Anoji. Significa “Yo”. Es la primera palabra que nuestro Creador nos dijo en aquellos grandes Diez Mandamientos que nos dio. Anoji. No es una palabra hebrea, sino egipcia.

¿No está buenísimo? ¡Egipcio! Y no me refiero a que es extranjero y único. Es buenísimo porque nos habló en un lenguaje que estuvimos escuchando durante los últimos doscientos años. El lenguaje con el que estábamos familiarizados. Al que podíamos responder. El que captaríamos.

Recién habíamos dejado la esclavitud. Éramos libres. Pero la libertad no es automática. Es algo que tiene que ser aprendido, integrado y experimentado. Y si nunca fuiste libre, puede que no vayas a saber cómo hacerlo.

Así que cuando nos llegó el momento de recibir la Torá, de comprometernos a este matrimonio con el Uno que nos eligió como Su pueblo, Él comenzó la conversación de la forma en que nos sintamos más cómodos. Nos habló en el lenguaje de nuestra esclavitud, aunque estuviéramos esforzándonos por aprender cómo ser libres.

En muchos niveles, creo, es esta la clave para que las relaciones sean sanas y satisfactorias. Tenemos que hablar el mismo idioma. Tenemos que hablar de forma que nuestras palabras penetren y sean entendidas y sentidas. Frecuentemente estamos tan ansiosos de hablar que no nos importa ver si alguien está interesado o dispuesto a escuchar.

Cuando enseño en mi clase de comunicación, a la que llamo “¿Escuchaste lo que quise decir?”, siempre empiezo haciéndole a la audiencia una pregunta: el orador ¿tienen un rol pasivo o activo? Todos responden que es activo. Entonces pregunto si un oyente tiene un rol pasivo o activo. Muchos responden que es pasivo. Equivocado. Muy equivocado. Un oyente tiene un rol increíblemente activo. En muchos aspectos, el oyente es más activo que el orador.

Uno puede hablar sin conectarse activamente o relacionarse con nadie. Pero si uno está escuchando realmente, esto requiere de un enfoque y concentración tremendas, y uno no puede escuchar solo. Un orador puede tener una conversación de una sola vía. Un oyente no. Por definición, escuchar significa que alguien más está siendo escuchado.

No estábamos en condiciones de recibir los Diez Mandamientos inmediatamente luego de salir de Egipto. Porque para realmente recibir, uno primero tiene que ser un receptáculo, y eso implica trabajo, especialmente para una nación de esclavos que habían tenido poco tiempo para reflexionar sobre sí mismos. Así que durante cuarenta y nueve días nos preparamos para recibir la Torá. Cada día nos esforzamos por refinar un aspecto diferente de nuestras características emocionales. Cada día trabajamos para desarrollarnos y mejorarnos.

Y entonces, cuando hicimos todo ese trabajo desde dentro, y nos hicimos recipientes, Él comenzó Su comunicación. Y ¿cómo se aseguró que estuviéramos prontos y deseosos de escuchar? Su primera palabra fue egipcia. Él reconoció de dónde veníamos; Él reconoció lo que habíamos experimentado, y comenzó con la palabra que nos era más familiar.

Al prepararnos para recibir la Torá una vez más este Shavuot, miremos profundamente dentro nuestro y veamos si hay espacio para recibir lo que Él está esperando dar. Ahora es el momento de dejar lo que nos tiene atados, y evaluar honestamente lo que podemos mejorar y corregir. No hay dudas de que Él nos está hablando siempre. Solo tenemos que darnos cuenta de si estamos escuchando. Y una vez que lo estamos haciendo, podemos estar seguros de que Él nos estará hablando en nuestro idioma.