Recuerdo una discusión que tuve una vez sobre la pregunta del futuro Templo. El compañero con quien estaba debatiendo decía que había opiniones diferentes sobre esto en el Judaísmo.
¿Quién escribió lo siguiente?
Mashiaj [el Mesías] restaurará el reino de David a su antigua gloria, a su soberanía original. Él construirá el Santo Templo y reunirá los dispersos de Israel. En su tiempo, todas las leyes [de la Torá] se reintegrarán como antes; se ofrecerán sacrificios y el año Sabático y del Jubileo se instituirán como dice la Torá. Quien no crea en él o no se anticipe a su venida, no sólo niega a los otros profetas sino también la Torá y a Moisés…
¿Quién dijo esto? ¿Un sacerdote desterrado que sobrevivió a la destrucción del Templo? ¿Un místico sefaradí del siglo XVI? ¿El Rebe de Lubavitch?
Recuerdo una discusión que tuve una vez sobre la pregunta del futuro Templo. El compañero con quien estaba debatiendo decía que había opiniones diferentes sobre esto en el Judaísmo. Los "rabinos de derecha" estaban a favor de él. ¿Pero qué hay del filósofo ilustrado como Maimónides? ¿No diría él que mientras el Templo pudo haber sido un componente necesario para la vida religiosa en la cultura de aquella época, es un anacronismo en el mundo de hoy? (Mi amigo estaba refiriéndose a un pasaje en la Guía de los Perplejos que podría entenderse de esta manera.)
En respuesta, tomé el tomo 14 del libro de Mishné Torá del estante y le mostré el párrafo citado, escrito hace más de ocho siglos por el propio Maimónides, donde declara inequívocamente que la reconstrucción del Templo es una parte íntegra de la redención futura por la cual el judío reza y se prepara todos los días de su vida.
El 10 de Tevet es el aniversario del sitio de Jerusalén que llevó 30 meses después a la destrucción del Templo. En este día, los judíos a lo largo del mundo ayunarán y lamentarán por su destrucción y rezarán para su reconstrucción. Así que éste es un buen momento para preguntar: ¿Por qué necesitamos un Templo? ¿Qué exactamente nos está faltando?
La humanidad ha aprendido bastante durante los últimos 6000 años. Filosofamos nuestro camino a la ciencia y luego la ciencia nos conduce hacia la puerta del misticismo. En el camino, inventamos la literatura, el arte, el amor romántico, la economía, la democracia y la psicología.
Pero todavía no sabemos cómo vivir nuestras vidas.
Ponga a veinte personas en un cuarto. Seguramente que se pondrán de acuerdo sobre la santidad de la vida, los derechos humanos, la igualdad, el libre albedrío, la paz mundial, etc. Pero sáquelos del cuarto a su cotidianeidad y tendrá veinte opiniones diferentes en lo que estas cosas significan y cómo deben aplicarse.
En las elecciones diarias que la vida nos presenta, los mismos principios en que estábamos de acuerdo se vuelven la base para visiones y actos contradictorios, en todo, desde el aborto al suicidio asistido, desde el vegetarianismo a la plegaria en la escuela, casi cada tema puede confrontarnos.
Las ideas y principios no son suficientes. Ellos definen el "cuadro general", pero pocos conflictos son sobre el cuadro general. La mayoría de nuestros conflictos y dilemas son sobre el cómo, el cuándo y el dónde. No es suficiente saber lo que es correcto—necesitamos conocer profundamente la justicia, entender sus modos y sutilezas, sus sabores y parcialidades.
Es como la diferencia que existe entre ver una persona un rato y estar casado con esa persona durante veinte años. En el primer caso, tengo una cara y un nombre: si me encontrara a esta persona en la calle, sabría quién es. ¿Pero sé cómo le gusta su café? ¿Sé qué número calza o cuántas horas de sueño necesita? ¿Yo sé cómo sonríe cuándo lo felicitan o cómo reacciona cuando lo insultan?
No es suficiente saber que A es bueno y B es malo, que X tiene razón y Y está equivocado. Nosotros necesitamos ver la bondad de cerca—lo bastante para discernir los detalles. Necesitamos vivir correctamente, estar "casados" con ella, sentirla en nuestros huesos. Necesitamos una relación íntima con Di-s.
Hasta cierto punto, es posible lograr esta relación íntima en el mundo de hoy. Tenemos la Torá en la que Di-s puso Su alma y personalidad, Sus aspiraciones e idiosincrasias. La Torá es una crónica detallada de los deseos de Di-s, Sus gustos y Sus aversiones. La Torá nos da una guía a una vida que es a la vez espiritual y práctica, respondiendo a nuestro anhelo por la cercanía con lo Divino, gobernando nuestra conducta a través del mundo físico.
Pero el problema es que la Torá es un documento escrito. Por lo tanto ¿qué le dice Ud. a alguien que sostiene: "Yo, también, tengo una Torá, y ¿mi tradición tiene una interpretación distinta de la suya sobre el bien y el mal?" ¿Cómo podemos estar seguros que entendemos correctamente los matices y si el texto escrito está aplicándose óptimamente en nuestras vidas?
¡Si sólo hubiera un lugar donde la bondad y la rectitud realmente vivieran! Un lugar con una dirección y un número de teléfono. Un lugar donde podamos ir físicamente y llevar a nuestros primos y vecinos. ¡Miren, diríamos, ésta es la verdad, ésta es la bondad y ésta la justicia! ¿Ven? Y ellos verían.
Había semejante lugar: el Santo Templo en Jerusalén, la casa de Di-s en el mundo físico. Eso es lo que nos está faltando.
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