Hace muchos, muchos años, antes de que hubiese bombas de incendio, brigadas de incendio y alarmas eléctricas para el fuego, y cuando la mayoría de las casas estaban hechas de madera, un incendio era algo terrible. Todo un pueblo o buena parte de éste podía quemarse totalmente. Y así, cuando había un fuego, todos dejaban sus negocios o su trabajo, y corrían a ayudar a apagarlo. Se acostumbraba tener una torre de vigilancia que era más alta que los demás edificios y allí un vigilante se mantenía alerta todo el tiempo. Tan pronto como veía humo o fuego, sonaba la alarma. La gente del pueblo formaba entonces una cadena humana entre el fuego y el pozo más cercano, y se pasaban los unos a los otros baldes de agua para apagar el incendio.

En una ocasión un chico de un pequeño villorrio fue al pueblo por primera vez. Se detuvo en una posada en las afueras del pueblo. De repente oyó el sonido de un clarín. Le preguntó al posadero que significaba.

"Cuando tenemos un fuego," le explicó el posadero al chico, "hacemos sonar el clarín, y el fuego es rápidamente apagado.

"¡Qué maravilloso!" pensó el chico. "¡Qué sorpresa y sensación llevaré a mi villorrio!"

Con ello, el chico fue y se compró un clarín. Al volver a su villorrio, estaba muy excitado. Reunió a todos los pobladores. "Escuchad, buena gente," exclamó. "No hay necesidad de seguir temiendo al fuego. ¡Simplemente miradme, y ved lo rápidamente que podré apagar un fuego!"

Diciendo esto, corrió a la choza más próxima y prendió fuego a su techo de paja. El fuego empezó a extenderse muy rápidamente.

"¡No os alarméis!" gritó el chico. "Ahora miradme."

El chico empezó a tocar el clarín con toda su fuerza, interrumpiéndose únicamente para tomar aire y decir, "¡Esperad, esto apagará rápidamente el fuego!" Pero el fuego no parecía atender a la música, y meramente saltaba de un techo a otro, hasta que todo el pueblo estaba en llamas.

Los pobladores empezaron a regañar y a maldecir al chico. "Estúpido," gritaban. "¿Creías que el mero toque de la trompeta apagaría el fuego? ¡Es únicamente una llamada de alarma para despertar a la gente si están dormidos, o para que dejen su negocio y su trabajo, a fin de enviarlos al pozo a sacar agua y apagar el fuego!”

Recordamos esta historia, cuando pensamos en el shofar que es tocado muchas veces en Rosh Hashaná. Algunas personas piensan como el chico del villorrio, que el sonido del shofar por sí mismo hará todo por ellos. Piensan que pueden continuar "durmiendo," o seguir con su negocio, sin necesidad de cambiar su forma de vida y su conducta diaria; que el shofar tocado en la sinagoga ciertamente les traerá un feliz Año Nuevo.

Pero, como el clarín de la historia, el shofar no es más que el sonido de una "alarma." Tiene un mensaje: "Despertad los que dormís, pensad sobre vuestra conducta, volved a D-os, apagad el 'fuego' que está amenazando con destruir vuestros hogares judíos. Id al Pozo, al Pozo de las Aguas Vivas, la Torá y las mitzvot. ¡Apuraos antes de que sea demasiado tarde!"

Es por ello que inmediatamente después del toque del shofar, exclamamos: "Felices son los que comprenden el significado del sonido del shofar; ellos caminan en Tu luz, Oh D-os.