El agujero en el Bote

Un hombre fue llamado a pintar un bote en la playa. Llevó su pintura y su brocha y lo empezó a pintar de un color rojo brillante, según lo habían contratado. Al empezar a pintar, notó que la pintura se escurría por el fondo de la embarcación. Se dio cuenta entonces que había una fuga y decidió arreglarla. Al terminar de pintar, cobró el dinero por su trabajo y se fue.

Al día siguiente el propietario del bote le entregó al pintor un cheque por una suma grande. El pintor se sorprendió. "Usted ya me pagó por pintar el bote," le dijo.

"Pero esto no es por el trabajo de pintura. Es por arreglar la fuga."

"Era algo tan pequeño que no quise ni cobrarle. ¿ Esta seguro que me está pagando esta enorme cantidad por algo tan pequeño?"

"Mi querido amigo, usted no entiende. Permítame explicarle.”

"Cuando le pedí que pintara el bote, se me olvidó mencionarle sobre la fuga. Cuando el bote estaba listo y seco, mis hijos tomaron el bote y salieron a pescar. Cuando descubrí que habían partido en el bote, me puse histérico. Recordé que el bote tenía una fuga ¡Imagínese mi alivio y felicidad cuando los vi volver sanos y salvos! Examiné el bote y vi que usted había reparado la fuga. Ahora, ¿ve lo que hizo? ¡Usted salvó las vidas de mis hijos! ¡No tengo suficiente dinero para pagarle por su ‘pequeña’ buena acción …!”

Una pieza de Cordel

Un rico comerciante compró un maravilloso candelabro para su hogar. Era una obra de arte, hecha de puro cristal y adornado con piedras preciosas. Costó una verdadera fortuna.

A fin de colgar este bello candelabro, el comerciante hizo un agujero en el cielo de su habitación y a través del agujero hizo pasar un cordel. Dejó que un extremo colgase sobre la sala, el cual amarró al candelabro y el otro extremo de la cuerda lo sujetó a un clavo en el ático. Luego, haló la cuerda hasta que el candelabro colgara ajustadamente en el techo de la sala y amarró el resto de la cuerda alrededor del clavo en el ático.

Todos los que llegaban a la casa admiraban el maravilloso candelabro, y el comerciante y los de su casa estaban muy orgullosos de éste.

Un día llegó un chico pobre pidiendo ropa vieja. Se le dijo que subiese al ático, donde se guardaban las ropas viejas, y que tomase algunas. Subió al ático y tomó un hatillo de ropas. Luego de empacarlas en su bolsa, buscó una pieza de cordel con la cual amarrarla. Vio una cuerda amarrada alrededor de un clavo y decidió tomar una parte. Así que sacó su navaja y cortó la cuerda.

¡Crash! Hubo un terrible destrozo y al minuto siguiente toda la familia corrió al ático gritando: "¡Idiota! ¡Mira lo que has hecho! ¡Has cortado la cuerda y nos has arruinado!"

El pobre chico no entendía a que se debía toda la excitación. Dijo: "¿Qué queréis decir con que os he arruinado? Todo lo que hice fue tomar una pequeña porción de cuerda. ¿De seguro que esto no os arruinó?"

"Tú, pobre idiota," replicó el comerciante. "Sí, todo lo que hiciste fue tomar una porción de cuerda. Pero sucede que mi precioso candelabro colgaba de ella. ¡Ahora ha quedado quebrado y no se puede reparar!"

Estas dos historias, mis amigos, tienen una moraleja: Muy frecuentemente, al hacer lo que nos parece una mitzvá “pequeña”, no sabemos que realmente hemos hecho algo maravilloso. Y, a la inversa, al cometer lo que creemos que es una "pequeña" transgresión, estamos causando una catástrofe terrible. Tanto las buenas acciones como las malas acciones causan una "reacción en cadena." Una buena acción trae otra buena acción, y una transgresión trae otra. Cada una de ellas, sin importar lo pequeñas que parezcan, pueden crear o destruir mundos. ¿No creéis que vale la pena recordar estas dos historias?