“Y Elkanah con toda su casa subió [a Shiloh] a ofrecer su sacrificio anual y sus votos a D-os. Pero Jana no subió, diciéndole a su marido: ‘[Me quedaré en casa] hasta que el niño esté destetado, y luego lo llevaré.’“
Jana tenía tres opciones: 1) Llevar a Samuel consigo a Shiloh y contratar sirvientes y enfermeras para que lo supervisasen y asegurar que el viaje no afectase su salud. 2) Dejar a Samuel en casa con una enfermera devota y acompañar a su esposo a Shiloh. 3) Permanecer en casa y cuidar ella a su hijo. Escogió la tercera opción, a pesar de las ricas recompensas espirituales de un viaje a Shiloh para quien era, después de todo, una profeta.
Hay mujeres que tratan de superar un sentimiento de inferioridad y demostrar que son idénticas al hombre: pueden tener un empleo, abandonar la casa temprano en la mañana y regresar exhaustas en la noche, y hasta unirse a un minian y ser llamadas para la Torá. ¡Tales mujeres deberían tomar la declaración de Jana a pecho: “[Me quedaré en casa] hasta que el niño esté destetado, y luego lo llevaré.”!
La sociedad contemporánea ha abrazado una ética de darle valor supremo a la vida pública, especialmente el mundo del trabajo. Sin embargo, todas las vocaciones, sin importar la posición que confieran o lo que “llenen” son secundarias desde la perspectiva que reconoce la importancia de la vida del hogar, el lugar principal del desarrollo de la niñez y el núcleo desde donde irradia la vida de la Torá de uno.
Como la base del hogar, D-os les ha dado a las mujeres algo que supera hasta un viaje a Shiloh-la verdadera eminencia y grandeza de edificar una casa sobre una base judía y educar a los hijos sobre la Torá.
(Sija del 6 de Tishrei 5734)
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