidad, de un ídolo babilonio. ¿Por qué nuestros sabios permitirían que dentro de la santidad del judaísmo se adoptara el nombre de un ídolo?

La respuesta breve es que nuestro papel no es combatir la idolatría mediante la invalidación, porque la motivación psicológica que conduce a la gente a idolatrar no se cura de esa manera. En cambio, tenemos que transformar, a largo plazo, las propensiones psicológicas negativas que conducen a la idolatría, y transformarlas en algo positivo. Entonces, parece que la elección de los sabios por nombre del falso dios Tamuz nos brinda un caso práctico del problema de la idolatría y su solución. El mes de Tamuz es, por ende, el mejor momento del año para entender y practicar el proceso de transformación (o it’hapja, como se lo llama en la jasidut) de la mente.

Como veremos, el Tamuz es un parásito que vive de la tendencia humana a la autocompasión y de nuestro sentido de lo trágico: dos sentimientos que se vinculan de manera intrínseca con este momento del año.

El nacimiento de la tragedia

Nada menos que el Rambam (quien fue también uno de los más grandes estudiosos de la antigua idolatría, como él mismo certifica) nos trae la historia del Tamuz.1 Tamuz fue un falso profeta de la antigua Mesopotamia que fue torturado hasta la muerte por cierto rey. Luego de aquel episodio, sus seguidores inventaron la historia de que en la noche de su muerte todos los dioses fueron a coronarlo, y se fueron volando la mañana siguiente. La historia se convirtió en una obra, con Tamuz como héroe trágico. Esta obra fue tan popular que el profeta Iejezkel nos cuenta que, incluso en los tiempos en los que el Templo Sagrado estaba aún de pie, había funciones regulares en Ierushaláim, y las mujeres solían ver la obra y llorar.

Rashi explica que Tamuz es el nombre del primer mes del verano,2 porque en arameo significa literalmente “calor”. También destaca que el ídolo del Tamuz, que estaba ubicado en el Templo Sagrado (o cerca de él), tenía los ojos de plomo. Cuando el calor subía, los ojos del ídolo derramaban lágrimas de plomo que deterioraban su rostro.

La trágica historia del profeta, aquella obra sentimental y el ídolo que lloraba generaban en su conjunto un aire de compasión y tragedia alrededor del Tamuz. Pero esta compasión no era franca. Era una manipulación barata de las emociones y, más que nada, respondía a la necesidad de la gente de identificarse con la mala suerte de otros para aliviar sus propios sentimientos de autocompasión. La tragedia de la vida de Tamuz era compartida por aquellos que sentían que sus propias vidas eran sólo una larga tragedia.

Aunque hoy en día el Tamuz como forma de idolatría es un cuento olvidado hace ya mucho tiempo, los sentimientos de compasión y tragedia que alimentó siguen tan vigentes como lo estaban hace 2500 años. En primer lugar, es fácil ver al Tamuz como el precursor de la tragedia griega, que hoy en día se sigue viendo con buenos ojos en la cultura occidental y es parte integral de cualquier educación liberal. Pero la semejanza entre las manipulaciones superficiales del culto a Tamuz y la popularidad (o incluso adoración) de los famosos de hoy en día cuyas vidas son vistas como trágicas, es demasiado fuerte como para pasarla por alto. La compasión y las lágrimas derramadas por figuras como Elvis, Jim Morrison o River Phoenix son las mismas derramadas por Tamuz. Es la identificación con la tragedia en la vida de estos íconos modernos lo que inspira a tanta gente a tratarlos como ídolos, y a continuar el culto de veneración de los héroes trágicos.

Incluso si una persona no se considera a sí misma admiradora de Elvis, es probable que la sensación de ruina y tragedia esté de todas maneras presente en su mente. Mucha gente sufre hoy por ver la vida como una tragedia, una visión que promueve una imagen trágica de uno mismo. El individuo que ve su propia existencia como trágica continuamente busca, e incluso espera, la compasión de los demás. Cuando esto no sucede, esa persona cae en la autocompasión y eventualmente en la autoadoración, luego de construir la forma de Tamuz en su propia mente.

La mirada sanadora

¿Qué podemos hacer para librarnos del culto de la vida como tragedia? El primer paso es verlo tal como es: una forma de idolatría superficial que cultiva un enfoque superficial de los verdaderos dolores y tristezas de la vida. Como nos enseñan los sabios, cuando una persona experimenta el dolor o la tristeza, se trata de un llamado de Di-s, que desde arriba nos dice que debemos buscar en nuestra alma y cambiar de dirección.

La postura de que la vida es una tragedia puede ser tomada sólo cuando la confianza y la fe en el amor y la bondad de Di-s han desaparecido. Cuando esto es así, venerar lo trágico se convierte en posible. De hecho, uno de los nombres usados en la Biblia para referirse a los ídolos es simplemente “tristeza”.

Reconocer que esa depresión y esa pérdida de fe en la vida son formas de depresión nos ayuda a internalizar la declaración bíblica de que seguir a Di-s significa “elegir la vida”.3 Pero para elegir la vida, uno tiene que ser capaz de ver la bondad que hay en ella. Este segundo paso incluye nuestras perspectivas de nosotros mismos y de los demás.

Para entender mejor este segundo paso, tenemos que mencionar que en cabalá cada uno de los doce meses del año se asocia con un sentido particular o con una facultad mental. El mes de Tamuz se asocia con la vista. Esto significa que el mes de Tamuz es el mejor mes del año para aprender a ejercitar nuestra vista de la mejor manera que sea posible. La vista rectificada incluye tanto mantenerse al margen de todo lo negativo (una habilidad asociada en cabalá con nuestro ojo izquierdo) como entrenarnos para percibir las cosas como positivas (lo que se asocia con nuestro ojo derecho). En esencia, ambos aspectos están incluidos en el ojo derecho, lo que significa que debemos buscar hasta encontrar los aspectos positivos de los demás.

Lo que nos impide ser capaces de ver lo bueno en los otros es, casi siempre, la envidia. Los sabios nos enseñan que la envidia engendra lujuria y arrogancia.4 Si miras a los otros con envidia, no sólo eres incapaz de ver lo bueno que hay en ellos, sino que también aumentas tu propia lujuria y deseo por aquellas cosas que son lo opuesto a la vida. Para sanarte, necesitas de un oftalmólogo experto. Según la jasidut, el primero fue Moshé, quien curó la visión espiritual de todo el pueblo judío con su propia generosidad y con su amor incondicional hacia todos los judíos.5

Una persona que ha sanado su sentido de la vista en este aspecto adquiere el poder de sanar a otros con su mirada. Esta es la historia de quien más amó en el pueblo judío en las últimas generaciones, el rabino Levi Yitzjak de Berditjev, quien solía rezar con los ojos abiertos, con la mirada hacia la calle y sus transeúntes. Le criticaban falta de modestia, pero él no cambiaba sus modos. El sentido oculto de esta conducta intrigante era que la mirada amable y alentadora con la que rezaba a Di-s (que no se concentraba en absoluto en los que estaban fuera) era suficiente para cambiar a las personas para bien.

El rabino Nachman de Breslov, uno de los grandes contemporáneos del rabino Levi Yitzchak, encontró esta idea en el versículo: “Un poco más y lo malvado ya no estará; porque mirarás hacia su lugar y él no estará”.6 El rabino Nachman explicó que, con estas palabras, el Rey David quería decir que ignorar lo malvado y buscar lo bueno de una persona brinda a la mirada el poder de anular el mal.

Esta es la respuesta judía a la actitud de que la vida es una tragedia.

La (no) tragedia judía

El decimoséptimo día de Tamuz marca el principio de un periodo de tres semanas de luto por la destrucción del Templo Sagrado de Ierushaláim. Sin embargo, sería incorrecto asociar nuestro estado nacional de duelo con un sentimiento de tragedia a nivel nacional.

Es una pena que algunos judíos hayan cultivado una cultura de tragedia nacional, no sobre la destrucción del Templo per se, sino más bien sobre lo que perciben como la trágica historia del pueblo judío. Elegir percibirnos como protagonistas de una tragedia conduce al autodesprecio y a la pérdida de la confianza, lo que crea una cultura que se identifica con nuestros enemigos y sus objetivos. Además, como ya lo marcamos, percibir la existencia propia como trágica crea una expectativa de pena y compasión de los demás. No hace falta mencionar que esto causa que otros pueblos se distancien.

Sin duda, nosotros, el pueblo judío, hemos experimentado enormes sufrimientos y dolores a lo largo de nuestra historia; incluso quizás más que otras naciones. Pero la historia judía es cualquier cosa menos trágica. Es la historia de la fe y de la esperanza, y de la integridad moral ante los déspotas y las religiones inmorales, muchas de las cuales han desaparecido del mundo. La historia judía es la gran antitragedia. Es la historia del hombre y su búsqueda de la posibilidad de santificar nuestra existencia física aquí en la Tierra.

Al caminar por las ruinas del Segundo Templo y enfrentarse con el dolor del exilio venidero, la mayoría de los sabios lloraron; pero Rabí Akiva no. Rabí Akiva, el Moshé de su generación, se enfrentó al desastre con cierta alegría. Cuando le preguntaron la razón de su inesperada respuesta, explicó que los profetas habían pronosticado muchos períodos difíciles para la historia de nuestro pueblo, pero también buenos periodos que conducirían al final al bien definitivo, a la redención real y completa. Continuó: “¡Ahora que he visto que ha pasado lo malo, estoy seguro de que lo mismo ocurrirá con lo bueno!”.

Rabí Akiva representa la fe y la confianza judías en la inminencia de lo bueno y lo sagrado, incluso frente a la adversidad. Le heredó esta cualidad a su discípulo Rabí Shimón bar Yojai, quien fundó la tradición mística judía con su libro el Zohar (literalmente: “resplandor”). A lo largo del tiempo, la habilidad para observar con ojos rectificados ha sido transmitida al pueblo judío, especialmente en las escrituras de la cabalá y luego de la jasidut.

Que este mes de Tamuz sea el mes en el que nos comprometamos a ver el mundo como lo veían todos nuestros maestros sagrados. Al transformar nuestra mirada, seremos merecedores de ver la guía de Di-s en la era de la verdadera redención final.