Es una vieja costumbre dedicar más tiempo durante el mes de Elul a la plegaria y a recitar tehilim. Hasta los judíos estudiosos, quienes pasan la mayor parte de su tiempo en el estudio de la Torá, se dedican más a la plegaria y a tehilim durante estos días.En relación con esto, les traemos la siguiente historia:

El santo Baal Shem Tov amaba mucho a los demás judíos. Amaba a los jóvenes y a los viejos, a la gente de la ciudad y a la del campo, a los estudiosos y a los ignorantes. Los amaba con todo su corazón y su alma.

No es de extrañar que los judíos acudiesen a él desde lejos y desde cerca, porque ¿no es el corazón como un espejo? Como uno se siente hacia el otro, el otro se siente hacia uno. Y así muchos judíos llegaban donde el Baal Shem Tov. Algunos llegaban a escuchar sus palabras de Torá —para ellos el Baal Shem Tov revelaba secretos escondidos de la Torá que hacían que sus corazones cantasen de alegría. Otros —incluyendo los ignorantes— venían a pedirle su consejo o su bendición, o simplemente a mirar la cara santa del Baal Shem Tov y a inspirarse con las melodías que oían, ya que eran cantadas sin palabras, o con palabras muy simples que podían entender.

Los hombres sencillos e ignorantes se sentían muy avergonzados de no haber aprendido más en su juventud. El Baal Shem Tov sabía como se sentían. Sabía que no era su culpa. De hecho, con frecuencia les decía que no debían sentirse desdichados, ya que D-os ama la sinceridad y la sencillez, la integridad y la humildad, y éstas virtudes existían en abundancia entre los ignorantes. ¡En esto no estaban por debajo de nadie!

Para demostrarles quá realmente quería decir eso, el Baal Shem Tov era especialmente amistoso y atento con ellos. Cuando se sentaba a la mesa, rodeado por sus brillantes estudiantes —muchos de los cuales eran eruditos famosos— invitaba a los hombres pobres a compartir el vino sobre el que había recitado el kidush, dándoles generosas tajadas de queque de miel, y en general haciéndoles sentir como si fuesen sus hijos favoritos. Los eruditos que se sentaban a la mesa no podían comprender por qué el santo Baal Shem Tov les dispensaba tanta atención a los ignorantes. El Baal Shem Tov también sabía como se sentían los eruditos.

En una ocasión les dijo: “Estáis sorprendidos de que favorezca a los sencillos, ¿no es así? Es cierto que ellos no han aprendido tanto como vosotros; algunos de ellos ni siquiera conocen el significado de las plegarias que recitan diariamente. Pero sus corazones son de oro; sus corazones están llenos hasta rebosar de amor por la humanidad y por todas las criaturas de D-os, y son humildes y honrados. Observan todas las mitzvot de la Torá con simplicidad y fe, aunque no sepan mucho sobre ellas. Sobre todo, hay un fuego ardiente en su corazón por estar con D-os, como la Zarza Ardiente que no se consumía. ¡Cómo envidio sus maravillosos corazones judíos!"

Los estudiantes escucharon a su maestro y difícilmente podían creer lo que oían. El Baal Shem Tov los miró con seriedad y dijo: '"Pronto os demostraré que no he exagerado."

Esto sucedió durante la seudá shelishit del santo Shabat. Como era la costumbre, el Baal Shem Tov se sentó a la cabecera de la mesa rodeado por sus discípulos. Esta era la ocasión cuando les enseñaba los secretos de la Torá. Los hombres sencillos, quienes no podían entender los misterios de la Torá, se retiraron en ese momento a un cuarto al lado, donde recitarían los salmos del Rey David lo mejor que pudieran.

El Baal Shem Tov cerró los ojos y estaba profundamente absorto. Su santa cara mostraba una profunda concentración y gotas de sudor en sus sienes. De repente, su cara se iluminó con una gran alegría interior. Abrió sus ojos y todos sus discípulos sintieron que se bañaban en su alegría. El Baal Shem Tov se volvió hacia el discípulo que se sentaba a su derecha: "Coloca tu mano derecha en el hombro de tu vecino." Le ordenó al siguiente hacer lo mismo, y al siguiente, hasta que todos formaron una cadena. Luego les ordenó cantar cierta melodía que cantaban únicamente en las ocasiones más solemnes. "Cantad con todo vuestro corazón, como nunca habéis cantado antes," dijo. Y mientras cantaban, sentían que sus corazones se elevaban cada vez más alto.

Cuando terminaron de cantar, el Baal Shem Tov colocó su mano derecha en el hombro del discípulo a su derecha y su mano izquierda en el hombro del discípulo a su izquierda. Ahora la cadena humana estaba cerrada. "Cerremos los ojos y concentrémonos," dijo.

En ese momento escucharon muchas voces maravillosas y melodiosas, cantando salmos. Las voces eran tan dulces y conmovedoras que sintieron como si todas las fibras de sus corazones estuviesen siendo haladas en un ritmo maravilloso. Algunas de las voces expresaban una fe inamovible, otras estaban llenas de abandono gozoso y otras mas expresaban peticiones que partían el corazón. Podían distinguir con claridad las santas palabras de los salmos con las que estaban tan familiarizados, y las exclamaciones frecuentes con las que entremezclaban las palabras: "Oh, Padre Celestial!", o "Oh, Señor del Universo!"

El círculo de discípulos que se habían unido al Baal Shem Tov en esta excursión celestial estaba encantado, sentado en completo silencio. Habían perdido toda sensación de hora y de lugar. Las lágrimas salían de sus ojos cerrados, y sus corazones estaban llenos de éxtasis, listos para estallar.

De repente, el canto se detuvo, ya que el Baal Shem Tov había quitado sus brazos de sus hombros y roto la cadena. No fue demasiado pronto, ya que al momento siguiente las almas de los discípulos de seguro hubiesen dejado sus cuerpos.

Cuando se recuperaron de esta experiencia que había agitado su alma, el Baal Shem Tov les dijo lo mucho que a D-os gusta escuchar los salmos, especialmente cuando vienen directo del corazón, y más especialmente cuando vienen directamente de los corazones puros de los hombres sencillos, honrados y humildes.

“¿Pero esas voces que oíamos hace un rato?” preguntaron los discípulos. Y se sorprendieron de hecho cuando el Baal Shem Tov replicó:

"Ustedes estaban escuchando por un breve momento los salmos recitados por los hombres sencillos en el cuarto de al lado, como los ángeles en el cielo los escuchan!"