Parte 1
La teoría de la ética universal
Capítulo 1
El alma: el ser humano a imagen de Di-s
Visión general
El comienzo de la discusión acerca de la teoría de las leyes noájicas debe abordar las preguntas fundamentales: (1) ¿Cuál es el significado de lo “espiritual” dentro de la persona? (2) ¿Cuál es el modo de “conocimiento” espiritual? y (3) ¿cuál es el contenido de ese conocimiento (“revelación”)? La discusión avanza junto con la consideración del pensamiento de un gran psicólogo y pensador, cuyo trabajo involucra a la cultura moderna, Viktor Frankl.
El alma se percibe como “portadora espiritual” del ser humano, unificadora y máxima representante del complejo mente-cuerpo-alma que conforma al ser humano. Como tal, es responsable y está en deuda con algo más allá de la persona. La persona con conciencia religiosa llama a ese algo “Di-s”.
El “conocimiento” que tiene el alma acerca de Di-s es, en última instancia, no cognitivo. “Ve” la manifestación de Di-s, cuya existencia, trascendiendo el dominio del mundo interior en el que opera el intelecto, no puede ser “fundamentada” por el intelecto. Más allá de eso, el alma está capacitada para el reconocimiento de los atributos Divinos, en la medida en que estos atributos (en un grado reflejado) también pertenecen a ella: este es el significado de la declaración bíblica de que el ser humano se hizo a “imagen de Di-s”. Este conocimiento, como “afinidad”, se realiza en la “imitación de Di-s” a través de la conducta de las leyes noájicas.
La conducta de estas leyes es específica y concreta. El conocimiento de estas leyes proviene de la tradición abrahámica (que comienza con Adán y Noé), pero adquiere autoridad de su reiteración como parte de la revelación en Sinaí. En la medida en que las principales religiones del mundo se relacionan con estos puntos de origen, ya están “preparadas” para una resonancia enfocada con el pacto universal de leyes noájicas en su raíz.
1. El alma
“Portadora espiritual” de la persona
Hemos elegido aquí, junto con la discusión teológica noájica, invocar los escritos filosóficos de un gran -aunque “solitario” en el largo ambiente dominante de un freudismo materialista- escritor y psicoterapeuta, Viktor E. Frankl. El gran contrapeso a Freud, en términos de devolverle la integridad de lo espiritual a la persona, Frankl lo comenzó como estudiante de las enseñanzas freudianas que posteriormente abandonó. Su libro, El hombre en busca de sentido, basado en su propia supervivencia física y psicológica en los campos de concentración, fue uno de los diez libros más influyentes del siglo XX, según una encuesta de la Biblioteca del Congreso.1 El libro contiene el tema central de la obra de Frankl: que el ser humano posee una facultad de significado superior a través de la cual puede trascender y franquear psicológicamente cualquier situación, interna o externa. Sin embargo, la enorme resonancia que este libro encontró en la cultura mundial debe haber ocurrido en un nivel más “popular” o para los lectores intelectuales en un nivel “privado” porque durante su vida (falleció en 1997), su doctrina no encontró una amplia difusión o reconocimiento en la academia “pública” y la práctica psicoterapéutica. Algunos han argumentado que sí tuvo una influencia: que es una fuente vital para cualquier reflexión acerca del “significado” personal que se pueda encontrar en la psicología moderna. Sin embargo, esto no llegó a otorgarle a su trabajo un reconocimiento acorde a sus propios términos e integralidad. La paradoja de su resonancia y, a pesar de todo, su falta de influencia pública en círculos influyentes, atestigua el fenómeno de la represión de la “necesidad metafísica”, de la que habló Frankl.2
Nuestro propósito al discutir la concepción noájica del ser humano a imagen de Di-s junto con el trabajo de Frankl, no es presentar a Frankl como una fuente, y mucho menos una autoridad, en la teología o la ley noájica. Es posible que ni siquiera haya conocido las leyes noájicas como tales, aunque sin duda la sustancial congruencia de su trabajo con esta enseñanza se deriva de su propio judaísmo.3 Sin embargo, su trabajo es un valioso vehículo para definir el concepto del alma como “imagen de Di-s” en el ser humano, ya que su trabajo ha entrado y es conocido en la cultura occidental. Además, debido a su relación con Freud, puede ser una palanca para bajar los niveles de represión cultural de la experiencia religiosa personal, en gran parte efectuada o al menos promovida por los escritos del fundador del psicoanálisis.4
Frankl dio una variedad de nombres a la facultad superior de búsqueda de significado y afirmación en la persona. Estos incluyen el “espíritu”,5 la “religiosidad inconsciente”, el “instinto moral”,6 la “necesidad metafísica”7 y la “conciencia”.8 Este aspecto del yo debe distinguirse tanto del ser emocional y físicamente necesitado (el yo expresivo de la persona física), así como de la mente o el intelecto con su cualidad de razón. Más bien, este es el yo moral claramente impulsado, que por su “naturaleza” busca persuadir al intelecto para que trascienda la relativamente egocéntrica existencia de la personalidad corporal.
Este aspecto del yo es su elemento más elevado, y esencialmente representativo, en el sentido (como lo expresa Frankl) de que tiene cuerpo y mente a su disposición, como un vehículo compuesto para las posturas que la persona toma ante las situaciones de la vida. Por esto, Frankl describe al alma como “portadora espiritual de todo el organismo psicofísico [es decir, cuerpo-mente]”.9 No solo, como veremos, arbitra correctamente los supuestos y valores básicos, externos a la razón y desde los cuales procede la razón. También arbitra los reclamos conflictivos de mente (“razón”) y cuerpo (“vida”, “sentimiento” y “sufrimiento”). La razón puede calcular los costos y consecuencias de la acción, pero no determina qué costos y consecuencias deben soportarse. La “felicidad” material, el bienestar y la buena vida en sí mismos son valores, pero la extensión y las condiciones bajo las cuales determinan el rumbo de la conducta requieren la sentencia de una conciencia superior. En general, aunque principalmente en los desafíos de la vida (como los problemas bioéticos del aborto, la eutanasia o los problemas sociales de la moralidad sexual y las amenazas físicas a la supervivencia), resuelve lo que el ser humano unificado, como actor en la vida, debería hacer: si debe o no resistir un placer particular o soportar un dolor particular y por qué razones.10 Todos los criterios son, en última instancia, sus criterios: y para esto el alma está orientada hacia una ley superior.
El deber y la responsabilidad de la persona
En términos de la teología noájica, el alma o lo espiritual dentro de lo humano es la facultad o capacidad de recepción, resonancia y reconocimiento de lo Divino. 11 Cuando esta capacidad se activa, como un alma o conciencia “en funcionamiento”, orienta la mente (y el corazón) hacia lo Divino. Porque, si bien el distintivo del ser humano es el intelecto, el intelecto mismo se puede equivocar. Puede producir una defensa elaborada o racionalización de meras predisposiciones (muchas de las cuales surgen de la personalidad físico-emocional del ser humano); o puede regular la emoción de acuerdo con los principios que están más allá de la predisposición y la predilección simplemente voluntarias. Se explica que la afirmación bíblica de que el ser humano fue hecho a “imagen de Di-s” se refiere al intelecto como orientado “hacia arriba”, hacia un conocimiento superior. 12 Esta es también la humildad e integridad del intelecto: que sabe que no puede verificar o, en última instancia, validar los primeros principios o incluso el estilo de razonamiento con el que debe trabajar, y que estos principios provienen de más allá de su propio dominio. 13
Frankl habló también de este yo superior como el punto de referencia central y el recurso para la “responsabilidad” humana. En su manejo esencial del ser humano, está en deuda con la “verdad misma”, esa instancia suprema que para la mayoría de la humanidad y la mayoría de la historia se ha llamado “Di-s”. En palabras de Frankl,
En la responsabilidad también es dado el objetivo de la libertad humana: de qué es libre un humano, por qué o contra qué decide. Estos son específicamente el mundo del significado y los valores, la escala de los valores y el eje o la cumbre de cada jerarquía de valores: Di-s.14
Esta actitud hacia algo superior a los elementos psicofísicos, la primacía de lo espiritual, marca una sociedad civilizada. Esto no incluye todo lo que parece religioso, sino a la religión centrada en el monoteísmo con los valores universales proyectados por él, que se discutirán a continuación. La civilización no es lo mismo que la razón en sí misma: una sociedad podría ser la más desarrollada científica e intelectualmente de su época, como fue la Alemania en la que surgió el nazismo y, sin embargo, manifestar la barbarie extrema.15
La mayoría de la humanidad es religiosa y en el pasado lo fue aún más. Pero, ¿cómo se puede relacionar el concepto de “imagen de Di-s” dentro de lo humano con la persona “conscientemente” no religiosa? La respuesta a esto, dada por Frankl y utilizada en su trabajo psicoterapéutico, es que una espiritualidad inconsciente entra en juego también en la persona ostensiblemente irreligiosa, siempre y cuando, en un momento genuina y rigurosamente auto-trascendente, sondea el más profundo “¿por qué?” de su existencia. Aquí, Frankl escribió:
Di-s es el socio de nuestros soliloquios más íntimos. Es decir, cada vez que uno habla consigo mismo con la mayor sinceridad y soledad máxima, a quien se está dirigiendo puede llamarse justificadamente Di-s. Como se puede observar, tal definición elude la bifurcación entre las visiones del mundo [Weltanschauung] ateísta y teísta. La diferencia entre ellas surge solo más tarde, cuando la persona irreligiosa insiste en que sus soliloquios son solo eso, monólogos consigo misma, y la persona religiosa interpreta los diálogos reales con alguien que no es ella misma. Bueno, creo que lo que aquí debería contar primero y más que cualquier otra cosa es la “sinceridad máxima” y la honestidad. Y estoy seguro de que si Di-s realmente existe, Él ciertamente no va a discutir con las personas irreligiosas porque lo confunden con ellas mismas y, por lo tanto, lo denominan erróneamente. 16
Frankl también ha escrito que el individuo no religioso, que ha buscado un significado a un nivel que trasciende genuinamente los reclamos e intereses del “organismo psicofísico”, de hecho, está en camino a Di-s, sin haber llegado al “término”.17
2. El conocimiento del alma
“La visión”, o el reconocimiento, de lo divino
El alma (a diferencia de la razón) no hace investigaciones filosóficas sobre la existencia de Di-s porque no está dentro del campo de la realidad empírica, a la que Frankl llama “lo óntico”, donde la razón habita. Frankl escribe,
.. mi apreciación personal es que todas las pruebas de la existencia de Di-s son, en última instancia, blasfemas. Preguntemos: ¿qué se puede probar?, ¿qué se puede demostrar? Solo cosas ónticas, es decir, mundanas, cosas, cosas de alguna manera dentro de la naturaleza. Así, uno puede probar que hubo algún animal antediluviano: a partir de huellas fosilizadas se puede deducir una existencia primordial. ¡Pero Di-s no es un fósil! No se le puede razonar a Él como a las entidades ónticas, como a una entidad natural, una entidad dentro de la naturaleza. En cualquier caso, ningún camino óntico conduce a un ser de la categoría existencial que relacione con Di-s, sino solo el camino ontológico [metafísico]. Me dirijo a Él (no como a un ser dentro del mundo al que me enfrento) cuando me entiendo a mí mismo, a todo mi ser, como algo que nace, como algo que nace de una base absoluta.18
El alma conoce a Di-s de una manera o en una relación que reconoce a Di-s en su trascendencia.
El ejemplo clásico de la forma que un procedimiento de este tipo debería seguir, es quizás la famosa declaración de Pascal: “No te hubiera buscado, si no te hubiera encontrado”. La realidad metafísica se muestra como trascendente fuera de la intencionalidad del acto que la pretende.19
Esto no significa que la creencia no pueda llegar a la cognición y la comprensión de la razón. De hecho, sería una virtud que la creencia llegue a tal cognición, ya que así se internaliza y se integra en las estructuras de la propia personalidad. Sin embargo, en su raíz y principio espirituales, la creencia conoce a Di-s en un modo no cognitivo.20 Esto se expresa metafóricamente como un tipo de “visión”.
La profecía bíblica fue recibida en la modalidad de “visión”, como explica Maimónides; y así también la autoridad de la revelación en Sinaí fue que la comunicación de Di-s con Moisés fue vista y en cierto grado compartida por millones de personas (incluidos los 600 000 hombres en edad militar).21 Pero cuando hablamos, en la vida diaria de los seres humanos, de la “visión” o experiencia de Di-s del alma, nos referimos a algo que, para algunos, puede que aún sea inconsciente, para otros constantemente consciente y para los demás ocasionalmente consciente.
Este concepto del núcleo del alma como una entidad que ve espiritualmente, se elabora en relación con un versículo del libro bíblico, Daniel.22 El versículo dice que una visión divina se le apareció a Daniel, mientras él estaba en compañía de otras personas. Los que estaban con él no podían percibir la visión conscientemente y huyeron para esconderse. El Talmud23 explica esto en términos de que, aunque no tuvieron la visión, su mazal (fuente espiritual) la vio. El comentario elabora el significado de la palabra “mazal” como “su mazal en el cielo” (en el verso en Daniel) y (en el Talmud24 ) como “el ángel que atiende a cada persona”. Una autoridad contemporánea25 ha extendido este significado al de “alma de arriba” de la persona, y este es el sentido en el que usamos este término.
Ahora, el hecho de que (según lo explicado por el Talmud) las personas que estaban con el profeta Daniel eran judíos, parece no hacer ninguna diferencia, y este concepto se aplica al ser humano en general.26 Esto es el mazal, la raíz espiritual del ser humano que reconoce a la Divinidad, y un momento de prominencia de esta manifestación palpable mueve a la persona en respuesta a ella. La cuestión es hasta qué punto el receptor del alma se sensibiliza a través de prácticas espirituales o “ejercicios”, o es catalizado por la crisis (“no hay ateos en las trincheras”) o activado por una repentina humildad o gratitud, que traigan esta experiencia a la conciencia y la acción. Idealmente, una persona debe hacer de manera estable lo que se requiere para habituar esa conciencia.
La imitación de lo divino
Frankl escribe en la última de sus Ten theses concerning a person (‘Diez tesis sobre la persona’):
La persona debeentenderse finalmente como semejanza de Di-s. El humano puede comprenderse a sí mismo solo desde la perspectiva de la trascendencia. El humano es humano solo en la medida en que se aferra a sí mismo en relación con Di-s. Es una persona solo en la medida en que personifica la trascendencia: afinada y resonante con los llamamientos de la trascendencia. La convocatoria de la trascendencia se oye en la conciencia. La conciencia es el registro de la trascendencia... El verdadero descubrimiento de lohumano, la inventio hominis, ocurre en la imitatio Dei (la imitación de Di-s).27
Un significado importante de la imitación de Di-s en la enseñanza noájica es la imitación o emulación de los atributos o cualidades divinas.28 Estos atributos, también conocidos en el lenguaje de la cábala y el misticismo judío como las sefirot, son cualidades creadas por Di-s a partir de las cuales la creación está modelada y ordenada. Son, en palabras de Maimónides, características de las acciones de Di-s, y no son realmente inherentes a Él mismo, ya que no hay una descripción de Di-s mismo de la cual sus criaturas sean capaces.29
Por lo tanto, la teología noájica presenta al alma humana como poseedora de una serie de atributos: jesed (amor), guevurá (severidad o disciplina), tiferet (armonía) y demás, relacionados con los mismos atributos divinos (aunque trascendentes).30 La diferencia no solo está en el “grado”. En los seres humanos y en el mundo afectado por las acciones de los seres humanos, estas cualidades también pueden adquirir una expresión profana. El amor puede ser dirigido hacia el otro o puede ser interesado y autoindulgente. Así también, la cualidad de la severidad puede expresarse en autodisciplina y santificación o como violencia y agresión.31 Hay una lucha entre lo espiritual y lo animal en el ser humano en cuanto a si el intelecto modelará los atributos humanos en lo Divino o si el carácter egocéntrico de la dimensión animal en la persona prevalecerá e incluso conquistará al intelecto. El propósito de los mandamientos bíblicos es, a través de su práctica, convertir los atributos de la naturaleza humana en su expresión divina. Los 613 mandamientos divinos, escribe Maimónides, fueron entregados al pueblo judío para “rectificar comportamientos y hacer acciones rectas”,32 y por razones similares, podríamos decir, fueron dadas las siete leyes noájicas con todos sus detalles a la humanidad en general.
En este sentido, se ha escrito33 que cada ley noájica está asociada con un atributo divino específico, de modo que el cumplimiento del noájida actualiza los atributos divinos (al menos en un reflejo disminuido de su calidad divina trascendente) en el ser humano. En consecuencia, por ejemplo, la observancia de la prohibición de ciertos tipos de relaciones sexuales rescata el jesed (bondad amorosa) de la gratificación autodirigida hacia el amor dentro de las uniones sexuales divinamente permitidas. Esto le da al atributo de jesed en el ser humano una forma semejante al atributo divino de jesed, o, al menos, evita una falsa expresión de este atributo.
Así, el Maharal de Praga escribe34 que después de una serie de descensos para la sociedad humana a través de la transgresión de las siete leyes noájicas, siete grandes tzadikim, figuras justas de importancia espiritual global, rectificaron sucesivamente en sus respectivas generaciones la transgresión de cada ley noájica en la sociedad. Abraham estableció una conducta ejemplar que corrigió el libertinaje sexual, Isaac rectificó la perversión de la justicia (din); Jacob, la blasfemia; Levi, el robo; Kehot, la idolatría; Amram, el asesinato; y Moisés, la más importante transgresión de tratamiento inadecuado de la naturaleza (enmarcado como “consumir la extremidad de un animal vivo”). En la medida en que Abraham “personificó”, en el grado humanamente posible, el atributo divino de jesed (bondad), Isaac, guevurá (severidad); Jacob, tiferet (armonía) y así sucesivamente a través del orden de los atributos divinos conocidos como “atributos emocionales”, podemos inferir una correlación entre las leyes noájicas y los atributos divinos.
Una personalidad humana individual modelada por lo Divino a través del cumplimiento de las leyes noájicas se extiende en una sociedad buena, armoniosa y ordenada. El objetivo práctico de las leyes noájicas es una sociedad civilizada: tanto en términos de las relaciones del ser humano con Di-s, como con otros seres humanos. Este ideal ha sido llamado la “habitación del mundo”,35 la norma universal de la civilización. Esto no es simplemente un “ideal”, un “plus”. Su ausencia es vista como algo profundamente negativo. Un mundo incivilizado es un mundo bárbaro.
3. La revelación
La ley como concreta e históricamente dada
La imitación de Di-s es se da en términos de conducta concreta. Frankl emplea la analogía de la perspectiva visual:
La perspectiva en una imagen −el curso de las llamadas líneas de fuga que convergen uniformemente en cierto punto− está dominada por este punto, conocido como el punto de fuga. El punto es virtual; “no está” en absoluto en la imagen misma que, de hecho, domina. En realidad, no está representado en la imagen. No aparece en la imagen, no está en absoluto “dado” a la percepción y, sin embargo, es constitutivo de la imagen.
No es diferente con lo que denominamos valores: también parecen converger en un punto uniforme. Y cuando perseguimos de manera consistente estas líneas de valor dentro de la existencia, entonces, de hecho, ese punto, trascendente y, sin embargo, constitutivo, en el que convergen estas líneas de valores, tiene que manifestarse. Sería este punto, este Uno, el que une todos los valores. Y tal vez la oración principal de los judíos −que consta de seis palabras hebreas [Shemá Israel (Escucha, Israel) ...] y declara que el único Di-s es solo uno− en su sentido más profundo y último puede interpretarse de esta manera.36
En sus términos, estas “líneas de valor” [Wertlinien] o valores de conciencia universal vuelven al “punto de fuga” central, es decir, a la enseñanza del único Di-s.37
La imitación de Di-s encuentra expresión concreta en la conducta específica de las leyes noájicas. De hecho, una de las principales alumnas de Frankl, Elisabeth Lukas, ha escrito que el contenido de la conciencia universal y el propósito humano superior está delimitado. El significado al cual Frankl alienta a encontrar en la vida no es relativo o puramente subjetivo. Más bien, en palabras de Lukas, “la conciencia... es una apreciación de los valores, la cual es precursora de todo lo que es moral, que cada ser humano lleva instintivamente dentro de sí”.38
Ahora no está y no ha estado dentro de la capacidad de, virtualmente, toda la humanidad recibir directamente la profecía que contenía estas leyes. Adán, Noé y los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, parece que pudieron percibir la voluntad divina e incluso “aprender” la ley divina antes de que fuera dada en Sinaí. Le tocó a Moisés, con su poder de profecía único, recibir la ley y comunicarla concretamente a la humanidad. Todos los demás escritos bíblicos, incluidos los profetas, se relacionan con los Cinco Libros de Moisés, al igual que la tradición de los comentarios, o la “Ley Oral”, que han llegado a nuestra generación. Es decir, no es simplemente un artículo de creencia que la enseñanza divina fue dada en su generalidad y particularidad, y así se ha transmitido y se ha dilucidado hasta el presente, sino que también es experiencialmente confirmable por la resonancia de la doctrina recibida en el alma humana. El contenido de la “imitación de Di-s” en las leyes noájicas no solo es concreto y específico, sino también necesariamente histórico: la religión debe tener un linaje histórico o un reconocimiento de la revelación que produjo “Escucha Israel, Dios nuestro Dios, Di-s es Uno” además de su prefiguración en el monoteísmo abrahámico. De lo contrario, en palabras de Frankl,
una persona sin afiliación religiosa tradicional no sería otra que una que no tenga lenguaje [sprachlos]. Para el lenguaje religioso en general y para la persona promedio (el lenguaje) es solo el de afiliación religiosa tradicional o no es nada.39
La reconexión con la ley universal transmitida concuerda con las concepciones modernas y seculares de la autonomía y la libertad humanas. Tal concepto de libertad es “libertad de”. Pero libertad podría significar de manera convincente “libertad de” una norma que restringe los deseos humanos, solo si la persona no hubiera tenido un alma, creada “a imagen de Di-s”, que le exigiera esa norma. Frankl y la teología noájica, más bien entienden el principal ejercicio normativo de la libertad como la “libertad para” realizar las normas divinas, que constituyen parte de la esencia humana. El verdadero sentido de la libertad, en palabras de Frankl, llega cuando uno
se somete libremente, a una ley. Por lo tanto, La responsabilidad es más como estar ligado a la libertad, el reacoplamiento con una orden (superior) en el sentido de la ley. Estar ligado, en este sentido, es —ni más ni menos— la traducción literal de [la palabra] re-ligio.40
La libertad, en el sentido de “libertad de”, aún conserva una virtud para la teología noájica si se la entiende como libertad para manifestar la particularidad individual en el desempeño de una norma moral abstracta. Eso no significa oposición. Más bien, alude a la singularidad de las circunstancias y cualidades específicas de la persona en el cumplimiento de esa norma divina. Sin la violación de la norma divina, es posible que el individuo realice la moral de una manera que exprese su personalidad y sensibilidad únicas. De hecho, la grandeza de una persona o un “colectivo”, una cultura o una sociedad, consiste en la integración creativa y transformadora de su personalidad, cualidades y oportunidades al servicio de Di-s, a través del cumplimiento de las leyes noájicas.
Traducción: María Sánchez Varón
Traducción, corrección y estilo: Carlos Sánchez Corrales
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