Un santo Rabino se encontraba en una ocasión a bordo de un barco, junto con dos de sus discípulos. Rosh Hashaná se acercaba y todavía no se veía la tierra. Así que el Rabino y sus discípulos se prepararon para pasar los Días Santos de Rosh Hashaná en altamar.

En la noche de Rosh Hashaná, se desató una terrible tormenta. El barco era arrojado de un lado a otro por las enormes olas y estaba en grave peligro de romperse. Las grandes olas barrían el barco una y otra vez, inundándolo de proa a popa. Los marineros trabajaban duro para sacar el agua, hasta que se quedaron sin fuerzas. Parecía solamente una cuestión de tiempo para que el barco se hundiese, a menos que la tormenta pasase de inmediato.

Durante todo este tiempo, el santo Rabino estaba sentado en su cabina, concentrado en sus plegarias, sin prestar atención a la tormenta que amenazaba al barco. Al amanecer, cuando la tormenta no amainaba, sus dos discípulos decidieron contarle al Rabino sobre el peligro que les amenazaba a todos ellos.

Al entrar a su cabina y encontrarlo concentrado en sus plegarias, dudaron y se retiraron, sin valor para molestarlo. Un poco más tarde trataron de nuevo, pero se devolvieron otra vez ya que no se atrevían a molestarlo. Finalmente, cuando la tormenta parecía haber alcanzado su máximo y era un asunto de minutos para que todos se ahogasen, los discípulos decidieron que no había tiempo que perder. Con voces trémulas y lágrimas en sus ojos, se aproximaron al Rabino y le contaron sobre el peligro que corrían.

"Si éste es el caso, entonces no perdáis tiempo. Traed el shofar con rapidez y cumplamos el sagrado mandamiento de tocar el shofar mientras todavía estamos vivos," dijo el Rabino.

Los discípulos trajeron el shofar, y pronto su sonido fue oído en todo el barco - tekiah, shevarim, teruah, tekiah… ah... ah…" Y los fuertes vientos parecían arrebatar los sonidos del shofar y llevarlos lejos …

De repente, el viento empezó a calmarse, como si temiese ahogar los santos sonidos del shofar. Asimismo, el rugido del mar se empezó a calmar y en poco tiempo había calma perfecta sobre las aguas. Los últimos sonidos del shofar se oían claramente en la quietud del amanecer.

¡Era un milagro maravilloso!

El capitán y los marineros y muchos pasajeros, siguiendo el sonido del shofar, fueron a la cabina del Rabino, donde encontraron al Rabino y a sus dos discípulos concluyendo con alegría el solemne servicio del shofar.

Asombrados y llenos de reverencia, inclinaron sus cabezas con respecto, y cuando el Rabino concluyó el servicio, el capitán dijo, "És ciertamente una trompeta mágina la que tenéis ahí, ya que ha transformado el mar tormentoso en un sereno lago. Si deseas vendérmela, te daré cualquier cosa que quieras por ella."

El Rabino sonrió al contestar: "No, mi amigo, no es una trompeta mágina, sino un shofar, un simple cuerno de carnero, que nosotros los judíos debemos sonar en los días solemnes de nuestro Año Nuevo. Crea una tormenta en nuestros corazones, que es más poderosa que la tormenta del mar, ya que nos llama a volver a D-os con humildad.

"No sabía," continuó el Rabino, "que nos salvaría a todos. Todo lo que quería hacer era cumplir un mandamiento Divino más en los últimos momentos de vida que nos quedaban. Pero D-os es benigno y nos ha salvado a todos, para que podamos vivir una buena y santa vida. Mostremos nuestra gratitud a D-os obedeciendo siempre Sus mandamientos, en tiempos de seguridad así como en tiempos de peligro, ya que siempre estamos a su merced."