Esta reconfortante y conmovedora historia fue contada por Rabí Baruj Rabinovitch de Munkach, padre del actual Rebe de Munkach, acerca de su difunto suegro, Rabí Jaím Elazar Shapira (1871-1937), conocido como el “Minjat Elazar”

Por un período de tiempo, Rabí Baruj y su esposa vivieron en Varsovia. Más tarde, cuando el Minjat Elazar enfermó, les pidió que volvieran a Munkach, en Checoslovaquia, y así lo hicieron.

Rabí Baruj tenía un hijo llamado Tzvi Natan David. Baruj solía recalcar que su suegro quería mucho a este chico – que era su nieto-de forma “muy exagerada”, dado en parte por el hecho de que estuvieron mucho tiempo sin poder tener hijos. Él solía jugar y “mimar” a este chico, y Tzvi solía sentarse en la falda de su abuelo durante las reuniones sabáticas.

Al final del último año de su vida, el Minjat Elazar tomó el Shofar el primer día del mes de Elul y lo probó para ver si estaba en buenas condiciones. Tzvi estaba en una pieza y estaba visiblemente emocionado por el shofar y sus sonidos.

Le preguntó a su zeide (abuelo) que lo hiciera sonar una vez más, y su zeide se vio orgullosamente obligado a hacerlo. Desde ese momento, hasta el fin del mes, esto se convirtió en un ritual; el Rebe hacía sonar el shofar una vez por día para el pequeño Tzvi. El día antes de Rosh HaShaná, Tzvi estaba ahí, aguardando el toque diario, pero se vio desilusionado.

“Hoy es el día antes de Rosh HaShaná”, le explicó su abuelo. “Hoy no tocamos el shofar. Mañana a la mañana, lo haremos sonar en la sinagoga”

El chico no comprendía los motivos. No sabía ninguna razón. Comenzó a patalear y a gritar, “¡Sólo un toque! ¡Sólo un toque!”

Luego de un tiempo, su abuelo se ablandó ante el llanto de su nieto favorito, así que tomó el Shofar, y lo hizo sonar una vez.

En Rosh HaShaná, la costumbre de Munkach era que el Rebe hablaba antes de tocar el Shofar. Ese año, el Rebe se dirigió hacia el arca, la abrió y dijo: “Amo del Universo, tengo que arrepentirme. Está escrito que el día previo a Rosh HaShaná uno no debe hacer sonar el Shofar, pero yo lo hice”

Comenzó a sollozar incontrolablemente y dijo: “Amo del Universo, ¿Sabes por qué transgredí esta costumbre? Porque mi pequeño nieto estaba tirado en el piso pidiéndome y llorando que le hiciera hacer sonar el shofar para él. Mi corazón se derritió, no pude soportar verlo sollozar así, así que lo hice sonar una vez para él, aunque sabía que no debía”.

“Tate (Padre),¿Cómo puedes mirar como millones de Tus hijos están tirados en el piso llorándo a Ti: “Tate, ¡Sólo un toque! ‘Haz sonar el gran Shofar que nos llevará hacia la Redención final!? Aún si no es el tiempo apropiado todavía, aún si no ha llegado el tiempo en el que el Mashíaj debe venir, Tus hijos te gritan: ¡¿Cómo puedes permanecer indiferente?!”

Rabí Baruj lloraba mientras contaba esta historia, y recordaba cómo en aquel momento la multitud entera comenzó a llorar con el Rebe. El sonido del Shofar fue retrasado por un largo tiempo. “No podían recuperar la compostura…largos gemidos eran escuchados por todas partes de la sinagoga…”