En Rosh Hashaná, el día de la creación del hombre, recordamos el mérito del hombre, el importante potencial que se le dio para influenciar todo el mundo y su responsabilidad solemne de usar sus capacidades a plenitud.

Tales grandes capacidades no le fueron dadas únicamente para su logro personal, sino para cumplir la misión del hombre de perfeccionar el mundo. Alguien que piense que su propia misión puede ser cumplida por otro debe pensar en Adán, quien fue creado individualmente, enseñándonos que cada persona es un “mundo completo.” Además, Adán no podía transferirle sus responsabilidades a alguien más, porque no había nadie más. Lo mismo sucede con la misión de cualquier persona en el mundo: no fue dada para ser regalada.

Cuando una persona se concentra en las implicaciones a largo plazo de sus acciones para sí y para el mundo, implicaciones conectadas al objetivo mismo de la creación-todo impedimento y obstáculo es disminuido y eliminado. Ya que, ¿qué importancia tienen los impedimentos en frente de tal responsabilidad y privilegio?

 

(Likutei Sijot, vol. 9, p. 480)